No más golpes de pecho. Por más que China quiera seguir con la prédica de que el capitalismo de Estado es el responsable de su creciente y altamente diversificada economía, lo cierto es que ha sido el sector privado, y no el estatal, el verdadero motor del avance económico experimentado, sobre todo, en la época más reciente.
En 2019, un reporte del Foro Económico Mundial (FEM) así lo dejó establecido: «El sector privado de China, que se ha acelerado desde la crisis financiera mundial, ahora actúa como el principal impulsor de su crecimiento económico».
Según el FEM, tal situación obedece a que «las empresas estatales chinas están muy sobreapalancadas y son estructuralmente menos eficientes que sus pares privados». Es decir, las empresas públicas abusan de su acceso preferencial a los préstamos, al tiempo que cabildean a favor de leyes en contra de las firmas privadas competitivas.
Básicamente, «se argumenta que las empresas estatales no sobrevivirían en un entorno de mercado impulsado por la innovación sin las ventajas de las que disfrutan actualmente», a juzgar por el mismo reporte. También se habla de la gestión ineficiente de tales compañías debido a la alta tasa de rotación de sus ejecutivos como resultado de la campaña anticorrupción del líder chino, Xi Jinping.
Con ese quita y pon de ejecutivos, no es de extrañar que, por un lado, las empresas [gubernamentales chinas] se liberen de ejecutivos corruptos, [pero], por el otro, se queden con una administración que carece de una estrategia coherente», según el texto.
Mientras tanto, el sector privado sigue creciendo, convirtiéndose en el principal motor del desarrollo económico nacional, por más que muchos le concedan el mérito al Estado propiamente dicho y a sus instituciones motrices.
El proceso de reforma económica de China
De acuerdo con un informe presentado por University of California Press (UC Press), durante mucho tiempo, China fue presentada como un paradigma de capitalismo de Estado, «concepto destinado a explicar las economías mixtas en las que el Estado conserva un papel dominante en medio de la presencia de mercados y empresas privadas».
Sin embargo, «cambios recientes en su modelo de desarrollo lo hacen menos comparable a los sistemas capitalistas de Estado [tradicionales], ya que las herramientas de intervención estatal y su lógica subyacente son diferentes». O sea, el proceso de reforma económica de China ha sido, además de multifacético, bastante cuestionado y muy peculiar.
El reporte de UC Press señaló que, desde la década de los 70 hasta principios de los años 90, las firmas privadas chinas fueron alentadas de manera informal, al tiempo que las empresas estatales seguían siendo dominantes y el Estado continuaba controlando los insumos económicos clave, como la tierra y el capital.
A fines de la década de 1990, en tanto, el Partido Comunista Chino (PCCh) comenzó a privatizar y reducir significativamente el tamaño del sector estatal. Y a mediados de la década de 2000, el capitalismo de Estado chino emergió, administrando «grandes empresas estatales para contribuir al crecimiento económico, crear riqueza para el Estado-partido, y velar por sus intereses económicos y estratégicos a nivel nacional e internacional», según reseñó el texto.
Dicen que cuando Xi asumió el poder, en 2013, parecía posible que introdujera reformas audaces para romper con el esquema vigente, sin embargo, aunque el sector público era importante (y lo sigue siendo, del modo en que veremos a continuación), la realidad es que la economía de mercado comenzó a desempeñar un papel decisivo.
El rol de las empresas privadas chinas
Expertos en el tema de la economía China sostienen que el sector empresarial privado del gigante asiático, constituye una fuente importante del desarrollo alcanzado por el país en los últimos años. De hecho, los propios autores del reporte de UC Press dijeron que la rama privada ha superado las contribuciones del sector estatal en la mayoría de los casos.
Para que se tenga una idea de hasta qué punto esto es así, conviene recordar la fórmula que tradicionalmente se ha usado para describir el valor económico de este sector, es decir, 60/70/80/90, que significa que las empresas privadas chinas aportan el 60 % del Producto Interno Bruto, al tiempo que generan el 70 % de la innovación, el 80 % del empleo urbano y el 90 % de los nuevos puestos de trabajo.
Bajo esa misma fórmula, el propio informe puntualizó que la riqueza privada también es responsable del 70 % de la inversión y del 90 % de las exportaciones. Unido a eso, el sector privado igualmente influye en casi dos tercios del crecimiento de la nación, según datos de la Federación de Industria y Comercio de China.
Al estudiar el desempeño de esta rama, el citado informe del Foro Económico Mundial mencionó el éxito que han logrado las firmas tecnológicas privadas, entre ellas, Huawei, que, hoy por hoy, está liderando la revolución 5G por ser el mayor proveedor mundial de equipos de red y el segundo mayor fabricante de teléfonos inteligentes a escala global.
Ese mismo reporte señaló que, a fin de mejorar el trabajo de las empresas gubernamentales, China igualmente ha reorganizado y reestructurado a algunas de ellas, como, por ejemplo, China Unicom, firma de telecomunicaciones que pasó de estatal a mixta luego de que el régimen decidiera vender una parte de sus acciones por 11,000 millones de dólares a 14 inversionistas privados.
«Estos esfuerzos para hacer que las empresas estatales sean competitivas, mientras mantienen el control absoluto sobre su toma final de decisiones, reafirma el compromiso del Gobierno chino de consolidar el control estatal y, al mismo tiempo, permitir que el mercado sea el máximo asignador de recursos. En otras palabras, el Gobierno quiere vigilar de cerca las fuerzas del mercado mientras se reserva la opción de intervención en situaciones críticas», remarcó el texto del FEM.
Paralelamente, refirió que el régimen chino ha demostrado su compromiso con las reformas orientadas a la economía de mercado, al apoyar el espíritu empresarial mediante recortes de impuestos valorados en unos 300 mil millones de dólares.
Función del sector privado chino en la seguridad nacional
Mientras las compañías privadas chinas impulsan el desarrollo del gigante asiático, muchas corporaciones estatales continúan acumulando pérdidas y sufren caídas en la productividad, de ahí que el sector privado se haya convertido en un actor clave de cara a los objetivos de seguridad nacional del Estado, aparte de los económicos, claro está.
A fin de vigilar y monitorear a sus ciudadanos, el régimen chino sabe que depende, en gran medida, de las herramientas de vigilancia que mayormente pueden ofrecerle las empresas tecnológicas. Y ya se sabe que las firmas privadas son las que dominan ese espectro: desde el hardware en sí hasta las innovaciones tecnológicas y de infraestructura de la información.
En este sentido, el reporte de University of California Press recordó que los fabricantes de videovigilancia más grandes de China, Hikvision y Dahua, fueron fundados por empresarios privados. Asimismo, destacó que el programa de monitoreo conocido como “sistema de crédito social”, implementado desde 2014 para registrar las actividades sociales y económicas de la población, ha sido posible gracias al trabajo o la colaboración de firmas privadas.
A todas estas, según el reporte de UC Press, ciertas teorías fascistas también se han vuelto populares en China, como, por ejemplo, la de Carl Schmitt, jurista y teórico alemán, quien, además, fue un militante nazi. Pues bien, según esta fuente, hay una cierta analogía entre el pensamiento de Schmitt y el capitalismo de Estado que promueve la nación asiática.
Identificado por muchos teóricos sociales de mediados de siglo como capitalismo de Estado, el fascismo fue promovido como una solución política a los problemas del capitalismo de mercado al fusionar los intereses del Estado y la sociedad. Con una lógica similar, remarcó el texto, el PCCh ha demostrado que sus imperativos de seguridad interna y nacional son la fuerza fundamental que impulsa el surgimiento de su cacareado modelo económico.
El concepto engañoso tras el capitalismo de Estado
Un artículo de Forbes, que aborda el tema del supuesto capitalismo de Estado chino, definió a este término como absurdo y engañoso. Para empezar, apuntó, el capitalismo se basa en los principios del libre mercado y la empresa privada, por tanto, es incompatible con una economía estatal en la que las autoridades de planificación determinan lo que se produce.
«En verdad, prosiguió el reporte, China es un sistema mixto que combina capitalismo y socialismo, como cualquier otro país del mundo. El factor clave es cómo la proporción de esos dos componentes cambia con el tiempo. En lugar de ser la razón del milagro económico de China, el hecho de que la mano rectora del Estado siga siendo tan fuerte se debe simplemente a que hace solo cuatro décadas China era una economía puramente estatal».
Para discernir mejor esta temática, el artículo citó a Zhang Weiying, economista chino y autor del libro La lógica del mercado. Según este experto, la razón por la que China pudo haber sostenido un crecimiento económico durante el proceso de reforma fue que la proporción de empresas estatales disminuyó, y no al revés.
«Fue, precisamente, la relajación del control gubernamental lo que provocó los precios de mercado; las empresas de propiedad única, de pueblos y aldeas; las empresas privadas, las empresas extranjeras y otras entidades no estatales», apuntó Weiying.
Desde el punto de vista de este especialista, en los últimos años, en su país ha cobrado vigor una interpretación peligrosa del éxito económico; interpretación a la que él llama “Escuela Modelo de China” y que ha ido ganando terreno a lo largo de toda la nación, llegando, inclusive, a los círculos políticos.
¿Qué es lo que preconiza esa teoría? Pues que el éxito de China es el resultado de su sistema único, el mismo que le permitió conseguir en solo unas pocas décadas lo que Occidente tardó 200 años en lograr. Obviamente, tal interpretación es completamente errónea, y así lo afirmó el propio Zhang Weiying.
De acuerdo con el reporte de Forbes, este experto «está convencido de que el rápido crecimiento económico de China en los últimos 40 años es el resultado de su ventaja de llegada tardía». Para él, y para cualquiera con un mínimo de claridad mental, «Occidente construyó el camino; China simplemente lo siguió».
Otro dato que desmonta el presunto modelo chino, es el relacionado con el motivo de su éxito económico. Es decir, para la China comunista, la economía planificada es la razón del triunfo, sin embargo, las estadísticas al respecto dicen lo contrario. Resulta que cuando el país asiático apenas tenía empresas privadas, y cuando prevalecía la planificación por parte del Estado, el 88 % de la población vivía en extrema pobreza.
Según la misma fuente, «la razón por la que esa cifra ha caído por debajo del 1 % no se debe a una «tercera vía» exclusivamente china entre el capitalismo y el comunismo, sino a que China introdujo los derechos de propiedad privada, y el papel una vez omnipotente del Estado fue rechazándose sucesivamente».
Desde luego, el gigante asiático ha sabido vender tan bien su “milagro”, que muchos líderes políticos se lo han comprado. Para esos confundidos, los logros de China demuestran la superioridad del socialismo sobre el capitalismo, cuando es al revés. Para esos engañados, hágase notar, China es un modelo a seguir. ¡Y vaya qué clase de modelo!
La intervención del Partido Comunista Chino en la economía
Ciertamente, la discusión sobre el sistema económico preponderante en China no deja de ser polémica, incluso, entre los expertos más avezados del tema. Es que mientras Beijing permite el auge de firmas privadas —de las que, reitero, depende el 60 % del PIB nacional— también las usa para misiones estatales y las vigila como se le antoja.
Como ya mencionamos antes, el régimen chino acude a las empresas privadas cada vez que necesita concretar objetivos gubernamentales que las firmas estatales no pueden cumplir. Ahí entra el citado caso de la vigilancia nacional para la que son muy necesarias las compañías tecnológicas y de big data, fundamentalmente.
Otro ejemplo de este proceder es la participación de corporaciones del sector privado en tareas orientadas a expandir el comercio rural bajo la campaña antipobreza de Xi. Con más de 500 millones de habitantes, la China campestre constituye otro de los objetivos fundamentales para los planes de reforma del mandatario comunista.
Por otro lado, aunque el número de firmas privadas chinas se cuatriplicó en la última década —pasando de alrededor de 11 millones a casi 45 millones, según datos de la agencia de noticias Xinhua— lo cierto es que eso no basta para hablar de capitalismo.
Según Joseph Sternber, de The Wall Street Journal (WSJ), «el capitalismo real es más que la presencia de empresas privadas; es un sistema en el que los accionistas pueden controlar la gestión de sus empresas».
En este sentido, el artículo del WSJ sobre el tema dejó bien claro que «China está lejos de tener una economía capitalista, ya que el capitalismo de Estado chino es un sistema en el que el propósito de las empresas es cumplir los objetivos del Partido Comunista».
Tanto es así que «los funcionarios del partido forman parte de las empresas chinas para asegurarse de que estas cumplan con la ley, un eufemismo para seguir los dictados del [propio] partido», resaltó el reporte. En este punto cabe acotar que, incluso, a las firmas extranjeras que operan en China junto a empresas locales, también se les exige contar con un comité del PCCh en su seno para cumplir con los lineamientos partidistas.
En suma, que por más que China alardee sobre el rol de su capitalismo de Estado, lo cierto es que allí no hay un capitalismo per se, puro y duro, ni un Estado protagonista del avance económico como tal. Más bien hay una superioridad del sector privado, que es el que crece e impulsa, y una intromisión del sector estatal, que es el que vigila y manda. Allá los que sigan creyendo en el “milagro” chino. Nosotros sí que estamos claros.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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