El cielo compensó lo que se perdió

Muchos tesoros yacían enterrados bajo tierra en la ciudad de Luoyang durante la Dinastía Song (960-1279). Habían sido enterrados por personas antes de esa dinastía. Cuando se vendía una casa, el comprador tenía que pagar una cuota extra de excavación, si los terrenos del local nunca habían sido excavados.

El Primer Ministro Zhang Guan compró una mansión en Luoyang por unos pocos millones de qian. El trato casi se había cerrado cuando el vendedor de repente exigió una gran cuota de excavación de un millón de qian.

Zhang estaba decidido a comprar la casa, así que pagó el dinero sin regatear. Mucha gente pensó que era un mal negocio.

Durante la renovación, se descubrió una caja de piedra con grabados de flores y pájaros. La mano de obra era exquisita. En la parte superior de la tapa de la caja había más de 20 caracteres chinos escritos en el «estilo de sello». Nadie podía descifrar cuáles eran los caracteres, pero estaba claro que esta caja era de un pasado lejano.

La caja contenía unos pocos cientos de taels de oro. Zhang vendió el oro, y la cantidad era exactamente la misma que la que había pagado por la casa, incluyendo la tarifa de excavación.

Esta historia demuestra la creencia tradicional de que todo está predestinado. Cuando pierdes algo, el Cielo lo compensa.

Cuando el egoísmo se vuelve contra ti

Li Shiheng, un funcionario de la Dinastía Song, estaba en un viaje oficial a Corea. El rey de Corea le hizo regalos caros y puso a su ayudante a cargo de ellos.

El fondo de su barco tenía una fuga. Temiendo que sus propias cosas se mojaran, el ayudante las puso encima de los regalos de seda de Li.

En su viaje de regreso, el barco se encontró con una tormenta y estaba a punto de volcarse. Todos en el barco entraron en pánico, y decidieron tirar las cosas a bordo para reducir el peso del barco.

El ayudante comenzó a tirar cosas al mar en desesperación. El viento pronto se detuvo y el mar volvió a estar en calma. El ayudante se dio cuenta de que había tirado todas sus cosas mientras que los regalos de Li estaban intactos.

El acto egoísta del ayudante se disparó contra él. Puede que esté calculando cada uno de sus movimientos, pero el Cielo está mirando.

El objeto perdido encontró su camino de regreso

El emperador Gaozong Zhao Gou visitó Ningbo, en la provincia de Zhejiang, durante la época de Jian Yan de la dinastía Song. Un día, el pueblo de la tribu Jurchen lanzó un ataque, y Zhao Gou huyó a un barco. En la conmoción, dejó caer su abanico al río. El abanico tenía un colgante de jade con la forma de un niño unido a él.

Más de 10 años después, Zhao Gou estaba en un banquete cuando vio que el duque de Qinghe, Zhang Jun, sostenía algo familiar. Zhao Gou miró más de cerca. Era el abanico que había dejado caer en el río en Ningbo. El colgante de jade con forma de niño todavía estaba unido a él.

Zhao Gou le preguntó a Zhang Jun cómo había conseguido el abanico. Este último dijo que lo había comprado en una tienda en Qinghe.

Cuando le preguntaron al dueño de la tienda por el abanico, respondió que se lo había comprado a un repartidor que llevaba una cesta.

El repartidor mencionó que el cocinero de la familia Chen se lo había vendido en la puerta de Houchao.

Finalmente, encontraron a la cocinera que expresó: «Compré una gran corvina. El abanico estaba allí cuando la abrí».

Zhao Gou estaba muy contento de oír eso. Es un buen augurio recuperar un objeto perdido. Le concedió el título de jefe al dueño de la tienda y al repartidor, y le concedió el título de «ruren» a la cocinera. Normalmente, solo la esposa de un oficial de séptimo rango podría ser llamada «ruren».

Desgraciadamente, Zhao Gou no fue capaz de recuperar la mitad del reino que perdió, no importa cuánto esfuerzo puso. Simplemente no estaba destinado a serlo. Pero recuperó su abanico a través de un pez después de más de una década, ya que tenía una conexión predestinada con él.

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