El código de los hombres: la virtud desatendida de la virilidad

25 de agosto de 2020 9:53 PM Actualizado: 26 de agosto de 2020 12:12 PM

Ser un hombre es difícil en estos días. Convertirse en un hombre es aún más difícil.

Hace varios años, escribí el libro: «Las películas hacen al hombre»: La guía de Hollywood para la vida, el amor y la fe de los jóvenes». Esperaba ofrecer algunas películas como mentoras para jóvenes menores de 30 años, «para inspirarlos en su búsqueda de una vida plena, y para animarlos a buscar y practicar las virtudes y los ideales de la verdadera hombría».

Escribí este libro porque algunos jóvenes que conocía parecían no tener idea del significado de la hombría.

Nuestra confusión actual

Aunque muchos hombres de 20 años ya son adultos maduros, que asumen la responsabilidad de sí mismos y la de sus seres queridos, y se abren camino en el mundo, hay otros que entran en la edad adulta desconcertados sobre lo que significa ser un hombre, formar una familia y asumir una responsabilidad personal en el lugar de trabajo y en el hogar. Muchos de ellos, crecen sin ejemplos masculinos positivos —padres, maestros, entrenadores— en hogares encabezados por madres divorciadas o solteras y, por consiguiente, carecen de la formación y la orientación, que esos mentores podrían proporcionarles.

Otros factores, además de los padres ausentes, que también socavan su sentido de la masculinidad con demasiada frecuencia, es el estado de bienestar que ocupa el lugar del hombre en el hogar. Las personas de hoy en día, que buscan un trato especial en virtud de su raza o género, que se sienten víctimas, van en contra del ideal masculino de hacerse cargo de la vida y las acciones propias. Además, las estrellas de rock, los actores y los deportistas han reemplazado a los ejemplos que alguna vez inspiraron a los jóvenes como: George Washington, Robert E. Lee, Booker T. Washington y otros guías que lucharon y se sacrificaron en una ámbito más grande y más consecuente que un escenario o un campo de fútbol.

Los jóvenes también están llegando a la mayoría de edad en una cultura que denigra la masculinidad tradicional, donde los programas de televisión frecuentemente menosprecian la hombría y las escuelas descuidan la enseñanza de la virtud y la preparación de sus estudiantes para los golpes de la vida.

Lo peor de todo, quizás, es que estos jóvenes no aprenden que todos los hombres dignos de ese nombre viven según un código.

El Código

Este código es un conjunto de principios del hombre formado a partir de su crianza, antecedentes, educación y experiencia. El código de un hombre es ese conjunto de reglas que no se puede romper, sin comprometer su propia alma. Puede ser incapaz de articular este código, pero si lo rompe, si no practica sus principios, una parte de él muere. Demasiadas de estas pequeñas muertes, y este hombre destrozado se convierte en un zombi, un fantasma de sí mismo, uniéndose a las filas de lo que T.S. Eliot llamó «los hombres huecos».

En la película: «Leones de segunda mano», el viejo guerrero, Hub McCann da lo que él llama su discurso para los jóvenes. Cuando su sobrino adolescente, Walter, le dice a Hub que su madre le miente todo el tiempo y le pregunta: si las historias de Hub sobre África son ciertas y Hub le da parte de «el discurso«:

«A veces las cosas pueden o no ser ciertas, pero hay cosa en las que el hombre debe tener fe, como en que las personas son buenas: en el honor, en el valor y la virtud lo son todo, que el poder y el dinero, no significan nada, que el bien siempre triunfa sobre el mal». «Y quiero que recuerdes esto, el amor… el amor nunca muere. No lo olvides, recuérdalo, no importa si todo esto es cierto. El hombre debe creer en estas cosas, son cosas en las que vale la pena creer».

Este código se encuentra dentro de todo buen hombre como si estuviera tallado en piedra.

Vivir el código

Entonces, ¿cuáles son esas cualidades que hacen a los hombres buenos?

Miremos la vida, el amor y la fe.

Las virtudes varoniles practicadas por gente como los romanos (estoicismo, fortaleza, pietas), por los caballeros de la Edad Media (destreza, generosidad, protección de los oprimidos), e incluso por los Boy Scouts (la Ley de los Scouts con sus principios como la amistad, la cortesía, el buen humor y la valentía), independientemente de lo que algunos en nuestra época actual puedan pensar, siguen siendo parte del código de los hombres buenos.

En «¿Qué es un hombre? 3000 años de sabiduría en el arte de la virtud varonil», el profesor Waller Newell escribe: «Hay un pedigrí intacto en la concepción occidental de lo que significa ser un hombre. Honor templado por la prudencia, ambición templada por la compasión, por el sufrimiento y los oprimidos, amor restringido por la delicadeza y el honor hacia lo amado —desde Platón hasta hoy, hay una provisión común de observaciones ricamente destacadas, inmensas, con ilustraciones y confirmaciones de esta duradera y noble norma de conducta. No necesitamos reinventar la hombría. Solo necesitamos reclamarla».

Newell dedica casi 800 páginas a este tema. Si desea una versión más corta, lea el poema «Si«, de Rudyard Kipling.

Amor verdadero

Obsérve que Newell menciona «el amor restringido por la delicadeza y el honor hacia lo amado».

En una entrevista con William Bennett en «El Libro del Hombre», David Gerlernter, que sobrevivió al ataque del Unabomber y se convirtió en un firme defensor de la tradición y la familia, dijo: «Las mujeres tienen el impulso de criar y cuidar a los niños; los hombres no lo tienen, pero pueden sustituirlo por el impulso de criar y cuidar a las mujeres». Los hombres necesitan convertir su interés sexual en algo más profundo, emocional y espiritual».

En «Las películas hacen al hombre», coincidí con el punto de vista de Gerlernter: una mujer «quiere un hombre con modales y sentido del civismo, un hombre que la respete, que la ponga en un pedestal, no un pedestal demasiado grande, pero sí un pedestal. Ella quiere, en resumen, un hombre que sea a la vez gentil y varonil».

Cenizas y templos

La muerte viene por cada hombre. La forma en que nos enfrentamos a la muerte puede depender de cómo hemos vivido y en qué hemos creído.

En «Lays of Ancient Rome«, de Thomas Babington Macaulay, escribe sobre Horacio, el romano, que defendió solo, un puente de los etruscos invasores, en versos aplicables a nosotros hoy en día:

Entonces habló el valiente Horacio,
el capitán de la puerta:
«a todo hombre sobre esta tierra la
muerte llega tarde o temprano.
¿cómo puede el hombre morir mejor
que enfrentarse a terribles adversidades,
por las cenizas de sus padres
y los templos de sus dioses?».

Cualquiera que sea nuestra fe religiosa, una oración encontrada en el bolsillo de un soldado confederado desconocido, muerto al final de la Guerra Civil, nos dice que soportar y superar la adversidad es la forja del herrero para hacer hombres:

Le pedí a Dios fuerza, para poder lograrlo; me hizo débil, para poder aprender a obedecer humildemente.
Pedí salud, para poder hacer cosas más grandes; me dio enfermedad, para poder hacer cosas mejores.
Pedí riquezas, para ser feliz; me dio pobreza, para ser sabio.
Pedí poder, para tener la alabanza de los hombres; me dio la humildad, para sentir la necesidad de Dios.
Pedí todas las cosas, para poder disfrutar de la vida; me dio la vida, para poder disfrutar de todas las cosas.
No obtuve nada de lo que pedí, pero todo lo que esperaba.
Casi a mi pesar, mis oraciones no dichas fueron respondidas.
Soy, entre todos los hombres, sumamente bendecido.

Cortando en lo más profundo

Definir la virilidad es difícil, pero podemos seguir el consejo de Marco Aurelio, emperador de Roma y filósofo estoico, cuyas: «Meditaciones» permanecen impresas hoy en día. Como Alejandro Magno cortando el nudo gordiano, el rey filósofo va directo al grano con respecto a la cuestión de la virilidad:

«No pierdas más tiempo discutiendo sobre lo que un buen hombre debe ser. Sé uno».

Jovencitos, es tan simple y tan complicado como eso.

Jeff Minick tiene cuatro hijos y un creciente pelotón de nietos. Durante 20 años, enseñó historia, literatura y latín en seminarios de estudiantes de educación en el hogar, en Asheville, N.C. Hoy en día, vive y escribe en Front Royal, Va. Visite JeffMinick.com para seguir su blog.


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