El coronavirus no es la mayor amenaza que enfrentamos

Por Sebastian Gorka
29 de febrero de 2020 10:23 AM Actualizado: 29 de febrero de 2020 10:23 AM

Comentario

Mientras escribo esto, Estados Unidos ha visto solo dos casos de individuos infectados con el coronavirus de persona a persona en Estados Unidos. Pero usted no lo sabe.

Si marcianos recién desembarcados tuvieran que juzgar el tamaño de esta amenaza a nuestra nación, estarían disculpados por pensar que la Gripe Española o la Peste Bubónica ha resurgido en nuevas cepas resistentes a los antibióticos y profilácticos y que el fin de la civilización occidental está a la vuelta de la esquina.

Desde la música fatalista usada para la cobertura del virus por CNN, hasta la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, y el líder de la minoría del Senado Chuck Schumer, arremetiendo contra el presidente Trump por su supuesta mala gestión de la «emergencia» y su decisión —que aparentemente ha indignado al DNC— de hacer a su vicepresidente Pence el coordinador principal de la respuesta de nuestra nación, la impresión es un desastre.

Uno recuerda al jefe de personal del presidente Obama y el hombre del hacha, Rahm Emmanuel, y su ya inmortal frase: «Usted nunca querrá que una crisis grave se desperdicie».

Según Forbes y Statista, Estados Unidos está más preparado para hacer frente a esta o —cualquier otra amenaza similar— que cualquier otro país del mundo. Desde el tamaño de nuestra economía, hasta los expertos capacitados que tenemos a nuestra disposición, tecnología de punta, medicinas que tenemos a nuestra disponibilidad, tenemos capacidades que otras naciones solo sueñan y nunca alcanzarán.

Pero debería horrorizar a todos los estadounidenses decentes que los medios de comunicación y uno de nuestros dos partidos políticos traten de explotar tan cínicamente esta contingencia internacional tan gustosamente para su propio beneficio. Pero en realidad no debería sorprender a nadie. Dado que su actitud y comportamiento están intrínsecamente ligados a algo que realmente es una amenaza existencial para nuestra nación, una amenaza que no surgió de alguna instalación de investigación de armas biológicas en China, ni llegó a nosotros a través de un crucero. Esa amenaza es el Estado Profundo.

El Estado Profundo

Cuando me uní a la Casa Blanca de Trump, al principio, me negué incluso a usar el término «Estado Profundo», públicamente o en privado. Me pareció un territorio de sombreros de papel de aluminio. Aunque me encantan las teorías de conspiración como una forma de diversión, hay una razón por la que se llaman «teorías» y no «hechos». Pero luego experimenté el Estado Profundo de cerca y personalmente.

Primero fue sutil. Por supuesto, asistía a las reuniones del NSC en las clasificadas Instalaciones de Información Sensible Compartida (SCIF) bajo el Ala Oeste y en el edificio Eisenhower Executive. Cualquiera que fuera el tema —cómo derrotar a ISIS, la amenaza de China, cómo negociar con Rusia— vi un claro patrón.

En el nivel más alto de la política de seguridad nacional, fuera del Despacho Oval, vi el mismo comportamiento. Sin importar la duración de la reunión, una hora o más, quienquiera que estuviera en la sala y en las pantallas de las estaciones de seguridad —la CIA, la DIA, el Estado Mayor Conjunto, la NSA, etc. —nadie en la sala o en la red mencionaría el nombre del comandante en jefe, o lo que el presidente había dicho con respecto al tema específico con el que estábamos allí para tratar.

En consecuencia, me tocaría a mí, una y otra vez, al inmigrante legal con acento extranjero que estaba allí como adjunto del presidente para la estrategia, recordar a todos los involucrados cuáles eran los objetivos explícitos del presidente, ya que estaba claro que los funcionarios del GS-15 (Programa General), de Imposición Suspendida de Sentencia (SIS, por sus siglas en inglés) y Ejecución Suspendida de Sentencia (SES, por sus siglas en inglés) —colectivamente, los «profesionales»— se consideraban a sí mismos como las verdaderas autoridades en la materia. A los burócratas no electos no les importaba que 63 millones de estadounidenses hubiesen escogido un nuevo presidente y un nuevo camino para Estados Unidos— ellos eran el amo colectivo de Estados Unidos.

Entonces, después de haber esperado seis meses a que tres de mis exalumnos, que ahora eran miembros de la Comunidad de Inteligencia, fueran asignados por nombre para trabajar para mí en la Casa Blanca en un proyecto especial que yo dirigía, una acción personal que de otra manera era rutinaria y que debería haber tomado 10 días como máximo, me iluminé sobre por qué todavía no habían sido enviados a la Casa Blanca para trabajar para mí.

Un » profesional» del FBI, una de las agencias que se suponía que me había enviado su empleado hace meses —y que resultó ser un votante de Trump —me informó a puerta cerrada: «Sebastián, tiene que entender que el 7º piso del edificio Hoover [la dirección de la Agencia] ve a esta Casa Blanca como ‘el enemigo'».

Fue difícil para mí creer esto en ese momento. Pero ahora tenemos las pruebas.

Ahora sabemos que John Brennan, el director de la CIA de Obama, votó por el Partido Comunista justo antes de unirse a la CIA. Ahora sabemos que la Casa Blanca de Obama aprobó la primer operación de contrainteligencia interagencial —FBI, la CIA y la NSA— contra una campaña presidencial y luego contra una administración presidencial.

Ahora sabemos que estaban preparados, no solo para emitir múltiples órdenes de vigilancia secreta contra los miembros de la campaña Trump, sino que al menos dos de las órdenes fueron obtenidas ilegalmente. Y que, lo más grave, los agentes del FBI estaban dispuestos a falsificar los documentos de la CIA para obtener dichas órdenes y para encarcelar a un general de tres estrellas del ejército de EE.UU., el teniente general Mike Flynn.

Es sorprendente que el presidente Trump haya sobrevivido hasta ahora contra una burocracia federal tan dividida con actores sediciosos y criminales, y mucho más que haya logrado tanto en solo 3 años y medio.

Si sobrevive a las continuas maquinaciones del Estado Profundo, sus colaboradores en los medios de comunicación y es, si Dios quiere, reelegido, su mayor reto no serán los agentes biológicos naturales o artificiales del extranjero. Será el enemigo que se encuentra en los pasillos de su propio gobierno. El presidente Trump necesita agarrar al Estado Profundo por la garganta ahora mismo. Antes de que sea demasiado tarde.

El Dr. Sebastian Gorka es el exasistente de estrategia del presidente Trump, presentador del programa de radio sindicado a nivel nacional AMERICA First, www.SebGorka.com y autor del nuevo libro: «The War for America’s Soul«. Sígalo en Twitter @SebGorka.

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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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