Manaos, la capital del estado brasileño del Amazonas, vive sumida en el caos. Sus hospitales están en colapso y los servicios funerarios trabajan sin descanso ante el creciente número de víctimas por el virus del PCCh (Partido Comunista Chino), comúnmente conocido como nuevo coronavirus en la región, que oficialmente llega a los 806.
«No estábamos preparados para esto», lamentó Lenise Trindade, responsable de SOS Funeral, una iniciativa del gobierno municipal de Manaos que ofrece servicio gratuito a personas vulnerables con dificultades económicas para afrontar los costes de los servicios funerarios.
En concreto, la organización ofrece los servicios relacionados con el velatorio y el traslado de los cuerpos hasta el cementerio.
«Nos llaman y enviamos un equipo para retirar el cuerpo de la víctima, ya dotado de una urna del tamaño y el peso del fallecido. Después vamos al hospital para hacer la declaración del óbito, un trámite que ahora puede llegar a demorarse más de seis horas», detalló a Efe la directora.
Desde la llegada de la pandemia al Amazonas, a mediados de marzo, los servicios de SOS Funeral se multiplicaron, pasando de una media de 185 servicios mensuales a un total de 697 en abril.
«La diferencia es muy grande, es absurda», resumió la responsable de la entidad, quien enfatizó el exponencial aumento de óbitos en los domicilios particulares desde que el COVID-19 llegó a Manaos.
«Antes hacíamos entre ocho y doce procedimientos diarios, la mayoría en los hospitales y era muy raro hacer servicios en los domicilios», relató Trindade, quien también es directora del Departamento de Protección Social Básica de la Secretaría Municipal de la Mujer, Asistencia Social y Ciudadanía (Semasc).
Ahora, aproximadamente la mitad de los servicios ocurren en las residencias de las personales fallecidas y la media diaria ha subido a 42, aunque el mes pasado se llegó al pico de los 57 en un solo día.
Sin embargo, en contados casos se realiza un test para saber si la víctima murió por COVID-19.
Ante el incremento de víctimas mortales y la saturación de los cementerios de la ciudad, SOS Funeral hizo un «gran esfuerzo de capacitación de servidores» y necesitó «aumentar la logística».
«Tuvimos que alquilar una cámara frigorífica en el mayor cementerio de la capital», el de Nossa Senhora Aparecida, para poder «mantener allí los cuerpos, que ahora solo pueden ser enterrados al día siguiente».
El espacio, que tiene una capacidad máxima de 40 ataúdes, de momento está siendo suficiente para la entidad, que no ha superado los 36.
En abril, el número de sepelios en los cementerios públicos de la capital se multiplicó por cuatro, al pasar de una media diaria de 30 a 120, llegando así al borde del colapso.
«En aquel momento percibimos un apagón», pero hoy los entierros bajaron «a unos 100 cada día» y «conseguimos aumentar el estoque de ataúdes», explicó a Efe Manuel Viana, presidente del sindicato de empresas funerarias del estado del Amazonas.
A pesar de tener poco más de 1.000 ataúdes en existencia, que podrían durar unos diez días, los cementerios de Manaos «no corren riesgo de desabastecimiento» porque, según Viana, deben llegar alrededor de 2.000 el próximo 10 de mayo.
«Son urnas que vienen de empresas privadas», detalló el presidente del sindicato, quien recordó que el Gobierno brasileño desestimó su demanda de mandar un avión a Manaos con 2.000 ataúdes.
La mayor preocupación de Viana es ahora la posibilidad de poner al límite los servicios funerarios del interior del estado, que ve aumentar cada día las víctimas de COVID-19.
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