Comentario
Recientemente escribí sobre la Guerra Fría que está surgiendo entre Estados Unidos y China. La verdad es que el Partido Comunista Chino (PCCh) ha estado compitiendo con Estados Unidos desde la confrontación durante al menos las últimas dos décadas.
Esto no es una noticia de último momento, aunque a los opositores políticos del presidente Trump les guste fingir que lo sea.
¿Socio estratégico o competidor estratégico?
En el año 2000, incluso antes de asumir la presidencia, George W. Bush calificó a China como un «competidor estratégico«. Este fue un cambio sustancial respecto de la administración Clinton, que se refirió a China como un «socio estratégico». Sin embargo con los atentados del 11 de septiembre, cualquier cambio de política que pudiera haber ocurrido fue archivado mientras la administración Bush enfocaba sus esfuerzos en la guerra contra el terrorismo.
Después de Bush, la naturaleza fundamental de la relación de Washington con Beijing continuó en el camino de la «normalización» bajo la administración de Obama. El coloso asiático estaba más o menos de acuerdo con las premisas básicas del orden liberal internacional que fueron la base de las políticas económicas de Estados Unidos hacia China. Esencialmente, se suponía que cuanto más se comprometería Estados Unidos con China, más se parecería el país comunista más grande del mundo a los Estados Unidos, para convertirse en una sociedad abierta y liberal.
Como el mundo sabe, China floreció bajo esas premisas, siendo testigo de su rápido y tremendo desarrollo económico y tecnológico. Al mismo tiempo, dos décadas de una relación comercial desequilibrada entre Estados Unidos y China a favor del país asiático, han socavado metódicamente el sector manufacturero estadounidense.
Y nuestra actitud relajada también resultó en que China pudo penetrar con éxito en el sector de alta tecnología en Silicon Valley, y en otras áreas centradas en la investigación de Estados Unidos. China ha ganado cientos de miles de millones de dólares en tecnología y propiedad intelectual cada año a través de las transferencias forzadas o los robos.
Una Guerra Fría contra la mayor parte del mundo
Obviamente, los Estados Unidos estuvieron muy equivocados en su enfoque liberal internacionalista. Y exageró su apuesta al sobrestimar su capacidad de influir en la dirección política interna de China y en el desarrollo del mercado a través de acuerdos comerciales altamente favorables. En resumen, a medida que China se hizo rica, se esperaba que se adaptara al orden establecido liderado por Estados Unidos, y no que trabajara diligentemente para derrocarlo.
Por lo tanto, en todo el sentido de la palabra, China ha estado librando una Guerra Fría contra Estados Unidos desde el año 2000. Pero esta nueva Guerra Fría va mucho más allá de Estados Unidos; China está en Guerra Fría con la mayor parte del resto del mundo.
Sucede que solo después de que Donald Trump asumiera la presidencia, Estados Unidos, al igual que el resto del mundo, despertaron a esta nueva realidad. Por supuesto, los expertos y los políticos que no están de acuerdo con el enfoque del presidente para frenar las ambiciones de China, condenan sus políticas actuales. Piden un retorno a las relaciones «normales» con China, que incluyen el fin de la actual guerra comercial y restablecer la capacidad para el ascenso de China a expensas de Estados Unidos.
Pero ese barco ya zarpó.
Desacoplamiento consciente
Hay varias dinámicas en juego que están trabajando en contra de un acercamiento entre Estados Unidos y China. Una es que las actitudes globales han cambiado muy dramáticamente en contra de China. Eso solo se produjo debido a la guerra comercial y a las declaraciones públicas de Trump de esa política al resto del mundo. Empresas de todos los tamaños ahora están huyendo de China y Hong Kong en busca de otros lugares menos conflictivos. Europa es un destino de primer orden.
Una parte crítica de esa diáspora de negocios es una nueva y profunda sospecha que Estados Unidos y, en gran medida, los europeos albergan ahora con respecto a China. La guerra comercial ha tenido su impacto, sin lugar a duda, y continúa haciéndolo. Los aranceles hacen que operar en China sea mucho más caro. Y cuando se trata de crear confianza entre ellos y sus socios comerciales, el Partido Comunista Chino (PCCh) lo que carece en imparcialidad diplomática, lo compensa con su arrogancia y traición.
Por ejemplo, la incorporación deliberada de spyware de China en los equipos de infraestructura de red de Huawei que se han desplegado en todo el mundo revela intenciones mucho más oscuras que simplemente las de ganar dinero o incluso capturar una mayor cuota de mercado. De hecho ha dado a Trump mucha tela para cortar y acusaciones sobre las intenciones nefastas de parte de China.
El desprecio de China por Occidente tiene enormes implicaciones estratégicas para gran parte del mundo, pero especialmente para Estados Unidos y Europa. De hecho, los Estados Unidos se están desacoplando conscientemente de China.
¿China quiere desacoplarse?
Lo que es muy interesante acerca de la guerra comercial y sus presiones es que en realidad puede estar teniendo el efecto contrario en los políticos chinos. En realidad, puede que no quieran hacer ningún acuerdo con Estados Unidos, prefiriendo el desacoplamiento de Estados Unidos sin importar quién se sienta en el Despacho Oval.
Este desenlace sorprendente proviene de Wang Huning, un asesor político clave en el círculo íntimo del PCCh. Huning escribe en el sitio web Qiushi, la fuente oficial del pensamiento político e ideológico del PCCh. Se cree que tiene una gran influencia en la perspectiva y la planificación estratégica del líder chino Xi Jinping.
En un ensayo de junio, Huning argumenta:
- La guerra comercial entre Estados Unidos y China se trata solo de desequilibrios comerciales.
- Estados Unidos es una superpotencia económica y tecnológica que busca mantener a China subordinada.
- La propiedad intelectual es esencialmente inexistente y todos los países tienen el derecho moral de acceder a ella.
Hay otros puntos de vista sobre el pensamiento de los responsables de la toma de decisiones del PCCh, pero el resultado es que China no tiene intenciones de cambiar su comportamiento ni de ceder a las presiones de la guerra comercial. De hecho, su pensamiento es justamente lo contrario. El PCCh considera que su obligación ideológica moral es contrarrestar a Estados Unidos en su hegemonía, y continuará haciéndolo de cualquier manera que pueda.
Además, según Steve Dickinson de The China Law Blog, «es un error asumir que el presidente Xi no está dispuesto a ver a China sufrir un segundo desacoplamiento». El primer desacoplamiento de China fue de la Unión Soviética en 1966, lo que desencadenó la inmensa y destructiva Revolución Cultural de Mao Zedong.
¿Puede China permitirse desacoplarse de EE.UU.?
Hay grandes diferencias, por supuesto, entre la China de Mao y la de hoy. Por un lado, China es ahora una potencia económica, militar y tecnológica mucho más formidable, con armas para esgrimir ante la presencia de Estados Unidos en el Mar de China, Taiwán, Hong Kong, las provincias occidentales y otros lugares. Si Beijing se moviera contra Taiwán o Hong Kong, significaría un posible retroceso de Estados Unidos. Esto ampliaría la conversación considerablemente.
Por otra parte, los 1.400 millones de ciudadanos de China tienen poca consideración por las obligaciones ideológicas o morales para soportar otra temporada de privaciones. Con alrededor de 400 millones de personas en la clase media que se han acostumbrado a la prosperidad, parece poco probable que lo dejen pasar sin luchar.
Es más, muchos cientos de millones más que viven en la pobreza no tendrán mucho que perder al rebelarse contra las dificultades impuestas por el régimen. Los ciudadanos enojados que luchan pueden representar una amenaza mucho mayor para el PCCh que los aranceles de Trump.
Tal vez el Partido encuentre la sabiduría para proceder con cautela. Ya se están desacoplando de sus propios ciudadanos, lo que puede llevar a la fractura del país por razones económicas y étnicas. Una segunda «Revolución Cultural» podría ser el final del PCCh. El desacoplamiento de Estados Unidos tampoco será fácil para el gigante asiático.
James Gorrie es un escritor y conferencista radicado en el sur de California. Es el autor de «La crisis de China».
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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