Comentario
El presidente Joe Biden tenía razón en su discurso a la nación sobre nuestra retirada de Afganistán, en el sentido de que un largo legado de participación estadounidense en ese país le precedía.
Pero en general, tanto en política interior como exterior, cualquier nuevo presidente hereda realidades que le preceden. La cuestión a la que se enfrentan todos los presidentes es qué principios y políticas pondrán en marcha para hacer frente a estas realidades existentes que definirán su administración.
Lo más claro ahora es que la retirada de Estados Unidos de Afganistán está rodeada de una percepción de confusión, debilidad y humillación.
Para cualquiera que crea que nuestra nación debería ser un faro de fortaleza para la libertad en el mundo, ese faro se ha visto profundamente dañado.
Según The Jerusalem Post, estas son las naciones que más se beneficiarán de este momento: Qatar, Rusia, China, Pakistán, Turquía e Irán. Según el Post, «la mayoría de estos países han acogido a los talibanes o los han respaldado tácitamente».
En otras palabras, esta ronda ha sido ganada por fuerzas del mundo para las que la libertad no es un valor.
En sus declaraciones, Biden dijo: «Fuimos a Afganistán hace casi 20 años con objetivos claros: atrapar a los que nos atacaron el 11 de septiembre de 2001 y asegurarnos de que Al Qaeda no pudiera utilizar Afganistán como base desde la cual atacarnos de nuevo».
Esto es inexacto. Meses después del ataque del 11 de septiembre de 2001, el presidente George W. Bush definió una estrategia de represalias en dos vertientes en su discurso sobre el Estado de la Unión. Una, «cerrar los campamentos terroristas, desbaratar los planes terroristas y llevar a los terroristas ante la justicia». Esto se logró con nuestra exitosa incursión militar en Afganistán.
La segunda, «Debemos impedir que los terroristas y los regímenes que buscan armas químicas, biológicas o nucleares amenacen a Estados Unidos y al mundo».
Bush señaló acertadamente que Afganistán no podía ni puede considerarse aisladamente de las fuerzas del mundo que nos odian y odian nuestros ideales. Esta humillación de nuestra nación en la actual retirada de Afganistán consolida esas fuerzas.
Aunque Biden decidió continuar el proceso de retirada de Afganistán, revirtió la retirada del presidente Donald Trump del acuerdo con Irán, y el acuerdo de Biden fortalece a Irán en lugar de debilitarlo y crea un camino que lleva a la capacidad nuclear de esta peligrosa y amenazante nación.
Pero lo más crítico es apreciar que no podemos tener éxito en la defensa de nuestra nación en el extranjero si en casa no tenemos claro quiénes somos.
El presidente Ronald Reagan observó: «Aunque la fuerza militar de Estados Unidos es importante… siempre he mantenido que la lucha que se libra ahora por el mundo nunca se decidirá por bombas o misiles, por ejércitos o por poderío militar. La verdadera crisis a la que nos enfrentamos hoy es espiritual; en el fondo, es una prueba de voluntad moral y de fe».
A nuestros enemigos, según Reagan, «hay que hacerles entender: Nunca comprometeremos nuestros principios y valores. Nunca cederemos nuestra libertad. Nunca abandonaremos nuestra creencia en Dios».
Es aquí donde la credibilidad de Biden queda tan profundamente cuestionada.
Bajo el liderazgo de esta administración, los valores que los estadounidenses siempre han conocido de proteger la libertad individual y proteger a los estadounidenses temerosos de Dios —ciertamente aquellos que entienden esto como cristianismo— están en un terreno históricamente inestable.
La cultura de la cancelación y lo woke limitan nuestra capacidad de hablar y dirigir nuestras vidas privadas y negocios libremente. Los valores que han sostenido el matrimonio y la familia y que protegen al no nacido se han debilitado peligrosamente.
La expansión e incursión del gobierno en la vida privada no tiene precedentes. Según John Cogan, de Hoover Institution, si los planes de Biden se convierten en ley, «por primera vez en la historia, más de la mitad de los estadounidenses recibirían subsidios de desempleo».
¿Cómo podemos esperar un liderazgo en Afganistán o en cualquier otro lugar en el extranjero para estos valores estadounidenses, cuando no lo vemos en el país?
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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