La física cuántica enfrenta a quien lo descubra, a uno de los enigmas más perdurables que ofrece la ciencia moderna, lo que el renombrado físico Richard Feynman describió como «el único misterio». El nombre que se le dio —el experimento de la doble rendija— suena mucho más sencillo que su enigma.
Este experimento se volvió más misterioso ahora con las investigaciones que revelan una extraña conexión entre la mente y la materia y cómo prácticas mentales como la meditación pueden incluso influir en los fenómenos cuánticos.
Pero empecemos por revisar ese experimento fundacional que nos lanzó a este nuevo paradigma post-newtoniano del mundo cuántico.
El experimento de la doble luz
Una forma de explicar este enigma sería empezar por su contraparte de una sola rendija: Intente imaginar un haz de fotones (partículas de luz) que se dispara en una caja a prueba de luz a través de una sola rendija, y luego golpea un pedazo de papel fotográfico en el interior. ¿Qué aparecería sino un patrón que coincidiera con esa rendija en el papel, tal y como cabría esperar? La exposición sería más fuerte en los lugares donde una línea recta emana de la fuente de luz, pasa por la rendija y toca el papel. Naturalmente, parte de la luz se dispersaría aleatoriamente hacia los lados, haciéndose más tenue y escasa cuanto más lejos, ya que las partículas de fotones tienden a disparar en línea recta, no hacia los lados; no obstante, estos valores atípicos son predecibles. Los bordes exteriores del papel aparecerían menos expuestos. Este patrón es justo lo que se espera de un haz de luz que brilla a través de una rendija: como pequeñas balas, los fotones salen disparados como partículas. Aquí no hay nada extraño.
Lo extraño aparece cuando se introduce una segunda rendija. La luz disparada a través de dos rendijas produce un patrón totalmente diferente e inesperado; la razón de esto rompe el viejo paradigma científico. Como la única rendija producía una exposición, ahora cabría esperar dos exposiciones pero, curiosamente, no es eso lo que ocurre. En su lugar, aparecen múltiples bandas, de diferentes intensidades y con espacios intermedios, que abarcan todo el ancho del papel; no siguen líneas rectas como antes, sino que se disparan en todos los ángulos diferentes. Esto es reconocido por la ciencia como un «patrón de interferencia», pero no es algo que produzcan las partículas (como pequeñas balas disparando a través del espacio). En absoluto. Los patrones de interferencia son causados por las ondas (la playa en lugar de las balas), que no son partículas, y cuando múltiples ondas se cruzan, se multiplican o se anulan entre sí en varios intervalos, generando tales patrones. Los fotones siempre se consideraron partículas; de alguna manera, el experimento de la doble rendija hizo que dejaran de actuar como tales y se comportaran como ondas.
Al ver esto, los científicos quedaron desconcertados. Las partículas no son ondas. Las ondas no son partículas. Las balas son balas. La playa es la playa. Algo faltaba en el viejo paradigma newtoniano.
Así que empezaron a examinar más de cerca lo que ocurría entre la fuente de luz y el papel. Probaron disparar fotones individuales de uno en uno a través de las rendijas, sin saber en qué rendija entraría, y sorprendentemente todavía acabaron con un patrón de interferencia. Esto es sorprendente porque uno esperaría que el fotón tuviera que «elegir» una u otra rendija para entrar y golpear el papel; ¿cómo podría entrar por ambas rendijas, como una onda, y luego multiplicarse para producir este patrón? De alguna manera, el fotón individual evitaba «elegir» como lo harían las partículas. Los científicos estaban perplejos, así que miraron aún más de cerca.
Se acercaron para espiar íntimamente cada fotón y saber con seguridad por qué rendija había entrado. Y ocurrió algo sorprendente: El propio acto de mirar parecía provocar un cambio en el patrón. Desapareció el patrón de interferencia, en su lugar aparecieron dos exposiciones en racimo, ¡como cabría esperar de las pequeñas balas que pasan volando, como en el primer experimento! ¿Qué pudo haber causado esto?
Algunos teorizan que cierta materia (por ejemplo, los fotones) no ocupa a veces un solo lugar en el espacio y el tiempo, sino múltiples lugares potenciales. Entonces, bajo ciertas condiciones, «elige» un lugar u otro y aparece en nuestro espacio-tiempo desde el mundo cuántico. Ocurre que los fotones en ese no-estado adoptan una forma de onda, no de ondas materiales, sino de ondas de probabilidad: dónde es más probable que aparezca la partícula. También ocurre que el acontecimiento de la observación -un acontecimiento cuántico- desencadena el colapso de esas probabilidades, haciendo que la partícula surja aquí en este lado. Por fin, la conciencia se unió a la ecuación de la materia. Se descubrió que el universo es mucho más misterioso de lo que Newton había soñado.
La física cuántica no se ajusta al modelo de la física clásica, que prevaleció durante siglos: donde la materia y la mente están siempre separadas la una de la otra. En el mundo cuántico, el observador consciente y objetivo pierde su objetividad, pues el propio acto de observación distorsiona los resultados.
Para entender mejor cómo la mente puede afectar a la materia, algunos científicos pasaron a probar las capacidades de la mente. ¿Qué mejor manera de ver estas interacciones cruciales que sacando el viejo experimento de la doble rendija para hacer otra prueba?
Experimento: Los poderes mentales de los meditadores son estadísticamente significativos
Dean Radin y sus colegas llevaron a cabo una serie de experimentos para explorar cómo la mente puede afectar a la materia. En sus pruebas, primero se familiarizó a los participantes con el experimento de la doble rendija mostrándoles un dibujo animado de 5 minutos; después se les llevó a una sala de acero blindada eléctricamente, se sentaron a unos metros de un aparato de doble rendija y se les dieron instrucciones para que intentaran, en el momento en que se les indicara, influir en el haz de luz utilizando solo su mente.
Durante periodos asignados al azar, que duraban entre 15 y 30 segundos, se pedía a los participantes que se sentaran sin hacer nada o que intentaran influir en el aparato. Cada sesión duró unos 15 minutos. Comprobaron que durante los periodos en los que los participantes se concentraban en el aparato, los patrones de interferencia aparecían con una frecuencia significativamente menor en comparación con los que se producían cuando el aparato estaba activo sin que nadie estuviera presente. La concentración humana, al parecer, marca la diferencia.
En cuanto a los controles, controlaron factores como el blindaje eléctrico, la temperatura y la vibración, ninguno de los cuales podía explicar los resultados. Radin y sus colegas también examinaron cómo las fluctuaciones del campo geomagnético de la Tierra afectaban a los datos, ya que estudios anteriores demostraron que las variaciones magnéticas están relacionadas con determinados comportamientos humanos (por ejemplo, la actividad bursátil, los suicidios, la salud cardíaca, los experimentos sobre percepción extrasensorial, etc.). Comprobaron que los experimentos no estaban descontados por dichas variaciones, aunque sí contribuyeron a los resultados, afirmando los impactos que tienen dichas influencias.
Para ver tales resultados por casualidad, determinaron, habría que realizar el mismo conjunto de experimentos 150,000 veces, mientras que la mayoría de los estudios de psicología considerarían que 1 de cada 20 es un resultado válido.
La capacidad mental de concentración, revelaron, fue clave en los resultados de los experimentos; la atención focalizada afecta a la naturaleza de la luz, determinando si los fotones se comportan como ondas o partículas. Además, los participantes que tenían experiencia en la meditación mostraron una capacidad considerablemente mayor para afectar a los patrones, los que no meditaban no mostraron impactos estadísticamente significativos. La evidencia estadística habla por sí misma: la meditación puede desempeñar un papel en la catalización de eventos cuánticos.
Lo cual plantea una serie de nuevas preguntas: ¿Cuál es precisamente la conexión entre la atención focalizada y los fenómenos cuánticos? ¿En qué se diferencian los meditadores de los que no meditan? ¿Cómo se obtienen estos resultados con la concentración? ¿Importa el volumen de práctica o el grado de dominio? Si es así, ¿en qué medida? ¿Cómo pueden afectar ciertos métodos o técnicas de meditación a los resultados? El camino se está allanando, muy posiblemente, hacia un nuevo mundo científico en el que la mente y la materia son una misma cosa.
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