Es inquietantemente tranquilo un domingo en Nueva York. Las pandemias tienen ese efecto, estoy aprendiendo. Estamos en medio de la pandemia infecciosa más perturbadora en generaciones. Muchos de nosotros enfrentamos una pérdida y un dolor indescriptibles.
Soy cardiólogo con 25 años de experiencia. Mentiría si dijera que no estoy preocupado. Mis pacientes están inmunocomprometidos. Son los sobrevivientes de la cirugía cardíaca, los que viven con miocarditis y luchan contra la insuficiencia cardíaca. Las personas que trato son más vulnerables a morir por COVID-19.
Entonces te sorprenderás cuando te diga que sigo siendo optimista. Hay evidencia a nuestro alrededor de un lado positivo de esta amenaza global para la salud humana.
Ante la muerte, nuestras prioridades cambian. Elegimos no dejar que las tonterías, los conflictos innecesarios y el odio interfieran con nuestro precioso tiempo juntos. Como solo los trabajadores esenciales dejan sus hogares para trabajar, ahora tenemos la excusa legítima para bajar rápido del recorrido del tren: de las reuniones, ejercicios en el gimnasio, chofer de niños y levantarse temprano para volver a hacerlo.
En cambio, nos estamos reconectando con nuestros seres queridos: en la mesa de la cena, a través de chats de video, en caminatas (manteniéndonos a seis pies, 1.80 m. de distancia). Se nos recuerda por qué los amamos. Apreciamos lo que compartimos en común. Estamos hablando más que tuiteando. Abrazando a nuestras mascotas. Vigilando a los vecinos.
Vi cervatillos y nidos de renacuajos en los arroyos de la montaña. Los niños se conectaron con las cascadas y a los senderos invernales, experimentando la vida real, no la virtual, con los ojos muy abiertos y maravillados.
Muchos de mis pacientes son bebés. Sus madres están aterrorizadas. ¿Es seguro amamantar? ¿Está bien abrazarse? ¿Qué pasa si se enferman? Les explico que amamantar es beneficioso para el sistema inmunitario. Su leche proporciona importantes factores inmunes, incluidos los anticuerpos contra enfermedades para defenderse de los virus respiratorios e intestinales. La Liga de La Leche y la Organización Mundial de la Salud alientan a todas las madres a amamantar. Cuando volvemos a la naturaleza, nuevamente nos sorprende lo que tiene para ofrecer.
«¿Vale la pena?». Los vecinos, colegas y pacientes quieren saber. Están abrumados por el distanciamiento social, el aislamiento y la impotencia. Sienten la inmensidad de la situación, desanimados por la idea de que no tienen un control real sobre los aspectos sociopolíticos de sus vidas.
Les digo que no se asusten, que mantengan el rumbo, que respiren. Incluso si no logramos aplanar la curva con éxito, es la esencia misma de intentar lo que realmente importa. Estamos dando testimonio de que nuestro contrato social todavía tiene valor. Esta reafirmación no tiene precio.
Mi vieja amiga es administradora de enfermería en centros de atención a personas mayores. Tenía que notificar a las familias que, para evitar la propagación involuntaria del coronavirus a los hogares de ancianos, ya no podían visitar a los ancianos.
No queriendo estar aislados, muchos residentes se fueron a casa con sus familias. La evidencia anecdótica sugiere que las personas mayores que viven entre sus seres queridos han tenido mejores resultados que aquellos que han permanecido en hogares de ancianos. Tienen más movilidad y más apetito. Están tomando menos antidepresivos, lo que requiere menos visitas al médico.
Les brinda una reestructuración significativa de las formas de vida de los adultos mayores una transformación estructurada e inspirada en los países de Asia. Otro lado positivo del encierro: los adultos mayores experimentan una mejor calidad de vida cuando comparten con sus familias en el mismo hogar.
Hay más ventajas: A medida que nos sometemos a este experimento natural forzado, nuestro aire, agua y tierra se están aclarando. La disminución de la actividad humana está resultando en menos niveles de contaminantes generados por el hombre. Con cielos más claros, nuestros problemas respiratorios mejoran y comprendemos el poder que tenemos como colectivo. En lugar de volver al smog y a la contaminación, podemos hacer cambios para mantener el medio ambiente limpio y saludable.
La colaboración internacional se ha vuelto necesaria. Para luchar contra este enemigo común, estamos compartiendo datos médicos y de salud pública entre Asia, Europa y Estados Unidos. Juntos tenemos más poder que de forma aislada. Científicos de diversos países están combinando su capacidad intelectual para encontrar una cura y desarrollar una vacuna segura y efectiva. Una vez que lo hayan hecho, juntos aplicaremos estos descubrimientos de manera responsable y adecuada para calmar la pandemia actual y disminuir la potencia futura del virus.
Lo mejor de todo es que todos nos estamos volviendo más humildes. Nuestra humildad es nuestra fuerza. Sin orgullo, podemos estar abiertos a soluciones poderosas y creativas para los problemas de salud y socioeconómicos que todos compartimos en este momento.
La importancia de la comunidad, la familia y el mundo natural. Si aprendemos estas lecciones juntos, promoveremos no solo la prosperidad para algunos, sino también la supervivencia para todos.
El Dr. Eric Fethke es cardiólogo pediatra, autor y asesor legal en Nueva York desde hace 22 años. Recibió su Licenciatura en la Universidad de Princeton y su título medico en la Universidad de Columbia. Ha enseñado a estudiantes de medicina y residentes en Columbia, Albert Einstein y ahora en la Universidad Touro.
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