El microbioma puede estar relacionado con la demencia senil, el Parkinson y la EM

La salud de los microbios en su estómago podría ser un factor decisivo en su bienestar neurológico a largo plazo

Por LYNNE A BARKER Y CAROLINE JORDAN
30 de diciembre de 2020 8:52 PM Actualizado: 30 de diciembre de 2020 8:52 PM

Dentro de nuestro cuerpo y en nuestra piel, existen trillones de bacterias y virus como parte de complejos ecosistemas llamados microbiomas. Los microbiomas juegan un papel importante en la salud y la enfermedad de las personas, e incluso nos ayudan a mantener un metabolismo y un sistema inmunológico saludables. Uno de los microbiomas más importantes de nuestro cuerpo es el microbioma intestinal. Éste nos ayuda a mantener el bienestar general al ayudarnos a absorber todas las vitaminas y minerales de los alimentos que comemos.

Pero cuando el equilibrio de nuestro microbioma intestinal se ve alterado —por ejemplo por el estrés, las enfermedades o una dieta deficiente— no solo puede generar problemas digestivos e intestinales, sino que también se ha relacionado con la obesidad, la diabetes y, sorprendentemente, con trastornos cerebrales. Esto nos muestra que podría ser el momento de mirar fuera del cráneo para entender la causa de algunas enfermedades cerebrales.

Nuestro intestino y cerebro están estrechamente conectados. Se comunican entre sí a través del sistema conocido como el eje intestino-cerebro (o cerebro-intestino). Este eje influye en la actividad del sistema digestivo y juega un papel importante en el apetito y en el tipo de comida que preferimos consumir. Está compuesto por células cerebrales (neuronas), hormonas y proteínas que permiten al cerebro enviar mensajes al intestino (y viceversa).

Se sabe que el eje intestino-cerebro juega un papel en el síndrome del intestino irritable, la enfermedad celíaca y la colitis. Las señales de estrés del cerebro pueden influir en la digestión a través de este eje, y el intestino también puede enviar señales que influyan de forma similar en el cerebro. Los microbios intestinales parecen desempeñar un papel clave en el envío y recepción de estas señales.

Una forma en que lo hacen es haciendo proteínas que llevan mensajes al cerebro. El microbioma también puede influir en la actividad cerebral a través del nervio vago, uno de los 12 pares de nervios craneales del cerebro. Este nervio serpentea a través del cuerpo conectando los órganos internos, incluyendo el intestino, con el tronco encefálico en la base del cerebro. De esta forma, el nervio vago proporciona una vía física entre el intestino y el cerebro, permitiendo una ruta diferente a las vías químicas del eje intestino-cerebro para la comunicación entre el cerebro y el intestino. A través de esta conexión, un microbioma no sano puede transmitir patógenos dañinos y proteínas anormales al cerebro, donde pueden propagarse.

Disbiosis

Cuando el microbioma se desequilibra, el primer signo suele ser un problema digestivo, conocido como disbiosis intestinal. Los síntomas pueden incluir inflamación intestinal, fugas en el intestino (donde la pared intestinal comienza a debilitarse), estreñimiento, diarrea, náuseas, distensión abdominal y otros cambios metabólicos basados en el intestino. La respuesta inmunológica y las funciones corporales normales como el hígado, el corazón y el riñón también pueden verse perjudicadas por la disbiosis. La disbiosis se puede revertir dependiendo de la causa. Por ejemplo, un fallo estomacal o una dieta deficiente pueden arreglarse más fácilmente que una enfermedad o dolencia como el cáncer, la obesidad o la diabetes.

Los científicos han investigado el impacto de la disbiosis en diferentes trastornos neurológicos, incluyendo el Alzheimer, el Huntington, la enfermedad de Parkinson y la esclerosis múltiple, y las primeras investigaciones encontraron un vínculo entre ambos. Por ejemplo, los investigadores descubrieron que la disbiosis intestinal, a menudo como estreñimiento, es común en los pacientes con la enfermedad de Parkinson. Los problemas intestinales pueden estar presentes varios decenios antes de que aparezcan los síntomas típicos, y hay pruebas que demuestran que el microbioma se altera en las primeras etapas de la enfermedad. Las investigaciones también muestran que la mezcla de especies bacterianas presentes en el intestino es diferente en comparación con las personas que no padecen la enfermedad.

La disbiosis intestinal, en forma de diarrea y estreñimiento, también se asocia con la esclerosis múltiple (EM). Los investigadores han descubierto que los pacientes con EM tienen un microbioma diferente en comparación con los que no tienen la enfermedad. Otras investigaciones han encontrado que los pacientes con condiciones similares a la demencia senil, incluyendo el deterioro cognitivo leve y la enfermedad de Alzheimer, tienen disbiosis en comparación con aquellos que no tienen problemas de memoria.

Todas estas primeras investigaciones sugieren que la alteración del microbioma contribuye al desarrollo de trastornos neurológicos al afectar negativamente al eje intestino-cerebro. Lo hace transmitiendo proteínas y patógenos anormales a lo largo de la ruta del nervio vago. Sin embargo, aún no se conoce la causa inicial de la alteración del microbioma en las personas con trastornos neurológicos.

Pero como nota positiva, nuestro microbioma intestinal puede ser modificado. Un estilo de vida que incluya el ejercicio diario, una alimentación rica en fibra, y un estrés limitado, el uso de alcohol y el tabaquismo, pueden reforzar la salud de los microbiomas. El uso de un probiótico también puede ayudar.

Actualmente no se sabe si el uso diario de probióticos puede ayudar a prevenir enfermedades neurológicas, que es algo que estamos investigando. Somos el primer equipo en investigar el uso de probióticos en pacientes con enfermedad de parkinson para estudiar su microbioma antes y después de su uso.

A medida que nuestro conocimiento aumenta, las terapias dirigidas al microbioma podrían presentar una nueva forma de tratar o minimizar las enfermedades. El uso de probióticos es una propuesta prometedora porque hay pocos efectos adversos, es probable que los medicamentos se absorban mejor en un ambiente intestinal más saludable, es menos complicado que cambiar la dieta, y es rápido y fácil de implementar. Es pronto y todavía hay mucho que aprender, pero según las investigaciones actuales parece que la salud de los microbiomas intestinales está más íntimamente ligada a la salud de nuestro cerebro de lo que imaginamos.

Lynne A Barker es profesora asociada de neurociencia cognitiva en la Universidad de Sheffield Hallam en el Reino Unido, y Caroline Jordan es psicóloga en el Centro de Ciencias del Comportamiento y Psicología Aplicada de la Universidad de Sheffield Hallam. Este artículo se publicó por primera vez en The Conversation.


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