Érase una vez una gata y un mono que vivían como mascotas en la misma casa. Eran grandes amigos y constantemente hacían todo tipo de travesuras juntos. En lo que parecían pensar más que en cualquier otra cosa era en conseguir algo de comer, y no les importaba mucho cómo lo conseguían.
Un día estaban sentados junto al fuego, viendo cómo se asaban unas castañas en el hogar. La cuestión era cómo conseguirlas.
«Me encantaría conseguirlas», dijo el astuto Mono, «pero tú eres mucho más hábil para estas cosas que yo. Sácalos y los dividiré entre nosotros».
La gatita estiró la pata con mucho cuidado, apartó algunas de las cenizas y retiró la pata muy deprisa. Volvió a intentarlo, y esta vez sacó media castaña del fuego. Una tercera vez y sacó la castaña. Lo repitió varias veces, chamuscándose la pata. Tan rápido como sacaba las castañas del fuego, el mono se las comía.
Entonces entró el amo y se escaparon los sinvergüenzas, la gata con una pata quemada y sin castañas. A partir de ese momento, dicen, la gata se contentó con ratones y ratas y tuvo poco que ver con el mono.
El adulador busca algún beneficio a su costa.
Esta fábula está reproducida del eBook del Proyecto Gutenberg «Esopo para niños» (1919).
Esopo (c. 620–564 a.C.) fue un narrador griego al que se le atribuyen varias fábulas que ahora se conocen colectivamente como “fábulas de Esopo”. Sus cuentos, con su valor moral, han influido durante mucho tiempo en nuestra cultura y civilización, contribuyendo no sólo a la educación y la formación del carácter moral de los niños, sino también, con su atractivo universal. También han contribuido a la autorreflexión de los adultos que han elegido abrazar las virtudes o prestar atención a las advertencias que contienen.
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