El olfato: olfateando este sentido olvidado

Nuestro sentido del olfato tiene una función especial, una conexión única con el cerebro

Por Conan Milner
04 de marzo de 2021 7:31 PM Actualizado: 04 de marzo de 2021 7:31 PM

Nuestra capacidad de ver, oír, tocar, saborear y oler nos ofrece cinco formas diferentes de experimentar el mundo. Pero damos prioridad a unos sentidos más que a otros.

Para la mayoría de nosotros, la visión es lo principal, después está el oído. El olfato suele estar al final de la lista.

Nuestras posesiones incluso pueden superar este sentido innato. En una encuesta se le pidió a 7000 personas de entre 16 y 30 años que eligieran solo dos necesidades de entre una lista de artículos: cosméticos, un auto, un pasaporte, su teléfono y su propio sentido del olfato. Aproximadamente la mitad eligió sacrificar el olfato.

Quizá sea porque el olfato desempeña un papel bastante secundario en la vida moderna. A diferencia de nuestros antepasados, pocos podríamos identificar o interpretar los sutiles olores que se encuentran en la naturaleza.

Wendy Gardner, aromaterapeuta del Reino Unido, afirma que el olfato puede ser nuestro sentido más primario. Por ejemplo, los recién nacidos utilizan el olor para vincularse con sus madres. Pero Gardner cree que hemos perdido mucha información que el olfato debía proporcionar.

«Lo utilizábamos para encontrar comida, encontrar el camino de regreso a casa, evitar a los depredadores (se puede pensar en lo mal que huelen los leones en el zoológico, caramba), para saber cuándo otro humano era una amenaza (el miedo libera un determinado olor) o para encontrar una pareja de modo que nuestros genes combinados tuvieran la mejor oportunidad de sobrevivir», dijo Gardner. «[Ahora] los perfumes y la loción para después de afeitarse tapan los olores naturales, así que seleccionar una pareja de esa manera ahora es complicado».

Todos tenemos olores que nos gustan y otros que despreciamos. Para nuestros antepasados, este sentido era esencial para sobrevivir. Hoy, el olfato se ha convertido en algo casi trivial. Un ejemplo frívolo es una estrategia de marketing llamada «smell branding» («marca olfativa»). De la misma manera que un logotipo da reconocimiento visual a una empresa, el smell branding se conecta con los consumidores a través de la nariz.

Se ha demostrado que los clientes expuestos al aroma de una empresa aumentan significativamente su tiempo de compra.

Pero el año pasado, el sentido del olfato se reconectó con sus raíces de supervivencia. Ante la evidencia de que la pérdida del olfato es un signo confiable de haber contraído el COVID-19, muchos empezaron a vigilar este sentido más de cerca.

Pérdida de olfato

El COVID-19 no es la única enfermedad que provoca la pérdida del olfato (también conocida como anosmia). Un estudio de 2017 del Journal of the American Geriatrics Society descubrió que la falta de capacidad olfativa en adultos mayores de cognición normal identificaba de forma consistente a aquellos que sufrirían la enfermedad de Alzheimer más adelante. Los investigadores están desarrollando una prueba olfativa de diagnóstico económica y fiable (el olor elegido es la mantequilla de maní) para identificar un inicio temprano de la enfermedad.

La pérdida de olfato también está asociada con el Parkinson y la esclerosis múltiple, lo que sugiere una grave relación entre nuestra capacidad olfativa y la función cerebral. Sin embargo, en el caso de la COVID-19, la pérdida de olfato parece ser un síntoma menor.

Aunque todos hemos experimentado una anosmia temporal debido a la congestión durante un resfriado o una alergia, los afectados por COVID-19 rara vez informan de una congestión sinusal. Según un equipo internacional de investigadores dirigido por neurocientíficos de la Facultad de Medicina de Harvard, la causa de la pérdida de olfato por COVID-19 es complicada, pero sugiere que no es nada preocupante.

Los investigadores identificaron ciertos tipos de células en la cavidad nasal superior que son más vulnerables a la infección por el SARS-CoV-2, el virus que causa la COVID-19. Las neuronas sensoriales que detectan y transmiten el sentido del olfato al cerebro no se encuentran entre los tipos de células vulnerables, pero sí dependen de ellas para funcionar.

Según Sandeep Robert Datta, profesor de neurobiología de la Facultad de Medicina de Harvard, esto significa que el daño que la anosmia inducida por el COVID tiene en nuestro organismo es mínimo.

«Creo que es una buena noticia, porque cuando una infección desaparece, las neuronas olfativas no necesitan ser reemplazadas o reconstruidas desde cero», dijo Datta en un comunicado.

Afortunadamente, la anosmia es el único síntoma de este notorio contagio que muchos han vivido. Para la mayoría, el olfato suele volver en unas semanas. Sin embargo, algunos pierden el sentido a largo plazo.

Para otros, el olfato se deforma. Una amplia encuesta mundial de la Universidad Hebrea de Jerusalén que hace un seguimiento de los problemas de olfato y gusto con COVID-19 de más de 4000 pacientes concluyó que el 6 por ciento de las personas aseguran que tienen olores fantasmas. El 7 por ciento afirma tener olores distorsionados.

Conocida como parosmia, la distorsión de los olores puede hacer que los limones huelan a coles podridas o que el chocolate huela a gasolina.

Cuando Beth Reider, residente en Florida, de 65 años, se contagió de COVID-19 en junio de 2020, experimentó todo lo anterior. Primero, sus sentidos desaparecieron. Después, olía a humo ficticio. Y finalmente, las cosas empezaron a oler realmente mal. El sentido del gusto de Reider también se distorsionó, pero dice que los olores eran un problema mayor.

Al cabo de un mes, el sentido de Reider volvió a la normalidad en su mayor parte. Pero dice que, incluso hoy, dos de sus alimentos favoritos, los pimientos y la lechuga, siguen oliendo mal.

«Lo que más me molesta es el olor de la lechuga romana. Antes era suficiente con un poco de aliño para la ensalada, pero ahora la sumerjo», dice Reider, «porque tengo que enmascarar ese olor».

Entrenando el olfato

Si adquiere un trastorno del olfato, no se preocupe. Hay cosas que puede hacer para remediarlo. Reider dice que obtuvo cierto alivio utilizando un popular remedio casero de la medicina ayurvédica: colocar gotas de aceite de ricino caliente en las fosas nasales.

Una investigación de la Universidad de East Anglia, en el Reino Unido, ofrece otro método. El estudio, que se realizó meses antes de la pandemia, sugiere que las disfunciones olfativas de la enfermedad también se pueden beneficiar de un ejercicio de olfateo.

El profesor Carl Philpott, de la facultad de medicina de la UEA, explica que el entrenamiento consiste en oler al menos cuatro aromas diferentes dos veces al día durante varios meses. Dice que es una opción de tratamiento sencilla y sin efectos secundarios para varias causas de pérdida de olfato.

«Su objetivo es ayudar a recuperarse con base en la neuroplasticidad: la capacidad del cerebro de reorganizarse para compensar un cambio o una lesión», dijo Philpott en un comunicado.

En el estudio, los participantes con trastornos olfativos post-virales recibieron kits de entrenamiento olfativo: una colección de aromas que incluían eucalipto, limón, rosa, canela, chocolate, café, lavanda, miel, fresa y tomillo. Después de seis meses de entrenamiento, los participantes mostraron una recuperación clínicamente significativa de la función olfativa.

«También descubrimos que las personas mayores, en particular, fueron más propensas a empezar a recuperar su sentido del olfato», dijo Philpott. «Y que las mayores mejorías se producían en aquellos que habían perdido la mayor cantidad de función olfativa en primer lugar».

Un sentido especial

No es necesario perder el sentido del olfato para apreciarlo. Pero puede ser útil considerar qué tipo de información puede obtenerse de este sentido especial.

Aunque los perros y los elefantes son conocidos por sus súper habilidades olfativas, la capacidad humana para el olfato sigue siendo enorme. Un estudio publicado en la revista Science descubrió que los humanos pueden distinguir entre 1 billón de olores diferentes.

El olfato da color a nuestra percepción del gusto. La lengua, por supuesto, puede percibir los sabores por sí misma. Pero si alguna vez ha comido algo con una sinusitis, reconocerá lo mucho que aporta el olor.

Una característica aún más profunda del olor es cómo puede llegar a lo más profundo de nuestra mente. Si olfatea un lápiz de colores, se sentirá transportado a su infancia. O al oler una marca concreta de detergente para la ropa, puede evocar un recuerdo de hace más de 20 años.

Desde la antigüedad, la gente se ha dado cuenta que el olor está relacionado con la memoria. Los neurocientíficos dicen que se debe a que los órganos olfativos tienen una línea directa con el sistema límbico, la parte del cerebro que procesa las emociones y la memoria. El olfato es especial porque todos los demás sentidos se deben procesar primero en el tálamo antes que los estímulos se envíen a otras partes del cerebro para su posterior interpretación.

Esta mecánica sugiere que el olor debe ser algo más que un placer o una molestia. Puede que ya no lo utilicemos para encontrar comida o evitar a los depredadores, pero Gardner afirma que seguimos dependiendo de este sentido para curarnos y mantenernos a salvo.

Por ejemplo, se ha demostrado que los olores de la naturaleza reducen el estrés psicológico: pensemos en el olor fresco del pino, el aroma somnífero de la lavanda o el aroma tranquilizador de una lluvia. Y cuando se trata de sobrevivir —ya sea moho, una fuga de gas o comida rancia— la capacidad de olfatear e identificar estos problemas venenosos puede proteger el resto del cuerpo de cualquier daño.


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