El plan de «guerra psicológica» de 1958 se desarrolla ante nosotros

Por ANNIE HOLMQUIST
06 de agosto de 2020 11:14 AM Actualizado: 06 de agosto de 2020 11:14 AM

Recientemente escribí sobre una vieja entrevista de 1984 con el excomunista Yuri Bezmenov, quien describió la subversión ideológica» que podría derribar a Estados Unidos. Esto suena como esas cosas de teorías de conspiración, hasta que uno se da cuenta de que sus predicciones sobre «desmoralización», «desestabilización» y «crisis» se despliegan todas ante nuestros ojos.

Reflexionando sobre sus palabras proféticas, encontré un viejo libro que un amigo me mencionó hace años:  “The Naked Communist» (El comunista desnudo). El título, lo admito, es algo cómico, pero las palabras dentro no son un asunto de risa, particularmente cuando uno lee la sección titulada «La importancia de la guerra psicológica».

Escrito en 1958, algunas de las «metas estratégicas actuales que los comunistas y sus compañeros de viaje buscan alcanzar» parecen anticuadas y leídas de un libro de historia del pasado. Pero cuando uno llega al punto número 17:

«Tomar el control de las escuelas. Utilizarlas como franjas de transmisión para el socialismo y la actual propaganda comunista. Suavizar el currículo. Tomar el control de las asociaciones de maestros. Poner la línea del partido en los libros de texto». (Énfasis añadido.)

Esa parte en negritas llamó mi atención especialmente. ¿No sospecharon los estadounidenses que hace años el currículo de la escuela pública viene bajando su nivel intelectual? Figuras públicas prominentes desde luego hicieron esta afirmación, mientras que una comparación de las listas de lectura de las escuelas secundarias de hoy y aquellas de hace 100 años aportan mayor evidencia.

Las cosas parecen ser más cercanas al alentar el uso de «disturbios estudiantiles para fomentar las protestas públicas contra programas u organizaciones que están bajo el ataque comunista». No tuvimos poca experiencia con los disturbios y protestas recientes, muchas de las cuales fueron muy concurridas por los jóvenes. ¿Son ellos meramente herramientas en las manos de una ideología que no nos damos cuenta que está moviendo los hilos?

Aún más aterrador, la lista avanza desde los disturbios estudiantiles a la cultura de cancelación y el ataque de estatuas que también estamos experimentando. «Continuar desacreditando la cultura estadounidense al degradar todas las forma de expresión artística», ordena el punto número 22, mientras el número 31 pide a los comunistas «menospreciar todas las formas de cultura estadounidense y desalentar la enseñanza de la historia de Estado Unidos….». El documento también sugiere desacreditar tanto la Constitución como a los Padres Fundadores.

Del último, dice: «[p]reséntenlos como aristócratas egoístas que no tenían preocupación por el ‘hombre común'». Suena similar a los «racistas esclavistas» como son retratados los Fundadores actualmente, ¿no es así?

La lista es amplia y mucho de los puntos enlistados como metas eventuales ahora son partes aceptadas de nuestra cultura. Sin embargo, hay uno más que merece una mirada de cerca:

«Crear la impresión de que la violencia y la insurrección son aspectos legítimos de la tradición estadounidense; que los estudiantes y grupos de especial interés deberían levantarse y utilizar la ‘fuerza unida’ para resolver los problemas económicos, políticos o sociales».

Desde la muerte de George Floyd, las protestas y la violencia se volvieron comunes y corrientes . Las grandes reuniones prohibidas por nuestros gobiernos durante la pandemia de COVID-19 de repente se volvieron necesarias para combatir el racismo. De hecho, el racismo sistémico está cada vez más etiquetado como una «crisis de salud pública» contra la que Black Lives Matter debe hacer la guerra. Además, se exige al público una completa unidad. Aquellos que se niegan a ir —o no dicen nada en absoluto— son inmediatamente condenados al ostracismo.

¿Dónde nos deja esto? ¿Deberíamos de empezar a correr por mientras gritamos: «¡Vienen los comunistas! ¡Vienen los comunistas!»?

No. Ahora no es el momento de perder la cabeza. En su lugar, deberíamos de mirar a esta lista histórica, reconocer los paralelos que tiene con nuestra cultura actual, y preguntarnos si hay una ideología trabajando para socavar nuestros valores, historia e ideas sobre las cuales se fundó Estados Unidos.

Si concluimos que la hay, tenemos una decisión que tomar. ¿Aceptamos esa ideología y le permitimos tomar el control de Estados Unidos? Si es así, es momento de unirse a las multitudes de corporaciones, políticos y ciudadanos promedio en una campaña por el cambio.

Pero si decidimos que esa ideología no está en línea con lo que creemos, ni con la dirección que queremos ver encaminarse a Estados Unidos, entonces debemos estar listos para elegir el camino menos transitado. Este camino es el de defender la verdad y la justicia. También involucra advertir a otros de las consecuencias que se derivan de dar paso a una ideología completamente opuesta a la que Estados Unidos viene tratando de proteger y avanzar a lo largo de los años.

Así como «The Naked Communist» insinúa, la campana de alerta está sonando hace muchos años. Ahora, solo necesitamos los oídos para escuchar y responder a ella.

Annie Holmquist es la editora de Intellectual Takeout. Este artículo fue publicado originalmente en Intellectual Takeout.


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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