El plan xenófobo de China para aislarse del mundo exterior

Por Gordon G. Chang
17 de agosto de 2021 4:48 PM Actualizado: 17 de agosto de 2021 4:49 PM

Comentario

El 11 de agosto, el Comité Central del Partido Comunista Chino y el Consejo de Estado del gobierno central publicaron lo que la agencia oficial de noticias Xinhua denominó «un resumen para promover la construcción de un gobierno del estado de derecho de 2021 a 2025, sobre la base de la exitosa implementación de un plan quinquenal anterior».

El anuncio del partido-estado chino incluía la promesa de promulgar una serie de leyes sobre, entre otras cosas, la seguridad nacional, la innovación tecnológica, los monopolios, la educación, la salud y las cuarentenas, los alimentos y medicamentos, y los extranjeros.

«El anuncio», afirmó Reuters, «indica que la represión contra la industria en lo que respecta a la privacidad, la gestión de datos, el antimonopolio y otras cuestiones persistirá a lo largo del año».

¿Solo «a lo largo del año»? Por sus propios términos, el anuncio deja claro que la ofensiva continuará al menos hasta el final del 14º Plan Quinquenal en curso, en 2025.

Además, las medidas represivas en la China de Xi Jinping nunca terminan realmente. Son algo más que «meneos», como los calificó el reconocido administrador de fondos de cobertura Ray Dalio en un posteo en LinkedIn el 30 de julio, cuando intentaba explicar las duras medidas de Beijing contra las empresas

Estos ataques anticapitalistas parece que durarán mientras Xi esté en el poder. Podrían ser décadas, ya que está claro que pretende romper el patrón de dos mandatos establecido por sus dos predecesores inmediatos como secretario general del Partido.

Los recientes ataques de Xi a la empresa privada son, sin duda, algo más que un acontecimiento momentáneo, algo mucho más duradero de lo que implica la «represión». Desde los primeros días de la República Popular, China no se había replegado tan rápidamente sobre sí misma, cerrándose al mundo exterior. El anuncio del 11 de agosto confirma que el movimiento para aislar se institucionalizará mediante la adopción de leyes.

El anuncio se produce tras una serie de sorprendentes ataques a empresas privadas. El ataque comenzó con la detención sin precedentes de la oferta pública inicial de Ant Group a principios de noviembre pasado, apenas 36 horas antes del inicio previsto de la cotización en lo que habría sido la mayor oferta pública inicial del mundo. Del mismo modo, Beijing lanzó el 2 de julio un aluvión de regulaciones contra DiDi Global, que comenzó a negociar acciones en una OPV en la Bolsa de Nueva York dos días antes.

Desde entonces, el ataque a las empresas se ha ampliado de las compañías tecnológicas a otras, sobre todo a las del sector de la enseñanza privada. A mediados del mes pasado, Beijing emitió normas que prohíben a esas empresas operar con fines de lucro en materias escolares básicas.

Hasta ahora, las acciones de Xi han sido responsables de borrar más de 1.2 billones de dólares de valor de las acciones chinas, pero la carnicería está lejos de terminar. Las leyes contempladas en el anuncio del 11 de agosto limitarán gravemente la capacidad de China para innovar y crear riqueza en el futuro. Xi, me dijo un amigo experto en China, está a punto de administrar una gran dosis de formaldehído a la sociedad china, eliminando el dinamismo fuera del Partido Comunista.

Sin embargo, a Xi no parece importarle el daño que va a causar. Las nuevas medidas facilitarán algo que anhela: aún más control del Partido Comunista.

Parte de su campaña de control es un amplio ataque a los extranjeros. Por ejemplo, las empresas de enseñanza privada, en respuesta a la presión de Beijing, han dejado de ofrecer clases impartidas por extranjeros radicados fuera de China. VIPKid, respaldada por Tencent, se apresuró a dejar de impartir clases particulares a extranjeros, y GoGoKid, de ByteDance, puso fin a la ayuda en inglés.

El sentimiento antiextranjero también ha afectado a los florecientes negocios de juegos de China. El 3 de agosto, Economic Information Daily de Xinhua calificó los juegos en internet de «opio espiritual» y «drogas electrónicas», relacionándolos así con la explotación colonial británica del siglo XIX. Ese lenguaje incendiario hizo que las acciones de Tencent se desplomaran un 11% en las operaciones intradía.

Al mismo tiempo, Xi está obligando a las empresas chinas a dejar de cotizar en bolsas extranjeras, especialmente en la de Nueva York. Las empresas están siendo empujadas silenciosamente a salir a bolsa en Hong Kong, una de las dos regiones administrativas especiales de la República Popular. Este territorio, al que se le prometió un «alto grado de autonomía» hasta 2047, está cada vez más bajo el control directo de Beijing.

Las medidas de Xi para obligar a las empresas chinas a salir de las bolsas extranjeras podrían ser la preparación de una expropiación de las participaciones extranjeras en las empresas chinas.

Xi pretende crear en un futuro próximo su versión idealizada del pasado de China. En ese pasado, los gobernantes chinos cerraban periódicamente sus dominios al resto del mundo, especialmente cuando pensaban que las influencias extranjeras amenazaban su sistema.

El secretario general Xi Jinping dice que quiere convertir a China en una «nación poderosa», pero sus movimientos acabarán logrando lo contrario. Está tratando de recuperar el control sobre la economía y la sociedad reforzando el sector estatal, cortando las voces disidentes en el Partido Comunista y en la sociedad en general, y promoviendo la cultura china como una cura para la influencia extranjera.

Xi está tratando de recrear lo que Fei-Ling Wang, de Georgia Tech, denomina el «Orden de China». En «The China Order: Centralia, World Empire, and the Nature of Chinese Power», escribe que la República Popular es «un tenaz estado dictatorial de ‘controlocracia’ y ‘totalitarismo sofisticado’ que, de hecho, funciona bastante mal».

Se avecina un desastre. Como señala Wang, «el Orden de China tiene un historial de rendimiento insuficiente que se caracteriza por un gobierno despótico, un largo estancamiento de la economía, la asfixia de la ciencia y la tecnología, el retraso de las búsquedas espirituales, la asignación irracional de recursos, la gran depreciación de la dignidad y la vida humanas, el bajo y decreciente nivel de vida de las masas, y la muerte y destrucción masivas periódicas y frecuentes».

Parece que el futuro de los extranjeros en suelo chino es extremadamente oscuro. Las medidas xenófobas de Xi Jinping van a tener consecuencias, sobre todo porque los gobernantes chinos, a medida que han ido cerrando su país, han ido a por los extranjeros y la influencia extranjera. Históricamente, los gobernantes no han sido capaces de atizar los sentimientos antiextranjeros y luego controlar el racismo y el tumulto que le sigue.

La dinastía Qing, por ejemplo, trató de incitar el sentimiento antiextranjero cuando el siglo XIX dio paso al XX. El resultado fue la sangrienta Rebelión de los bóxers, en la que decenas de miles de extranjeros y cristianos chinos fueron masacrados por elementos nacionalistas. China es ahora una sociedad volátil, y el actual gobernante está avivando las emociones que pueden llevar al próximo gran levantamiento de China.

China está en peligro, al igual que todos los que permanecen allí.

De Gatestone Institute.


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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