El presidente de Kirguistán, Sooronbai Jeenbékov, presentó este jueves su dimisión como paso para facilitar una salida a la profunda crisis política e institucional que atraviesa la antigua república soviética desde las elecciones parlamentarias del pasado día 4.
«La paz en Kirguistán, la integridad del país, la unidad de nuestro pueblo y la paz en la sociedad son todo para mí. No me aferro al poder. No quiero que la historia me recuerde como el presidente que derramó la sangre y disparó a sus ciudadanos. Por eso, he tomado la decisión de dimitir», señaló en una declaración a la nación recogida por la agencia kirguís AKIpress.
De acuerdo con el artículo 68 de la Constitución, el presidente del Parlamento, el diputado de la fracción Kirguistán Kanat Isáev, asumirá de forma interina la Presidencia del país hasta que haya nuevas elecciones presidenciales, que deberían celebrarse en principio en un plazo de tres meses, de acuerdo con AKIpress.
El mandatario, en el poder desde hace tres años, ya había adelantado que estaba preparado a renunciar, pero recalcó que lo haría solo una vez el Parlamento hubiera aprobado un nuevo Gobierno y el país hubiera vuelto al marco legal tras los disturbios y protestas masivas en las calles de Biskek de la última semana y media.
Kirguistán se encuentra en una grave crisis después de las elecciones parlamentarias del pasado día 4, en las que solo dos fuerzas opositoras habrían entrado en el Parlamento y cuyo resultado fue denunciado como fraudulento por los partidos que no superaron el umbral del 7 % requerido para lograr representación.
El resultado desató disturbios la madrugada del día 5, en los que una persona falleció y un millar resultaron heridas.
La Comisión Electoral Central anuló al día siguiente el resultado, pero los llamamientos de varios líderes políticos para que se abriese un proceso de destitución a Jeenbékov o que renunciase voluntariamente se hicieron cada vez más fuertes.
El presidente impuso finalmente un toque de queda y el estado de emergencia en la capital, Biskek, y destituyó al Gobierno en pleno.
El Legislativo adoptó el miércoles el nombramiento del nuevo primer ministro, Sadir Zhapárov, un dirigente opositor que fue liberado la semana pasada de la cárcel por sus propios partidarios durante los disturbios postelectorales, así como la composición del gabinete, el programa y la estructura del nuevo Ejecutivo.
«Ayer, el Jogorku Kenesh (Parlamento) aprobó la composición del Gobierno y yo firmé el decreto presidencial de los nombramientos. Pero ello no rebajó la tensión. Lamentablemente la agresión no cesa, continúa el reclamo de que renuncie inmediatamente», afirmó Jeenbékov en su declaración.
A lo largo del día de ayer se produjeron negociaciones con Jeenbékov sobre su renuncia y Zháparov adelantó que el presidente iba a dimitir este jueves.
Este jueves unas mil personas se reunieron en las proximidades de la residencia presidencial Ala Archa para aumentar la presión sobre el líder kirguís, según la agencia rusa Interfax.
El presidente de Kirguistán sostuvo en su declaración a la nación que los militares y la Policía tienen el deber de proteger incluso con sus armas la residencia presidencial y por otro lado las protestas no ceden, por lo que tarde o temprano habría «sangre».
«Insto a Zháparov y a otros políticos a retirar a sus seguidores de (las calles de) la capital de nuestro país para que pueda haber de nuevo una vida pacífica para los ciudadanos de Biskek. Ningún poder merece (jugarse) la integridad de nuestro país y la armonía en la sociedad», indicó Jeenbékov.
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