En un reciente viaje a República Dominicana, tuve la oportunidad de comprar cinco conchas marinas. Regateé el precio a un hombre en una parada de carretera. El objetivo era llevarlas a casa al mejor precio posible, y creo que lo conseguí, aunque siempre es una incógnita cuánto vale exactamente un peso dominicano al día en dólares estadounidenses. Pero quería tener las conchas por una buena razón, como verán.
Las conchas marinas siempre me han cautivado. Ya sean las grandes pero sencillas conchas con las que jugaba en la costa de Jersey cuando era niño, o las pequeñas pero intrincadas que se encuentran en las islas Sanibel y Captiva, en la costa del Golfo de Florida, cada una es diferente y tiene su propia historia.
Cuando un hombre vive su vida, la calidad de su vida y su sentimiento hacia ella es lo que le separa, no solo de los animales inferiores, sino también del resto de la humanidad. En su corazón y en su mente, sabe lo que hace cada día y cómo contribuye a la tela con la que teje el conjunto de prendas que es la vida que lleva. Al final de cada día, debe mirarse en el espejo y ver si está orgulloso de la ropa que lleva. ¿Están limpias y bien ajustadas, y son algo que le costó mucho trabajo poder llevar, o están raídas y desgastadas, hechas jirones y raídas?
Cada mañana, al levantarnos, debemos fijarnos en lo que queremos conseguir y en cómo pensamos llegar a ello. Pero debemos hacerlo con un estricto código ético y una fuerte voluntad de alcanzar nuestros objetivos. La acumulación de una vida entera de tales días culmina en una vida que vale la pena vivir.
Los demás admirarán una vida así, aunque ese no debe ser nunca el objetivo. No importa que no haya inventado el último artilugio para ahorrar tiempo o que no haya curado la peor plaga. Lo que importa es cómo ha vivido cada día. ¿Ha hecho lo mejor para la humanidad, especialmente para aquellos que le importan y ama, y no ha causado un daño intencional, incluso a aquellos que tiene en menor consideración? Sobre todo, ¿cómo se siente usted con respecto a sí mismo, y puede mirarse al espejo sin vacilar y ver a alguien de quien se siente orgulloso?
Si ha pasado un día y cree que no ha dado lo mejor de sí mismo y no ha estado a la altura de su potencial, aunque los demás no lo sepan, solo usted sentirá el peso de ese día presionando sobre sus hombros. Le impedirá mantenerse erguido y orgulloso. El hombre tiene la suerte de tener siempre otra oportunidad, a partir del día siguiente, de volver a intentar hacerlo mejor, pero es dentro de sus pensamientos, solo, donde debe reflexionar sobre los acontecimientos del día mientras descansa su cabeza en la almohada cada noche.
El pequeño animal que vivía dentro de la concha marina que recibo hoy no podía tener pensamientos tan pesados, pero cada uno de sus miles de días contribuyó a su vida, y el registro y la conmemoración de lo que fue está aquí para que lo conserve. Es dura y fuerte, con una forma y un colorido hermosos, y es algo que hay que admirar.
En nuestras vidas, no habrá «cáscara humana» cuando nuestros días se hayan ido. Solo quedará el orgullo con el que hemos vivido y nuestro propio legado colorido, añadido, al igual que con la criatura marina, un solo día a la vez, que nos ha convertido en lo que llegaremos a ser, algo que vale la pena ver hacia atrás. Ahora tome la concha y trate de imaginar su vida, conmemorada como algo robusto y glorioso. Cada día, añade a su fuerza y belleza.
Con mucho amor para todos mis hijos de los que estoy muy orgulloso,
Ariel, Natalia, Gavin, Sebastian y Thomas.
Wayne A. Barnes fue agente del FBI durante 29 años trabajando en contrainteligencia. Tuvo muchas misiones encubiertas, incluso como miembro de los Panteras Negras. Sus primeras historias de espionaje fueron al interrogar a desertores del KGB soviético. Ahora investiga de forma privada en el sur de Florida.
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