Opinion
La pérdida de audición en los ancianos es frecuente y afecta tanto al paciente como a las personas que intentan comunicarse con él.
Observé que muchos de mis pacientes ancianos vacunados desarrollan una pérdida de audición progresiva. Nieminen et al realizó una evaluación auditiva exhaustiva de pacientes en Finlandia tras la vacunación contra el COVID-19 y los compararon con los no vacunados. Los datos sugerían que cada vacuna sucesiva aumentaba el riesgo de pérdida de audición. Sin embargo, los resultados más importantes se encuentran en las tablas complementarias que demuestran que las personas mayores y aquellas con factores de riesgo de pérdida de audición se ven empujadas al límite por la vacunación contra el COVID-19.
Su riesgo de pérdida de audición repentina y sustancial es más del doble que el de los que aplazaron prudentemente las vacunas.
La proteína de espiga producida por las vacunas es una neurotoxina que daña los nervios de todo el cuerpo y es probable que tenga un mayor impacto en el tejido nervioso que ya está degenerado, como el nervio auditivo. También es posible que la proteína de espiga provoque una inflamación que provoque fibrosis en el tejido que sujeta el estribo, que es un hueso del oído medio, el ligamento anular o la ventana oval, todos ellos implicados en la conducción de las vibraciones sonoras al oído interno.
Si tiene en su círculo a una persona mayor vacunada, compruebe su audición y no se descuide con la pérdida progresiva de audición que, si no se controla, puede llevar al retraimiento social y a una insidiosa depresión.
Republicado del Substack del autor
Las opiniones expresadas en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de The Epoch Times.
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