El tráfico chino de animales exóticos prospera en la Amazonía boliviana

Por Autumn Spredemann
19 de abril de 2022 5:13 PM Actualizado: 19 de abril de 2022 5:13 PM

TRINIDAD, Bolivia —Por de bajo de la intensa humedad y el bullicio de la vida cotidiana en la región amazónica de Bolivia, fluye un río de animales exóticos contrabandeados hacia Asia.

Con la colaboración del sistema penitenciario local, los chinos han creado una próspera industria en la que los reclusos se ven obligados a crear productos como carteras, sombreros y bolsos con animales exóticos amenazados.

En Bolivia, es ilegal matar, consumir o traficar con animales salvajes. El delito se castiga con hasta seis años de prisión.

Miembros de la organización criminal china Putian han estado traficando y vendiendo dientes, pieles y partes del cuerpo de jaguares en varios pueblos amazónicos de los departamentos de Beni y Santa Cruz.

La operación fue expuesta originalmente durante una investigación encubierta en 2018 por la Liga de la Tierra Internacional y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN, por sus siglas en inglés). La indagación reveló cómo los inmigrantes chinos que viven en Bolivia colaboraban con miembros del Putian para adquirir jaguares para la venta de sus dientes, órganos y pieles en China.

Se calcula que quedan unos 130,000 jaguares en el mundo y se les considera una especie amenazada. En Bolivia, su número se reduce a entre 2000 y 3000 animales.

Las cifras de la UICN revelaron que 200 de estas criaturas fueron asesinadas por traficantes entre 2014 y 2016. En 2018, otros 140 fueron víctimas de los delincuentes, aunque la cifra podría llegar a 340 animales.

Una investigación de tres años del ministerio público boliviano y de la policía forestal y de protección ambiental culminó con la detención de cinco ciudadanos chinos en la ciudad de Santa Cruz. El trío fue sorprendido vendiendo piezas de Jaguar en la parte trasera de un restaurante de cómida rápida.

Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, el tráfico de animales exóticos persiste en Bolivia, creando una batalla difícil para los conservacionistas.

«La ley está de nuestro lado, pero es difícil de aplicar», dijo a The Epoch Times el director de vida silvestre y recursos naturales de Beni, Jorge Aysar Raposo Callau.

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El director de vida silvestre del Beni, Jorge Raposo Callau (D), y dos miembros del personal muestran las pieles ilegales de caimán negro y jaguar incautadas en Trinidad el 11 de abril de 2022. (Autumn Spredemann/The Epoch Times)

En la oficina de Callau, detrás de su escritorio cuelga una pancarta que dice «Di no a la compra, venta o captura de animales salvajes» junto con un número de teléfono gratuito para que la gente llame y denuncie el tráfico de animales.

«No siempre fue así», explica Callau, señalando la pancarta.

«Hasta hace pocos años, la única razón por la que los lugareños cazaban jaguares era para proteger a su ganado o a sus hijos cuando uno intentaba atacar una aldea».

Callau afirma que los intereses comerciales chinos están impulsando la demanda de animales salvajes, especialmente de partes de jaguar. Las autoridades bolivianas confiscaron la asombrosa cifra de 684 colmillos de jaguar a contrabandistas chinos hasta agosto de 2018. De esa cifra, las aduanas interceptaron 119 en los controles fronterizos.

Las exportaciones ilegales de vida silvestre representan una industria de 19,000 millones de dólares al año en todo el mundo, y ofrecen beneficios demasiado grandes para que los lugareños con problemas de dinero puedan rechazarlos.

Esto es evidente en los puestos de los vendedores del mercado negro en las afueras de Trinidad. Al final de una polvorienta carretera hay un mercado rural. Los puestos de frutas y verduras conviven con los locatarios que venden productos elaborados con partes de animales salvajes obtenidos ilegalmente.

Una lugareña llamada Brenda tenía expuestas diversas carteras, sombreros, cinturones y bolsos hechos con pieles de jaguar, además de puma, anaconda y caimán.

«Solo los extranjeros compran estas cosas», dijo a The Epoch Times, bajando la cartera de un hombre hecha con piel de jaguar para inspeccionarla más de cerca.

Los productos fabricados con partes ilegales de animales que se exhibían en el puesto de Brenda tenían un precio de venta. Su precio oscilaba entre los 16 dólares por una pequeña cartera de hombre hecha con piel de anaconda o caimán negro, y los 150 dólares por un sombrero de vaquero de piel de jaguar o un bolso de mano de mujer.

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Puesto del mercado negro de Trinidad en el que se exponen productos elaborados con jaguar, anaconda, ocelote y otros animales salvajes el 11 de abril de 2022. (Autumn Spredemann/The Epoch Times)

Brenda dice que es consciente de que la aduana puede confiscar cualquier producto hecho con partes de animales salvajes al salir del país y que es ilegal vender los artículos que tiene en su puesto del mercado, pero no parece importarle.

Al fin y al cabo, la demanda ya existe y Brenda sostiene que ella no es más que un eslabón en una cadena que representan la floreciente industria del tráfico de animales que China ha traído a la región.

Sin embargo, aclara que si bien China es el principal comprador de estos artículos, no es el único jugador en el juego de la exportación ilegal.

«Hace poco tuve un comprador de España que compró dos sombreros de jaguar para un amigo médico en su país», dijo Brenda.

Añadió que la prisión local de Trinidad, gestionada por el gobierno boliviano, está alimentando la industria del tráfico de animales. La prisión llamada Mocovi participa en un programa que obliga a los reclusos a fabricar productos de cuero de varios animales para su compra, incluidos los animales salvajes ilegales.

Durante una emisión en vivo de BTV el 26 de septiembre de 2021, un reportero entrevistó a un vendedor de productos de cuero de la prisión y reveló imágenes de sombreros y carteras hechos con pieles de jaguar ilegales.

En la entrevista, el vendedor afirmó que el programa estaba destinado a ayudar a «rehabilitar a los presos» y a prepararlos para trabajar en empleos regulares una vez que salieran de la cárcel.

Y esto se hace, irónicamente, obligando a los delincuentes condenados a cometer otro delito a los ojos de la ley boliviana.

Funcionarios de la dirección general del sistema penitenciario declinaron hacer comentarios cuando fueron contactados por The Epoch Times.

Antes de la redada de 2018, los traficantes chinos podían exportar pequeñas partes de jaguares, particularmente los colmillos, con bastante facilidad a través de los aeropuertos internacionales del país. Sin embargo, desde que los funcionarios de aduanas comenzaron a tomar medidas enérgicas contra esta práctica, los contrabandistas oportunistas están recurriendo a rutas alternativas para sacar los codiciados artículos de animales exóticos del país.

Algunos de estos métodos incluyen el traslado del contrabando a través de pasos fronterizos remotos hacia Brasil y el conocido «corredor de la muerte», situado en una sección desolada del desierto de Atacama entre Bolivia y Chile.

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Un barco de carga en el río Ibarre el 13 de abril de 2022. (Autumn Spredemann/The Epoch Times)

Uno de los mayores problemas para los conservacionistas es el gran tamaño de la naturaleza del país y su población relativamente pequeña. Bolivia tiene una densidad de población de solo 26 personas por kilómetro cuadrado, en comparación con su vecino Brasil, que tiene 62 personas por kilómetro cuadrado.

Esto se traduce en una falta de aplicación de la ley, especialmente en los parques nacionales, donde viven muchos de los animales salvajes y amenazados del país y los cazadores furtivos actúan libremente.

«Hacemos lo que podemos, pero necesitamos más gente», afirma Callau.

Una mitología peligrosa

En la ciudad de Rurrenabaque, la caza de jaguares ha crecido junto a la industria turística.

La operadora de un albergue ecológico y propietaria de tierras, Adela Jordan, ha visto cómo la mentalidad de los lugareños ha cambiado a lo largo de los años a medida que el dinero y la influencia de China se han ido infiltrando en la región.

«[China] Son depredadores, consumen todo lo que ven. La tierra, los animales, los ríos, los árboles, todo», dijo Jordan a The Epoch Times.

Explicó cómo los ganaderos de la zona empezaron a cazar jaguares de forma más agresiva que la mera defensa de su ganado una vez que los ciudadanos chinos expresaron su interés en comprar los dientes y otras partes del cuerpo.

A unos 30 kilómetros de la carretera se encuentra la ciudad de Reyes, donde Jordan dijo que prospera otro mercado negro que ofrece productos elaborados con animales salvajes, incluidos los jaguares.

«Aquí muchos [lugareños] se han convertido en cazadores furtivos», se lamenta.

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Piel de jaguar confiscada a los traficantes de animales detenidos por el director de vida silvestre de Beni, Jorge Callau, el 11 de abril de 2022. (Autumn Spredemann/The Epoch Times)

El próspero trasfondo del tráfico contrasta con la fama internacional de Rurrenabaque: El Parque Nacional Madidi.

Agazapado en el borde de una de las últimas extensiones de naturaleza amazónica prístina, los operadores turísticos de la ciudad ofrecen aventuras en la selva de tres días a una semana de duración y excursiones de observación de la fauna que recuerdan a los safaris fotográficos africanos.

Sin embargo, los delincuentes chinos ofrecen entre 100 y 400 dólares por cada diente de jaguar, y el dinero resulta demasiado atractivo para los lugareños.

La mitología que rodea la supuesta buena suerte, fortuna, protección y vitalidad que ofrecen los dientes de jaguar, que es una extensión de la creencia china existente de que las partes del tigre asiático ofrecen los mismos beneficios, está en el centro de la demanda.

Además, hay intentos de rescate bien intencionados, pero desordenados, que dejan a muchos animales liberados, incluidos los jaguares, viviendo en jaulas para el resto de sus vidas.

Jordan describió uno de estos refugios de animales cerca de la ciudad de Rurrenabaque, que se vio obligado a disparar a un jaguar salvaje que entró en la propiedad e intentó atacar a uno de los animales cautivos del centro de rescate.

«¿De qué sirve que tengan que disparar a uno de los animales que intentan proteger?», preguntó Jordan retóricamente.

Mientras tanto, la multimillonaria industria del turismo de la vida silvestre en la Amazonía existe en una extraña yuxtaposición con los traficantes de vida silvestre chinos. Los colmillos de jaguar alcanzan un precio de 2000 a 3000 dólares cada uno en el mercado negro chino.

En 2018, un comunicado de la embajada de China en Bolivia pidió a sus ciudadanos que viven en el país sudamericano para que respeten y «cumplan estrictamente» las leyes y normas tanto chinas como bolivianas contra el tráfico ilegal de animales salvajes.

El ministro boliviano de Medio Ambiente no respondió a una solicitud de comentarios.


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