A principios de verano, toda mi familia hizo un viaje al norte de Wisconsin para visitar nuestra granja ancestral. Habían pasado aproximadamente unos 25 años desde la última vez que la visitamos, debido a que no coincidían nuestros días de descanso y otras circunstancias; al llegar allí vimos que no habían cambiado muchas cosas.
Sin embargo, mientras estaba sentada en el muelle, con los pies en el agua cristalina y teñida de ese color ferroso del lago, o mientras paseaba por el camino rural, me sentía fascinada al pensar en mis antepasados viviendo en esta comunidad y en las tierras por las que pasaba, estas reflexiones me llevaron a comprender mejor la importancia del legado familiar. Y en una época en la que nos bombardean con lo terrible que fue el pasado, parece apropiado explorar ese legado, no solo para honrar a los que nos precedieron, sino también para inspirar a los que vendrán después.
Anexo 1: Sentido de pertenencia
A pesar de que visité la granja familiar solo unas pocas veces durante mi infancia, todavía sentía una extraña sensación de conexión con la propiedad. Aquí fue donde tuvieron lugar las historias que mi padre contaba sobre su infancia: la antigua letrina, las empinadas escaleras del sótano por las que se caía y el lago que se congelaba en invierno y crujía como un disparo. Aquí creció mi abuelo, de quien solo tengo un vago recuerdo. En esencia, puse mis pies en esta tierra y, automáticamente eché raíces. Pertenecía a ella, a pesar de que rara vez había estado allí.
Es sentimiento de pertenencia la que muchos parecen estar buscando hoy en día. Como señaló un amigo mío el año pasado, la crisis de identidad que vemos hoy —de género o de otro tipo— parece provenir en parte de la prevalencia del divorcio en nuestra sociedad, que desampara a niños y adultos, dejándolos en busca de un lugar al que pertenecer.
En lugar de dejar que estas personas heridas recurran a la última moda de las redes sociales, causándose un daño potencialmente irreversible así mismas y a los demás, ¿Qué pasaría si empezáramos a enseñarles a amar y a aprender de dónde vienen? Esto les daría una identidad, una base sólida, un lugar al que pertenecer, en que apoyarse—como yo lo descubrí en mi breve visita a la granja familiar.
Anexo 2: Sentido de propósito
Mientras visitaba la granja familiar, escuché varias historias de cómo mis antepasados vinieron de Suecia, varios huyendo de la persecución religiosa de la iglesia estatal. Se establecieron en una pequeña comunidad, uno se aventuró en un nuevo territorio con cultivo en terrazas, otro estableció una pequeña iglesia.
Esa tierra de cultivo en terrazas ya no pertenece a la familia, ni el edificio original de la iglesia sigue en pie, pero el legado de mis antepasados continúa. Trabajaron duro, florecieron allí donde fueron plantados y atravesaron las puertas que se les abrieron, incluso si esas puertas eran tareas simples y mundanas en un pueblecito de una región apartada.
Hoy en día, muchos de nosotros queremos hacer grandes cosas y nos resulta difícil sentirnos satisfechos a menos que tengamos muchos «me gusta» en las redes sociales, ganemos un sueldo enorme o hagamos algo de lo que podamos presumir. Aprender sobre nuestra herencia puede darnos una perspectiva más razonable sobre estos objetivos, tranquilizándonos al decirnos que no pasa nada si no tenemos el trabajo, el coche o la casa más estelares. Lo importante es si hacemos las pequeñas cosas con dedicación, floreciendo donde estamos plantados, invirtiendo en las cosas importantes de la vida, como la iglesia, la comunidad y la familia, tal como lo hicieron nuestros antepasados.
Anexo 3: Sentido de potencial
Mientras paseaba por el camino rural cerca de la granja familiar, no pude evitar reflexionar sobre la probabilidad de que mis antepasados hubieran rezado por mí, uno de sus descendientes desconocidos, muchos años antes. Tal pensamiento me inspira para hacer que se sientan orgullosos, un testimonio de sus oraciones contestadas. Pero también me inspira a orar y trabajar para que mis propios descendientes tengan un futuro brillante.
Daniel Webster expresó bien este sentimiento en 1820 cuando, reflexionando sobre nuestros antepasados peregrinos, dijo:
«Quisiéramos dejar a consideración de los que después ocuparán nuestros lugares, alguna prueba de que tenemos en justa estima las bendiciones transmitidas por nuestros padres; alguna prueba de nuestro compromiso a la causa del buen gobierno y de la libertad civil y religiosa; alguna prueba de un deseo sincero y ardiente de promover todo aquello que pueda enriquecer el entendimiento y mejorar los corazones de los hombres. Y cuando, desde la larga distancia de cien años, miren hacia atrás, sabrán, al menos, que poseíamos afectos por lo que nuestros antepasados habían hecho por nuestra felicidad, que corrían hacia atrás y se avivaban con gratitud; estos afectos, corren también hacia adelante, hacia nuestra posteridad y se reúnen con un cordial saludo, antes de que lleguen a la orilla de nuestro ser.»
Entonces, ¿Cómo podemos fomentar estos afectos en nosotros mismos y en las generaciones venideras, tanto en los niños de hoy como en los hijos de mañana? Un buen punto de partida es planificar un viaje por el legado familiar.
Lo primero que hay que hacer es un poco de investigación histórica. Indague quiénes son sus antepasados y qué a que se dedicaban. Investigue dónde vivían, comenzando por los que vivieron en lugares cercanos a usted.
Después, con la información recopilada investigue esos lugares. Encuentre las casas antiguas y tenga el valor de ir a tocar a la puerta para ver si los nuevos habitantes le dejan echar un vistazo. Visite los pueblecitos y lugares donde vivieron sus padres y abuelos, recorra los barrios imaginando cómo debió de ser la vida para ellos.
Acérquese al cementerio local en busca de las tumbas de sus parientes. De este modo, podrá determinar las fechas de nacimiento y defunción de los que te precedieron de esta manera podrá situarlos en la historia, al tiempo que obtiene una perspectiva sobre lo cortas y difíciles que fueron muchas de sus vidas.
Por último, hable con parientes mayores, antes o durante el viaje. Muchos de ellos están llenos de historias, esperando a que alguien les escuche y muestre interés. Si lo hace, les ayudará a sentirse valorados; al mismo tiempo, esto le permitirá a usted entablar relaciones y conexiones, estableciendo aún más el sentimiento de pertenencia que todos necesitamos.
Es posible que unas vacaciones por el legado familiar no le dejen muchos recuerdos ni publicaciones dignas de Instagram, pero sí muchos recuerdos y un sentido de lugar, de propósito y de potencial más profundo, elementos que todos necesitamos en una sociedad cada vez más desarraigada.
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