En este Día del Padre, saquemos de nuevo el brillo de la paternidad

Hace muchos años, mi futura esposa me engatusó para que tomara algunas lecciones de baile. Durante esas pocas sesiones, mientras nuestro instructor nos guiaba a través de algunos conceptos básicos del salón de baile, repitió varias veces: «Solo recuerda, la mujer es la imagen, el hombre es el marco».

Esta misma descripción podría aplicarse a las familias tradicionales de dos padres, en las que la madre suele ser la imagen más vívida en la vida de un niño. Ella es la que carga al bebé antes de nacer, besa la rodilla raspada del niño pequeño, llora el primer día de su clases y lleva a los niños a fútbol, a ballet, a las clases de artes marciales, al club de teatro y a las fiestas de cumpleaños.

A menudo, el padre es el segundo violín en este dúo de paternidad. Es el que llega a casa a la hora de cenar después de vender seguros o clavar clavos todo el día. Es él quien puede enseñar a su hijita a cebar un anzuelo o a su hijo a lanzar una pelota de fútbol, pero tartamudea con las palabras «te quiero» o «lo siento».

En resumen, él es el marco y la madre es la imagen.

Desafortunadamente, en estos días, ese marco está agrietado, polvoriento y descuidado. Este es solo un ejemplo. En este momento, Estados Unidos tiene más hogares monoparentales que ningún otro país del mundo, y ni siquiera está cerca. Las mujeres encabezan la gran mayoría de estos hogares, mientras que muchos padres han desaparecido o caido en combate. Detrás de ellos hay un número creciente de hombres jóvenes que afirman que no quieren ser padres en absoluto.

Es hora de un cambio, diría yo. ¿Qué pasaría si en este Día del Padre todos nosotros, padres incluidos, echáramos una mano con un poco de esmalte y pegamento y volviéramos a hacer brillar el marco de la paternidad?

He aquí algunas maneras de comenzar.

¿Enojado con papá? Dos puntos a tener en cuenta

Antes de comenzar con estas reparaciones, debemos reconocer que muchas personas tienen relaciones tensas o rotas con sus padres, o ni siquiera saben quiénes son y, por lo tanto, no son fans del Día del Padre. Aquellos que se sientan de esta manera pueden tener en cuenta un par de puntos.

En primer lugar, consideremos la «Proclamación 4127-Día del Padre» de 1972, mediante la cual el gobierno federal estableció oficialmente el tercer domingo de junio como Día del Padre. El documento comienza con esta declaración: «Tener un padre, ser un padre, es acercarse al corazón de la vida misma. En la paternidad conocemos la magia elemental y la alegría de la humanidad».

A medida que leemos, encontramos que esta proclamación nos pide que honremos la nobleza de la paternidad. En consecuencia, ya sea que seamos bendecidos con el mejor padre del mundo o maldecidos con el peor, podemos celebrar el Día del Padre como un ideal en lugar de una realidad personal.

En segundo lugar, y mucho más importante, vale la pena recordar que todos nacimos de una madre y un padre. Cualquiera que sea nuestra relación personal con nuestro padre, gracias a ese hombre, somos criaturas únicas, respirando y vivas aquí en este misterio que llamamos vida.

Según algunos cálculos, las probabilidades de que eso suceda, de que haya nacido tal y como es, se calcula en aproximadamente 1 en 400 billones. Así es, cada uno de nosotros es un milagro matemático, creado por una madre y un padre.

Afortunadamente, hay una estadística que podría detenernos justo antes de levantar el puño contra nuestro padre.

Queridos padres, den un paso adelante

El Día del Padre se estableció para honrar a nuestros padres. Sin embargo, quizá este día especial debería servir también para recordar a todos los padres que honren la paternidad.

Muchos padres ya lo hacen. En 2019, el Pew Research Center descubrió que hay más padres que trabajan desde casa y ayudan a cuidar de los niños, que consideran la paternidad como una clave de su identidad y que están «mucho más implicados en el cuidado de los niños que hace 50 años». Está claro que millones de padres de nuestro país están profundamente comprometidos con sus familias y sus hijos.

Así que aquí hay un pensamiento: tal vez en este Día del Padre, aquellos de nosotros que somos padres y abuelos podríamos tomarnos un tiempo para reflexionar sobre nuestro desempeño. Claro, amamos a nuestros hijos y nietos, pero ¿comunicamos ese amor con palabras y abrazos? ¿Somos buenos oyentes? ¿Pensamos antes de dar consejos a nuestra hija adolescente o a nuestro nieto? ¿Nos contenemos a la hora de criticar las habilidades parentales de nuestros hijos mayores?

Y para todos aquellos padres que se ven separados por la razón que sea de sus hijos, quizás este sea el día para intentar reparar esos puentes rotos. Una nota en el correo, una llamada telefónica si corresponde, o una visita acordada de antemano si esa es posible; incluso si sus esfuerzos fallan, hizo lo que un padre debe hacer. Usted lo ha intentado.

Palabras de las madres

Como casi todos los adultos, los padres en estos días necesitan aliento. Aquí es donde puede intervenir la mamá. Déjele una nota donde él pueda encontrarla, diciéndole cuánto usted y los niños lo aprecian por todo lo que hace. Si los niños son pequeños, dele regalos de su parte, una taza de café del Día del Padre, una fotografía enmarcada de él durmiendo con el bebé en el pecho, una camiseta divertida, con el slogan: «No puedes asustarme, tengo dos hijas».

Sus ovaciones pueden hacer de él un hombre y un padre mejor.

Un llamamiento a todos los hijos

Tanto si tiene 17 como 35 años, hagan que este Día del Padre sea especial. Regalos, tarjetas y una barbacoa en el jardín están muy bien, pero lo que su padre más necesita es a usted. Su presencia en este día lo significaría todo para él. Las conversaciones no tienen por qué ser profundas; el tiempo juntos es lo que cuenta y lo que atesorará en su memoria. Si vive demasiado lejos para una visita personal, organiza una reunión por teléfono o en Zoom. El objetivo es conectar.

Y si hace mucho tiempo que usted no ve a su padre, como consecuencia de un desencuentro o un divorcio cuando era joven, plantee recuperar la relación. Una vez más, una tarjeta o una llamada pueden fallar, pero al menos lo ha intentado.

Mi mujer y yo teníamos una librería a tres manzanas de casa. A veces, cuando volvía a casa a primera hora de la tarde, mis hijos pequeños me esperaban al pie de la acera. Me saludaban con la mano en cuanto me veían, y yo sonreía, saludaba y aceleraba el paso. Mirando hacia atrás, me doy cuenta de lo mucho que significaban para mí esos pequeños gestos de bienvenida, y espero que me hicieran querer ser un padre digno de ese saludo.

Muchas veces oímos hablar de padres que hacen mejores a sus hijos, pero muchas veces también olvidamos que los hijos pueden hacer que sus padres sean los mejores.

Recuerdos

Aquellos de nosotros cuyos padres han fallecido podemos hacer una pausa en este día para traerlos a la memoria. Para muchos de nosotros, esos recuerdos pueden ser una mezcla agridulce de memorias, pero eso está bien. Jóvenes o viejos, hombres o mujeres, podemos tomar lo mejor de nuestros padres y prometer conservarlo como nuestro, y al mismo tiempo, prometernos a nosotros mismos evitar sus defectos y carencias.

Estos viajes al dolor y al pasado pueden ser dolorosos, pero si nos armamos de valor, escuchamos atentamente y abrimos nuestros corazones, los muertos, incluidos nuestros padres, nos hablarán en nuestros recuerdos.

Otros entre los vivos también nos hablarán, si los padres y los hijos estamos dispuestos a escuchar. Abuelos, amigos y mentores pueden influir en la formación de los padres.

La ecuación es sencilla: los buenos padres crían buenas hijas e hijos.

Y ése debería ser el objetivo de todos nosotros.

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