Cuando Fang, una enfermera de veintitantos años del noroeste de China, salió de su casa hace un mes después de que se le ordenara unirse al frente contra el brote en el epicentro del coronavirus de Wuhan, su esposo no pudo contener las lágrimas.
No sabía cuándo o si se volverían a ver.
Fang (no es su nombre real) estaba trabajando en un turno de noche cuando el hospital le dijo a ella y a otros 100 miembros del personal médico que se prepararan para unirse a los esfuerzos de contención en Wuhan. Se reunirían a la mañana siguiente, a las 10 a.m.
«No sabía que llegaría tan rápido», comentó Fang en una entrevista con la edición en chino de The Epoch Times.
Esa noche, terminó de empacar alrededor de las 3 a.m., y apenas pudo dormir.
Atrapada en un traje asfixiante
Fang trabaja en horas nocturnas en la unidad de cuidados intensivos (UCI) de un hospital en Wuhan. De acuerdo con el protocolo, se pone tres capas de trajes protectores, máscaras, cubiertas de zapatos, gafas y varios pares de guantes antes de entrar en las salas de los pacientes.
Ponerse el equipo de protección toma al menos media hora y mucho trabajo en conjunto, expresó Fang; lo mismo ocurre con el hecho de quitárselo.
Sellada con un traje hermético, Fang se ha acostumbrado a la ropa empapada de sudor, a tener poco oxígeno y a la sensación de mareos que a menudo lo acompaña, similar al ligero malestar de altura.
En su segundo día de trabajo en el frente, una compañera del equipo enviado a Wuhan vomitó en su máscara. Para no desperdiciar todo el equipo médico —que está sujeto a una grave escasez— la enfermera usó la misma máscara hasta el final de su turno.
Para evitar la molestia de quitarse el traje, Fang, al igual que sus colegas, usa pañales de adulto para manejar las necesidades del baño y se abstiene de comer y beber durante su turno. Cuando finalmente se retira, empapada de sudor y con el corazón acelerado, toma agua a grandes tragos, a pesar de que se le ha desaconsejado debido a una enfermedad cardíaca preexistente.
Incluso los procedimientos simples son un desafío cuando se realizan con un traje voluminoso.
Normalmente toma alrededor de 30 segundos revisar el pulso de una persona, pero con guantes gruesos y gafas protectoras empapadas de sudor, toma alrededor de 10 veces más tiempo, manifestó Fang. Sacar sangre, un procedimiento que suele durar 10 minutos, puede alargarse hasta más de media hora.
Fang dice que usa una máscara incluso durante el sueño, y que solo se la quita cuando come o bebe.
«No puedes tener expectativas demasiado altas»
Preparó un equipaje ligero, asumiendo que no estaría en Wuhan por mucho tiempo. Sin embargo, pronto se arrepintió —Fang ahora teme que tendrá que quedarse hasta el final del brote—.
«Wuhan se está volviendo más cálido, y puedes experimentar cuatro estaciones en una semana», afirmó Fang. «Hoy, puede haber 24 grados centígrados, mañana estaría nevando.» Le llevó semanas acostumbrarse al clima errático.
Fang, que llegó con un solo juego de ropa de invierno para defenderse del frío, abandonó la esperanza de comprar por Internet al darse cuenta de que el 90 por ciento de las entregas no llegarían a Wuhan.
«Los suministros médicos más urgentes deben ir primero», explicó.
Sin embargo, Fang ha logrado encontrar algunos objetos útiles en un creciente flujo de donaciones enviadas a los trabajadores de la salud en el frente. Recientemente tomó un par de zapatos donados que no le quedan bien.
«Solo tienes que arreglártelas, no puedes tener expectativas demasiado altas», enfatizó. «Nos conformamos con tener una muda de ropa».
Anhelo y preocupaciones
Hua (no es su nombre real), una enfermera de otra ciudad de la provincia de Hubei —cuya capital es Wuhan— también fue enviada al frente. Su principal preocupación es su madre, que sufre de cáncer de mama.
La madre de Hua pasaba por su cuarto tratamiento de quimioterapia cuando las medidas de cierre de la provincia hicieron que su tratamiento, programado en Wuhan, se detuviera abruptamente. Para entonces, Hua estaba destinada a un departamento de enfermedades infecciosas en uno de los hospitales de Wuhan, y estaba demasiado lejos para ayudarla.
«El cáncer de mama es curable, pero si el cáncer se extiende y se multiplica, podríamos perderla rápidamente», mencionó. «Ahora solo quiere dejarlo todo al destino».
Hua no quiere que su madre vaya a los hospitales locales, que están inundados con riesgos de infección de pacientes con coronavirus. Aunque las autoridades locales han dado permiso a su madre para viajar a Wuhan para recibir tratamiento, Hua declaró que aún no hay garantías de que la dejen entrar o salir de la ciudad, ya que esa decisión se deja en manos de los funcionarios de Wuhan.
Debido a la ansiedad de Hua, en torno a la situación de su madre, su menstruación ha sido irregular, aseguró.
Por su parte, Hua planea tomar todas las precauciones necesarias y mantenerse a salvo mientras esté en Wuhan.
«Por supuesto que tengo miedo, pero este es mi trabajo», agregó Hua.
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