El régimen chino ha estado desplegando métodos «encubiertos, corruptos y coercitivos» para convertir a los medios de comunicación chinos y occidentales en armas de combate, en medio de una campaña que busca imponer su visión de la actualidad al resto del mundo, según un reciente informe de un experto militar francés.
Los esfuerzos de Beijing por exportar sus narrativas han durado décadas. El primer periódico en lengua inglesa controlado por el Partido Comunista Chino, China Daily, comenzó su publicación en 1981. Pero estos intentos fueron torpes y dieron resultados lentos, según Reporteros sin Fronteras.
El año 2008 marcó un punto de inflexión. Los Juegos Olímpicos de Beijing, un acontecimiento que el régimen esperaba aprovechar para mostrar su éxito económico, dieron lugar a protestas en casi una docena de ciudades de todo el mundo, las que interrumpieron los relevos de la antorcha olímpica.
La humillación que sufrió Beijing por la cobertura negativa resultante habría irritado a las autoridades. Para controlar mejor la imagen global del régimen, el Partido Comunista Chino (PCCh) no tardó en idear un «plan decenal», según el informe del Instituto de Estudios Estratégicos de las Escuelas Militares (IRSEM), un grupo de analistas financiado por el ministerio de las Fuerzas Armadas francesas.
El estudio de 650 páginas, basado en información pública, informes de investigación y entrevistas independientes, examinó cómo Beijing ha estado explotando la apertura de Occidente para amplificar sus narrativas de propaganda, formando un componente de sus operaciones de influencia destinadas a la expansión del régimen a nivel mundial.
Los valores de tolerancia que caracterizan a las democracias occidentales proporcionan a Beijing una «considerable libertad de movimientos», lo que le permite multiplicar sus oficinas en el extranjero, reclutar periodistas extranjeros para adaptar sus mensajes a diferentes audiencias, infiltrarse en la prensa local con regalos y otros beneficios materiales, al tiempo que dispensa miles de millones de dólares de publicidad en los medios de comunicación occidentales para ampliar aún más su alcance, según el informe.
Más que un organismo de vigilancia destinado a mantener al gobierno bajo control, la prensa bajo el mando de Beijing se ha convertido en una herramienta al servicio del Partido, según el informe. Esta visión quedó patente en un discurso del líder chino Xi Jinping pronunciado en 2016, en el que le dijo a unos 180 representantes de los medios de comunicación estatales que alineen su ideología con la de los altos cargos «hablando en nombre de la voluntad del Partido(…) y protegiendo la autoridad del Partido», según un texto de Xinhua.
Para algunos reporteros de Xinhua, la llegada al poder de Xi habría marcado el comienzo de una nueva era, en la que los medios de comunicación chinos «ya no necesitan avergonzarse de ser medios comunistas», dijo un reportero de Xinhua a uno de los autores del informe en 2018.
Compra de influencia
Los medios estatales chinos están activos en todas las redes sociales, con una influencia considerable en Twitter, Facebook, YouTube e Instagram, todas ellas bloqueadas en China.
En 2013, estos medios estatales crearon páginas de Facebook en inglés y en idiomas regionales. Ocho años después, se situaron a la cabeza de los medios de comunicación del mundo en cuanto a número de seguidores, ya que cuatro de los principales medios —CGTN, China Daily, Xinhua y People’s Daily— contaban entre 86 y 116 millones de seguidores cada uno en el momento de la publicación del informe francés, es decir, entre 2.5 y 3 veces más que los de CNN.
Estos «resultados espectaculares» son el resultado de un esfuerzo deliberado para inflar artificialmente las cifras de suscriptores, dijeron los autores, señalando la «tasa de crecimiento excepcional» en comparación a la «tasa de interacción extremadamente baja» que reciben estas cuentas.
Según el informe, alrededor de ocho de los principales medios estatales chinos en inglés tienen una tasa de crecimiento promedio del 37.8 por ciento desde el período del 1 de enero de 2019 al 31 de marzo de 2020, es decir, unas 5000 veces más que la de los medios principales de Estados Unidos, pero su nivel de interacción es 68 veces menor.
Los documentos de licitación fechados en 2018 y 2019 revelan que los medios estatales han estado gastando cientos de miles de dólares para adquirir seguidores en Twitter y Facebook en lo que parecía ser una campaña para establecerse como voceros de noticias autorizadas.
«Cuando (…) uno ve que decenas de millones de personas lo siguen, entonces uno lo percibe como bastante creíble», dijo entonces a The Epoch Times Sarah Cook, la analista sobre China de la organización de derechos humanos Freedom House. Ella lo describió como una «nueva ventana», es decir, «una vía de acceso a las bases de la sociedad y al público de otros países».
La proporción de cuentas falsas entre sus seguidores de Twitter es difícil de ignorar. Para un usuario promedio de Twitter, entre el 5 y el 30 por ciento de las cuentas que le siguen son bots o spam. En comparación, la proporción de cuentas falsas de los cuatro medios mencionados (CGTN, China Daily, Xinhua y People’s Daily) oscila entre el 34.3 y el 38.4 por ciento. En el caso de sus versiones en francés, las cifras se disparan hasta el 62.8%, según los investigadores.
Al mismo tiempo, el China Daily, bajo el control del PCCh está invirtiendo millones de dólares para distribuir sus contenidos a través de algunas de las publicaciones más influyentes del mundo. Entre noviembre de 2016 y abril de 2020, China Daily pagó casi 19 millones a los periódicos estadounidenses para insertar su suplemento gratuito llamado China Watch.
Esta colaboración tiene un triple beneficio, según los autores. No solo ayuda a los medios chinos a llegar a su público objetivo, sino que les hace parecer más creíbles y les da una ventaja financiera sobre sus medios asociados.
El periódico británico The Telegraph, que hasta abril del año pasado había estado recibiendo unas 750,000 libras esterlinas (cerca de un millón de dólares) al año para distribuir China Watch, también publicó al menos 20 artículos firmados por el embajador chino en el Reino Unido entre 2016 y 2018, el doble del número publicado por el Daily Mail, The Guardian y el Financial Times juntos, según un estudio de 2019 publicado en el Royal United Services Institute, un equipo de analistas británico de defensa y seguridad.
Un nuevo orden mediático mundial
El Departamento de Estado de Estados Unidos designó un total de 15 entidades de medios estatales chinos con sede en el país como misiones extranjeras porque son «sustancialmente propiedad o están efectivamente controladas» por un gobierno extranjero, dijo un portavoz del departamento a The Epoch Times en septiembre.
En el caso de la agencia de noticias estatal Xinhua, sus periodistas locales tienen la «única misión de traducir despachos previamente redactados por personal chino», según el informe francés. Un periodista francés de Xinhua dijo a uno de los autores en 2018 que sus despachos de Xinhua consisten en un 80 por ciento de traducciones del inglés y un 20 por ciento del chino.
Tanto las traducciones como alguno que otro artículo original serían revisados por un periodista chino que domina el francés y que está en sintonía con «las expectativas del Partido, así como con las ‘historias que son preferidas'», según el periodista de Xinhua.
Antiguos miembros del personal del periódico hongkonés pro Beijing, Sing Tao, relataron historias similares a The Epoch Times después de que la publicación registrara en agosto, por orden del Departamento de Justicia, a sus cinco entidades estadounidenses como agentes extranjeros.
David, exredactor jefe de la oficina de Sing Tao en Nueva York, dijo que en su primer día le informaron sobre «dos principios»: no informar noticias sobre Falun Gong, un grupo espiritual perseguido por Beijing, ni sobre la independencia de Taiwán. Otra persona que trabajó hace años en la oficina de San Francisco, dijo que le indicaron que no utilizara la palabra PCCh —el acrónimo del Partido Comunista Chino— ni «República de China», el nombre oficial de la isla de Taiwán, que el régimen reclama como una isla propia. En su lugar, debía utilizar las palabras «China» y «Provincia de Taiwán de la República Popular China», respectivamente, dijo a The Epoch Times.
La adquisición de medios de comunicación extranjeros, la formación de periodistas, la donación de regalos y equipos, la presión diplomática, el chantaje de los visados y las amenazas a través de las llamadas telefónicas son algunas de las tácticas desplegadas por Beijing para reconfigurar el panorama mediático en el extranjero y adaptarlo a su voluntad, según el informe.
En Sudáfrica, el periodista Azad Essa vio que su columna semanal en Independent Media, el segundo grupo mediático del país, fue cancelada horas después de la publicación de su artículo de septiembre de 2018, en el que condenaba la persecución de los uigures en la región china de Xinjiang. El 20 por ciento del grupo mediático es propiedad de dos entidades chinas respaldadas o controladas por Beijing.
Por su parte la edición de Hong Kong de The Epoch Times ha sido objeto de una serie de actos vandálicos desde su creación, en lo que, según los críticos, lleva el sello de las tácticas de intimidación del régimen para silenciar la información independiente.
Debido al temor a las represalias, los grupos de medios de comunicación en lengua china de Australia han optado por autocensurarse activamente, según un estudio realizado en septiembre por el Instituto Lowy, con sede en Sydney.
«Los temas políticamente sensibles o las críticas contra el gobierno chino pondrían en peligro a los miembros de nuestro personal o a sus familias. No queremos que ellos o sus familias sean detenidos en China», declaró un propietario de un medio de comunicación al grupo de analistas.
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