Enseñando sobre identidad mientras perdemos nuestra historia

Una sociedad que ya no está orgullosa de su legado se encamina a perder las libertades de las que ha disfrutado durante casi 250 años

Por Timothy S. Goeglein
07 de febrero de 2024 9:01 PM Actualizado: 07 de febrero de 2024 9:01 PM

Opinión

En 2026, dentro de dos años, Estados Unidos celebrará su 250 aniversario. Mientras nos encontramos en la cúspide de ese momento trascendental, somos testigos de una nación que está irremediablemente dividida a medida que nuestro tejido nacional continúa desmoronándose, poniéndonos a los unos contra los otros, en lugar de unirnos en el vínculo común de la libertad que nos legaron nuestros Padres Fundadores.

¿Por qué? Esto es así porque ya no tenemos conocimiento de nuestro pasado, lo que significa que ignoramos cómo impacta el presente y eventualmente nos llevará a repetir las mismas malas decisiones tomadas por civilizaciones que vinieron y se fueron antes.

A medida que nos acercamos a nuestro 250 aniversario, debemos preguntarnos: ¿Cómo se prepara la república constitucional más antigua del mundo para celebrar adecuadamente su historia sin un nuevo gran proyecto que aborde su falta de cultura constitucional e histórica?

Es una pregunta que debemos plantearnos, porque la falta de conocimiento actual entre nuestra ciudadanía es muy marcada. Por ejemplo, una encuesta reciente realizada por el Centro Annenberg de Políticas Públicas de la Universidad de Pensilvania descubrió que solo el 40 por ciento de los adultos son conscientes de que la Primera Enmienda garantiza la libertad de religión, y solo el 28 por ciento sabía que garantiza la libertad de prensa.

El informe más reciente de la Evaluación Nacional para el Progreso Educativo encontró que solo el 13 por ciento de los estudiantes de octavo grado dominan la historia estadounidense.

Un artículo reciente en el Washington Times analizó los hallazgos del informe de la Comisión Nacional sobre la Enseñanza de la Historia Estadounidense en nuestras Universidades sobre lo que se enseña en los cursos universitarios de historia de nivel inicial, y los resultados fueron alarmantes. La comisión encontró que en lugar de enseñar sobre los principios comunes que nos unen como nación, los planes de estudios de historia se centran en acentuar nuestras divisiones mientras ignoran la enseñanza de hechos históricos arraigados desde hace mucho tiempo.

¿Qué se está enseñando? Según la comisión, «términos centrados en la identidad» como «masculinidad tóxica»—términos que enfrentan a grupos entre sí, prevalecen en los cursos de introducción a la historia universitaria— mientras que eventos como la Declaración de Independencia, la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial apenas se mencionan.

Esta falta de enseñanza, pone en riesgo el futuro de toda nuestra nación.

En su libro, «The Disuniting of America», el historiador liberal Arthur Schlesinger Jr. afirmó que los estadounidenses deben ser diligentes en proteger y promover las cosas que los unen, en lugar de fijarse en lo que los divide. Schlesinger advirtió que centrarse en las cosas que los dividen convertiría a las instituciones educativas en zonas de guerra, grupos enfrentados entre sí sin ningún sentido de identidad colectiva.

Ahora, 32 años después, las advertencias de Schlesinger no podrían haber sido más proféticas. A muchos jóvenes no se les enseña ni siquiera la información más básica, lo que da como resultado una ciudadanía divorciada tanto intelectual como emocionalmente de su herencia.

Durante mi estancia en la Casa Blanca tuve la oportunidad de pasar una tarde con el Sr. Schlesinger en su casa de Manhattan.

Aunque diferíamos políticamente, descubrimos que compartíamos un interés en común por mantener la unidad nacional. Teníamos diferencias, pero reconocimos que teníamos un vínculo en común. Uno de nosotros puede ir por el camino de la izquierda y el otro por el de la derecha, pero tenemos un destino compartido: querer lo mejor para nuestro país.

Y una sociedad que ya no está orgullosa de su herencia está en camino de perder las libertades que ha disfrutado durante casi 250 años— o, como dijo Dwight Eisenhower en su discurso inaugural de 1953, «un pueblo que valora sus privilegios por encima de sus principios pronto pierde ambos».

En vez de hablar de lo que no se enseña en las instituciones educativas de nuestro país, quiero que todos los jóvenes estadounidenses, ahora que nuestra nación se acerca a su 250 aniversario, sepan y comprendan que Estados Unidos es una nación excepcional fundada en la libertad religiosa, la responsabilidad personal y el respeto a nuestros conciudadanos—no una nación fundada en la opresión, el odio a los demás y el interés propio.

Todos los jóvenes estadounidense necesitan conocer la historia de una nación con una visión gloriosa de unidad, libertad y dignidad para todos. Eso es lo que celebraré dentro de dos años, y tengo la esperanza de que todos los estadounidenses se unan a mí para celebrar adecuadamente la verdadera herencia de nuestra nación aprendiendo su historia. Si lo hacemos, podremos volver a ser lo que imaginaron los Padres Fundadores: una nación unida bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos.


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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