Recientemente, 26 miembros del equipo nacional de voleibol femenino tailandés dieron positivo tras recibir inyecciones de vacunas COVID-19 fabricadas en China, lo que llevó al equipo a retirarse de la Liga de Naciones de Voleibol (VNL) 2021.
Tailandia ha comprado una gran cantidad de vacunas chinas contra el COVID-19 y ha retirado a su equipo de la VNL, que se celebrará en Italia del 25 de mayo al 19 de junio. El equipo de voleibol femenino tailandés ocupa actualmente el 15º lugar en el ranking mundial.
Todas las integrantes y el personal del equipo de voleibol femenino recibieron la primera dosis de la vacuna COVID-19, fabricada por la empresa estatal china Sinovac, el 29 de abril.
El 12 de mayo, 22 jugadoras y 4 miembros del personal dieron positivo en la prueba de COVID-19 realizada antes del partido y fueron enviados al hospital para su observación y tratamiento.
La Federación Internacional de Voleibol (FIVB) no ha prohibido al equipo participar en la liga mundial y está investigando los casos.
«Nos gustaría pedir disculpas a todos los aficionados del país, y cuidaremos de las atletas y el personal afectados como si fueran miembros de nuestra familia», dijo la Asociación Tailandesa de Voleibol en un comunicado.
Un médico local señaló que, según un estudio de prueba chileno, la tasa de protección de la vacuna china era solo del 16% de efectividad tras la primera inyección después de dos semanas, y dos semanas después de la segunda inyección aumentaba al 67%. En cambio, las vacunas fabricadas por otros países tienen una tasa de protección de entre el 60 y el 70 por ciento a las 3 semanas de la primera inyección y aumenta hasta el 70 o el 75 por ciento a las 2 semanas de la segunda. El médico también recordó que no hay ninguna vacuna que tenga una tasa de protección del 100 por ciento contra el virus del PCCh (Partido Comunista Chino), que causa la enfermedad COVID-19.
El régimen chino ha estado impulsando una estrategia de «diplomacia de vacunas» a nivel internacional para ampliar su influencia geopolítica. Los países del sudeste asiático, vecinos de China, son los primeros en sentir sus efectos.
A principios de este año, el gobierno tailandés encargó 2 millones de dosis de vacunas COVID-19 fabricadas por la empresa estatal china Sinovac, que se han administrado a más de 600,000 personas en todo el país. En marzo, a pesar de los graves efectos secundarios de las vacunas chinas que se registraron en Tailandia, como un derrame cerebral, el gobierno tailandés siguió con las vacunas chinas. Ha encargado 1.5 millones de dosis adicionales a la empresa china.
A principios de mayo, el presidente de otro país del sudeste asiático, el filipino Rodrigo Duterte, pidió a China que retirara su donación de 1000 vacunas desarrolladas por Sinopharm, alegando que no están aprobadas para el público. En los últimos meses también se ha intensificado la disputa territorial entre China y Filipinas por regiones del mar de China Meridional.
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