Opinión
¿Qué debe pensarse del viaje de la presidente de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, a Taiwán?
Hay al menos un par de conclusiones que se pueden derivar de la visita de estado semioficial de Pelosi a la nación isleña autogobernada y anticomunista.
Una de ellas es que, aparentemente, no hay límite para los delirios de aquellos que no comprenden la realidad. Otra es que el propósito de la visita de Pelosi a Taiwán puede ser mucho peor de lo que se piensa.
¿Delirios deliberados?
Comencemos con los posibles delirios de Pelosi. ¿Acaso imaginó que su visita le demostraría a China el compromiso de Estados Unidos con la independencia de Taiwán?
Pareciera que sí. Después de todo, le dijo a la presidente de Taiwán, Tsai Ing-wen: «No abandonaremos a Taiwán«.
Para algunos oídos, eso podría sonar mucho como un compromiso con la independencia de la nación isleña.
Pero no lo es. En respuesta al anuncio de Pelosi, la administración Biden afirmó que no apoya esa aspiración de Taiwán.
Así que está tan claro como el lodo. ¿Podría ser que el propósito de la reunión fuera estabilizar las relaciones con Beijing?
Eso tampoco es realista. En todo caso, la visita de Pelosi ha agitado y provocado a Beijing a nuevos niveles. Los líderes del Partido Comunista Chino (PCCh) ya han caracterizado a la visita de Pelosi como “provocadora”.
¿Desencadenó la escalada?
Y lo fue, por supuesto. De hecho, esa era la intención. Como resultado, Taiwán tuvo una presencia enorme de las armadas de EE.UU. y China en sus aguas en el período previo a la visita. Más sobre esto en un momento.
Pero primero, ¿cuál es el resultado inmediato, ahora que Pelosi se ha ido de la isla?
Un resultado es el anuncio de la Armada del Ejército Popular de Liberación (EPL), que dijo que participará en ejercicios con fuego real alrededor de Taiwán. Cumplieron esa promesa, disparando al menos 11 misiles en aguas taiwanesas, además de aumentar la frecuencia de las violaciones al espacio aéreo de Taiwán con sus aviones de combate. El nivel de tensión entre Beijing y Taipéi ha alcanzado nuevos niveles.
Hay otras implicaciones que pueden derivarse de la decisión, aparentemente individual, de Pelosi de visitar Taiwán y ninguna de ellas es buena.
¿Una fachada de caos?
Por ejemplo, la «visita semioficial pero no apoyada por Biden» de Pelosi a Taiwán podría interpretarse fácilmente como una señal de cuán dividida, descoordinada e incluso no funcional parece estar la administración Biden.
Teniendo en cuenta el historial de Biden, se puede entender que los observadores lleguen a conclusiones tan obvias.
La retirada de Afganistán, por ejemplo, fue increíblemente dañina para la seguridad y el prestigio de Estados Unidos. En un solo día, la administración Biden destruyó la credibilidad de EE.UU. entre aliados y adversarios, dejó un vacío de poder que Rusia y China llenaron de inmediato, y dio armas a las mismas personas contra las que hemos estado luchando durante los últimos 20 años.
Luego, en Ucrania, la administración no logró disuadir a Rusia de invadir, lo que ha llevado a una intensa guerra, la destrucción continua de una nación y la próxima hambruna, entre otros resultados negativos.
Ahora, con respecto a Taiwán y China, parece que el presidente carece de control sobre la política exterior.
Eso es comprensible. Después de todo, aunque ni la administración Biden ni su liderazgo militar aprobaron la visita de Pelosi, la presidenta de la Cámara lo hizo de todos modos.
¿Cómo puede ser esto?
¿Cómo se puede considerar simplemente accidental o inadvertida la visita de un miembro del Congreso que desencadena el cerco más agresivo a la nación insular por parte de las fuerzas navales de China y perturba aún más el comercio mundial?
¿Bajo qué circunstancias un miembro del Congreso supera la autoridad presidencial, especialmente con respecto a un acto de provocación que involucra una política exterior delicada que bien podría conducir a una guerra?
Creación de una narrativa falsa
La actual situación pareciera demostrar que la política de ambigüedad estratégica de Estados Unidos hacia Taiwán está alcanzando niveles absurdos e insostenibles.
Y ese podría ser el punto: es demasiado increíble como para creerlo, y por lo tanto, suscita otras preguntas.
Por ejemplo, ¿Cómo debería Taipéi, y para el caso, Beijing, ver la política y el juicio de EE.UU. ahora?
¿Debería alguno de ellos, o ambos, llegar a la conclusión de que Estados Unidos no tiene un objetivo político claro, que sus dirigentes están profundamente divididos respecto a Taiwán y que, por lo tanto, el compromiso estadounidense con el statu quo ha terminado con respecto a la existencia de Taiwán?
Eso parece una suposición razonable.
O, más cínicamente, ¿qué pasaría si tanto Taipéi como Beijing simplemente fueran llevados a esa conclusión?
El modelo de Ucrania
Esa puede ser una píldora difícil de tragar, pero considere las provocaciones de la administración Biden hacia Rusia. En los meses previos a la guerra, las propuestas desestabilizadoras de la OTAN hacia Ucrania, impulsadas por Estados Unidos, habrían puesto una presencia militar occidental en la frontera con Rusia. Moscú dejó en claro que tal resultado provocaría una respuesta militar rusa.
Y, sin embargo, Estados Unidos siguió presionando y Rusia finalmente respondió con su horrenda invasión y destrucción a Ucrania.
Es de crucial importancia el hecho de que Estados Unidos no ha «abandonado» a Ucrania ante la guerra de Rusia, sino que, junto con la OTAN, está apoyando a Ucrania con armamento sofisticado para gran desventaja de Moscú. La capacidad militar convencional de Rusia se está agotando rápidamente, con un índice de bajas y pérdidas materiales asombrosamente alto. La guerra, que está enfrentando a familiares, también está dividiendo a la sociedad rusa.
Moscú ha acusado a Estados Unidos de librar una guerra indirecta contra Rusia en Ucrania, con las tropas rusas y ucranianas haciendo todo lo posible, mientras que Estados Unidos simplemente suministra armas.
Reina la ilusión
¿Podría el ejemplo de Ucrania ser el punto central de la visita de Pelosi a Taiwán?
¿Podría ser la estrategia de la administración provocar que China invada un Taiwán fuertemente armado, permitiendo así que Estados Unidos pelee una guerra indirecta contra China?
Ciertamente es una posibilidad, pero ¿quién sabe?
Si su usa la proyección como indicador, la declaración del secretario de Estado de EE.UU., Anthony Blinken, de que espera que “Beijing no fabrique una crisis” a partir de la visita de Pelosi a Taiwán, puede ser exactamente lo que la administración Biden quiere que ocurra.
La política exterior de guerras indirectas no es nueva. Pero si el Equipo Biden cree que desencadenar una guerra indirecta contra China en Taiwán sirve a nuestros intereses de alguna manera, o a algunas pretensiones globalistas de dominación, entonces son tan delirantes como Pelosi.
Es aún más ilusorio imaginar que la respuesta de Beijing será como la de Rusia. Beijing está preparando a su gente para la guerra y es una ilusión pensar que se libraría en los términos de la administración Biden.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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