Comentario
En algún momento de diciembre de 2019, el Dr. Li Wenliang decidió que debía actuar. Su clínica en la capital de la provincia de Hubei, Wuhan, tenía demasiados pacientes con síntomas de neumonía viral. En un chat privado en línea, advirtió a otros médicos que los análisis indicaban un «coronavirus del SARS». La epidemia de SARS estalló en 2002 y todavía seguía avergonzando a Beijing.
El 1 de enero, la Oficina de Seguridad Pública local arrestó a Li y a otros siete médicos, alegando que difundían rumores malvados. Los principales medios de comunicación chinos informaron de los arrestos. La humillación ejercida por los medios hizo su trabajo: reprimió la información que avergonzaba a los funcionarios del Partido Comunista Chino (PCCh). También produjo un cortocircuito en el intercambio de datos médicos, porque en China, el PCCh reina supremo.
La policía liberó a Li el 3 de enero después que admitiera «actos ilegales». Volvió a trabajar combatiendo la epidemia que el régimen tanto negaba. Para el 10 de enero, Li y su familia habían contraído el nuevo coronavirus.
Li está vivo y ahora es un héroe de Internet. Sin embargo, el nocivo sistema chino de vigilancia doméstica que silenció neciamente al doctor permanece intacto.
Li fue víctima del Ministerio de Seguridad Pública de China y su sistema de calificación de crédito social. El sistema acumula datos sobre personas que usan teléfonos celulares, video, Internet, viajes y habladurías. Los empleados de seguridad seleccionan los datos para detectar signos de comportamiento antigubernamental.
Los estadounidenses que se preocupan por su salud así como por la seguridad nacional de EE.UU. necesitan saber acerca de las organizaciones de seguridad e inteligencia nacionales e internacionales de China, y la red global de compañías y organizaciones que controlan y manipulan.
Una excelente fuente de esta información es el «Espionaje Comunista Chino: Un Manual de Inteligencia», de Peter Mattis y Matthew Brazil. Este cuidadoso libro, con muchas notas al pie de página, hace varias cosas. Proporciona una historia de los orígenes de los organismos de inteligencia chinos del siglo XXI del Partido Comunista Chino. La historia se entrelaza con el análisis de los objetivos cambiantes de la inteligencia china durante la Guerra Antijaponesa (1937-1945), la guerra civil, la Guerra Fría (incluyendo la Guerra de Corea y Taiwán), la transformación económica de Deng Xiaoping y la creciente competencia de China con Estados Unidos.
Un tema importante: ya sea sirviendo como unidades de protección del régimen, como policía secreta nacional que espía a los chinos o como espías que tienen como objetivo a entidades extranjeras, la primera lealtad de los servicios de inteligencia es hacia los altos funcionarios del PCCh.
En 1983, Deng reorganizó sus servicios de inteligencia y formó el Ministerio de Seguridad de Estado, o MPS. El MPS se ocupa del contraespionaje pero también se encarga de «oponerse al hegemonismo». Eso significa que reúne inteligencia extranjera y lleva a cabo operaciones encubiertas.
Mattis y Brazil tienen una lista de 18 oficinas de MPS. Aquí hay tres que ilustran los grandes objetivos de Beijing: La 1ª Oficina lleva a cabo operaciones secretas por agentes del MPS que no están bajo cobertura diplomática; la 10ª Oficina «maneja organizaciones estudiantiles chinas y otras entidades en el extranjero»; la 18ª Oficina (Oficina de operaciones de EE.UU.) lleva a cabo operaciones «clandestinas» contra Estados Unidos.
El capítulo 4, «Casos de espionaje económico», y el capítulo 6, «Espionaje durante el auge de China», proporcionan los antecedentes para comprender las relaciones políticas entre Estados Unidos y China, en particular la guerra comercial entre ambos países.
Los autores además informan que la explotación de la red de computadoras «cambió todo» el panorama para la inteligencia china. El ciberespionaje chino ha sido generalizado y extraordinariamente exitoso. Los ciberespías de Beijing penetraron en la red de Google. En 2015, penetraron en la Oficina de Administración de Personal de EE.UU. y adquirieron información del personal de 20 millones de trabajadores del gobierno, civiles y militares.
En una columna publicada en mayo de 2019, escribí: «La generalizada e implacable operación de espionaje de China dirigida a la creatividad científica, comercial y económica estadounidense no tiene precedentes históricos». El ensayo se enfocó en la exposición del espionaje chino en el Centro de Cáncer MD Anderson en Houston en la primavera de 2019. Las investigaciones de Mattis y Brazil demuestran ser penetrantes e implacables, citando más de 100 casos de robo económico y de propiedad intelectual que se remontan a la década de 1990. Muchas de estas operaciones combinan espías humanos y activos con ciberespionaje y otro tipo de espionaje electrónico.
Lea este libro por conocimiento, no por entretenimiento. Con esa salvedad, se señala que el libro incluye perfiles biográficos de personal clave de la inteligencia comunista china, a partir de la década de 1920. Los perfiles son cortos, pero varios se leen como si fuera un tratamiento para una película de espías.
Austin Bay es coronel (retirado) de la Reserva del Ejército de los EE.UU., autor, columnista sindicado y profesor de estrategia y teoría estratégica en la Universidad de Texas. Su último libro es «Cócteles del Infierno»: Cinco Guerras que dan forma al siglo XXI».
Los puntos de vista expresados en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de The Epoch Times.
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