Hace poco estaba de pie frente a la barra de la cocina haciendo la preparación habitual para la hora de la cena. Mientras tanto miraba a mis hijos correr alegremente por nuestro jardín reuniendo todo tipo de artículos para construir su propia «casa» en el árbol, y recordé un pensamiento agridulce.
Estos momentos de la infancia se presentan de manera fugaz. Escuché y observé. El sonido de su risa, la inocencia de su juego, la diversión de crear una «sopa» de barro, tierra y hojas crearon una escena que continúa repitiéndose en mi mente.
Hay una etapa para todo, pero mientras observaba, solo quería congelar el tiempo. Quería recordar esta etapa de la vida, sus voces, sus botas enlodadas, la forma de comunicarse entre ellos de manera tan inocente.
Cuando este pensamiento entró en mi mente, la olla de agua hirviendo en la estufa exigió mi atención y dejé de mirar y asimilar esta escena.
Muchas veces, incluso antes de que me dé cuenta, algo más está compitiendo por mi atención, alejándome de estar completamente presente en momentos como este que quiero mantener grabados en mi memoria para siempre.
La belleza de la paternidad
El papel de ser padres es doble.
Por un lado, somos los proveedores de estos seres humanos dependientes. Sus mentes jóvenes no pueden sostener adecuadamente sus vidas de manera saludable y segura (a pesar de su resistencia). Las tareas relacionadas con su cuidado continúan día tras día, por mundanas que sean.
Pero, por otro lado, necesitan padres que no solo se ocupen de su bienestar físico, sino que también estén allí para darles un cálido abrazo, ayudarlos a construir una torre o simplemente sentarse cerca de ellos sin interrupciones.
La vida es corta. A medida que mis hijos crecen y se vuelven más independientes, veo mi tendencia a pensar en lo que sigue en el día, la semana o incluso el próximo año, en lugar de estar completamente presente en el momento actual.
Dentro de unos años, probablemente estaré exactamente en este mismo lugar en mi cocina, preparando la cena mientras miro por la ventana. Ya no veré niños pequeños jugando o escarbando en la tierra. Ya no tendré a un niño llorando a mis pies esperando que lo abrace. Probablemente extrañaré estos días.
Mi esperanza es no seguir preocupado por el pasado, ni estar constantemente pensando en lo que sigue o apurando a mis hijos (¡especialmente al salir de casa!). En el resto de esta publicación, me gustaría hablar sobre cómo es que estoy aprendiendo a estar más presente, mientras disfruto del viaje y no intentar apurar al destino.
Estar presente
1.Tener un plan, pero no hacerlo demasiado concreto.
Tener un ritmo diario es una forma saludable para que los niños conozcan las expectativas y las rutinas. Pero cuando este plan se vuelve demasiado rígido y no permite la espontaneidad o la aventura aleatoria, entonces la rutina se vuelve inútil en los intentos de estar más presente con mis hijos.
En los días cálidos, mi hija siempre pide hacer un picnic en el parque infantil cercano. Me gusta decir que sí tan a menudo como puedo. Dar menos importancia a uno que otro cambio de planes me permite priorizar lo que es más importante: pasar más tiempo de calidad con mis hijos en lugar de hacer una tarea más productiva en casa.
2.Hacer que las tareas diarias sean realistas.
Una lista de tareas diarias es un sistema útil que me permite sentirme productiva y organizada mientras me quedo en casa con tres niños pequeños. La clave aquí es hacer que la lista sea realista, para que todavía haya suficiente tiempo para interactuar y estar presente con mis hijos, en lugar de abarrotar cada minuto libre con otra tarea. Tres elementos (priorizados del más al menos importante) suelen ser una cantidad factible.
Mi casa nunca está tan limpia y ordenada como me gustaría, pero la realidad es que estoy criando humanos aún pequeños y desordenados, no robots. Aprender a ajustar mis expectativas me ha permitido hacer metas más realistas.
3.Encontrar tiempo para uno mismo.
Una de las partes de mi día que me permite tener más paciencia y capacidad para estar más presente con mis hijos es encontrar tiempo para mí. Actualmente, puedo hacerlo por la mañana antes de que los niños se despierten y también tengo un tiempo por la tarde cuando hacen la siesta o tienen un rato de tranquilidad. Cuando he tenido este momento para mí donde puedo descansar, leer o ser productivo, es mucho más probable que responda con paciencia y brinde tiempo de calidad a mis hijos.
4.Posicionarme a su nivel.
Una última forma que he encontrado beneficiosa para estar más presente es ubicarme tanto física como emocionalmente a su nivel. Cuando puedo estar cara a cara con ellos (arrodillándome o sentándome en el sofá con ellos), esto me permite estar más cerca mientras interactúo y hablo con ellos. Emocionalmente, descubrí que simplemente preguntarles cómo va su día, interesarse en lo que están jugando o preguntar cómo están nos permite conectarnos de una manera más significativa.
Esta historia fue publicada originalmente en el blog This Evergreen Home.
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