Hace años, cuando le preguntaban: «¿Cómo le va?», una mujer que conocí siempre respondía: “Estoy mejorando cada día en todos los sentidos”. Esta respuesta sonó un poco artificial y cursi, pero asumí que este mantra era solo parte de su personalidad.
Recientemente, mientras hojeaba «Wind Sprints» («Carreras de viento») de Joseph Epstein, una colección de ensayos cortos, una versión de esas mismas palabras me llamó la atención: «Cada día, en todos los sentidos, estoy mejorando». Como señala Epstein, el psicólogo francés Émile Coué de la Châtaigneraie (1857–1926) empleó esa misma fórmula como parte de la base de su filosofía de pensamiento positivo.
Coué es el padre de la autosugestión optimista y el autor de «Self-Mastery Through Conscious Autosuggestion» (Autodominio mediante la autosugestión consciente), que se publicó en Estados Unidos en 1922 y sigue imprimiéndose hoy en día. Creía que los pensamientos positivos, repetidos constantemente, podían influir a su vez en nuestra salud mental y física.
«Si te persuades de que puedes hacer cierta cosa», escribió, «siempre que esta cosa sea posible, la harás por difícil que sea».
Otros de la época caminaban por la misma senda. En 1902, por ejemplo, el estadounidense James Allen publicó «As a Man Thinketh» («Como piensa un hombre»), que comienza con un poema:
La mente es el poder Maestro que moldea y hace,
y el hombre es mente, y siempre toma
la herramienta del pensamiento, y, dando forma a lo que quiere,
produce mil alegrías y mil males.
Piensa en secreto, y sucede:
el entorno no es más que su espejo.
Cincuenta años después, Norman Vincent Peale publicó “El poder del pensamiento positivo”, un gran éxito de ventas que sigue siendo popular en la actualidad. El pensamiento optimista tiene guías que abundan en las secciones de autoayuda de librerías, podcasts y entrenadores profesionales que promocionan sus beneficios, y los atletas usan la autosugestión para correr un maratón o mejorar su juego en golf, tenis y otros deportes.
Acompañando a la autosugestión está su prima, la visualización. Aquí, encendemos nuestra imaginación para explorar algún evento futuro (una entrevista de trabajo, una propuesta de matrimonio, paracaidismo) con la esperanza de aumentar nuestras posibilidades de éxito. Una amiga mía encontró a su hija adolescente acostada en la cama solo unas horas antes de un recital de baile.
«¿No deberías estar practicando?» preguntó la madre. «Estoy practicando», respondió la niña. «En mi cabeza». Nunca había oído hablar de la visualización, pero estaba haciendo justamente eso, autocriticándose mentalmente mientras seguía su rutina.
¿Tiene defectos la teoría de la autosugestión de Coué? El jurado no sabe si los estadounidenses están obsesionados consigo mismos, pero si se lleva demasiado lejos, la autosugestión podría avivar el ego en detrimento de nuestras relaciones con los demás. Es difícil imaginar a la Madre Teresa caminando por las pobres calles de Calcuta cantándose a sí misma: «Día a día, en todos los sentidos, estoy cada vez mejor».
¿Funciona la autosugestión consciente? Haga esa pregunta en Internet y la respuesta es un rotundo sí. Un artículo tras otro describe esta técnica de superación personal como una poderosa herramienta que puede aumentar la confianza en uno mismo y beneficiar nuestra salud. Aquí, cabe señalar que el dinero gastado en publicidad de todo tipo en los medios de comunicación de Estados Unidos en 2022 superó con creces los 250,000 millones de dólares, por lo que es evidente que las empresas y las agencias de publicidad creen en el poder de la sugestión.
En la mayoría de los casos, tenemos poco que perder y mucho que ganar si salimos por la puerta animados por un poco de alegría, aunque solo sea para mantenernos a flote en los mares agitados de nuestro maltrecho mundo.
«Pruebe esto durante una semana y se sorprenderá», escribió Peale en «El poder del pensamiento positivo».
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