Un estudio reciente muestra cómo los factores ambientales físicos, como la densidad urbana y la cantidad de zonas verdes naturales que rodean a un niño, pueden influir en su salud mental, así como en su cognición y función cerebral.
Los resultados del estudio, publicado por la Universidad Estatal de Georgia el 12 de noviembre, utilizaron imágenes por satélite y cerebrales, estudiando a 11,800 niños de 21 ciudades de EE.UU. para comprender cómo afectan determinados entornos al cerebro de los jóvenes, lo que también se conoce como Desarrollo Cognitivo del Cerebro Adolescente (ABCD por sus siglas en inglés).
El estudio, «Estimaciones urbanas por satélite en el estudio ABCD: Vinculación de la neuroimagen y la salud mental con las mediciones de factores macroambientales mediante imágenes satelitales», fue financiado por los Institutos Nacionales de Salud. Vince Calhoun, catedrático de Psicología de la Universidad Estatal de Georgia, fue el autor principal y el investigador principal.
Calhoun vinculó imágenes de resonancia magnética funcional con datos por satélite de las ubicaciones de los participantes, investigando el impacto de las ubicaciones de niños de 9 y 10 años en sus cerebros.
El estudio descubrió que las zonas con más terreno boscoso presentaban menos problemas cognitivos, mientras que las zonas urbanizadas, en particular las que contaban con altos niveles de superficies urbanizadas (medidos por métricas como el Índice de Diferencia Normalizada de Superficie Urbanizada), estaban vinculadas a una peor función cognitiva. Los resultados sugieren que la exposición a espacios verdes puede beneficiar la salud cognitiva, mientras que vivir en zonas urbanas densamente pobladas puede contribuir al deterioro cognitivo.
«Los resultados ponen de relieve la importancia del entorno urbano en la salud mental. Vemos una ventana crítica durante la infancia y la adolescencia en la que los factores ambientales pueden moldear el futuro desarrollo cognitivo y conductual», dijo Calhoun.
El estudio analizó cómo se utiliza el suelo para determinar el estado social y económico de una zona, teniendo en cuenta aspectos como la contaminación lumínica y el número de edificios.
Los investigadores descubrieron que los lugares con más edificios y más luz nocturna tenían más probabilidades de presentar niveles más bajos de educación familiar e ingresos familiares. En cambio, los lugares con más árboles y plantas tenían más probabilidades de presentar niveles más altos de educación e ingresos familiares.
Espacios verdes y resiliencia mental
El estudio destaca la importancia de los espacios verdes urbanos, sobre todo por su capacidad para mejorar la salud mental. El Índice de Vegetación de Diferencia Normalizada (NDVI por sus siglas en inglés) y otras medidas similares muestran que la vegetación urbana tiene un efecto importante y que una mayor exposición a los espacios verdes se asocia a una mejora de la resiliencia cognitiva.
Los investigadores concluyeron que una forma de mitigar los efectos negativos de la vida en la ciudad sobre la salud mental de las personas es incluir parques y otros espacios verdes en el diseño urbano.
Partiendo de estos resultados, futuros estudios investigarán cómo la contaminación atmosférica, la falta de espacios verdes y el calor urbano afectan la salud mental de las personas a largo plazo.
Su objetivo es utilizar estos y otros datos del estudio para determinar cuándo las personas son más susceptibles y más capaces de soportar las tensiones ambientales, sociales y económicas, así como la interacción entre estos factores y la genética.
Las conclusiones del estudio respaldan la idea de que los planes de desarrollo urbano deben dar prioridad a la integración de espacios verdes, abriendo la posibilidad de que los responsables políticos aborden tanto cuestiones de salud pública como de calidad de vida estableciendo entornos que favorezcan el bienestar mental.
Los resultados respaldan la idea de crear espacios verdes adaptados a los niños, pues ponen de relieve la importancia de los entornos naturales para promover un desarrollo emocional y cognitivo adecuado.
Ran Goldblatt, coautor del estudio y científico jefe de New Light Technologies, opinó sobre los resultados: «El conjunto de datos ABCD ofrece una oportunidad única para comprender mucho mejor las asociaciones entre una serie de indicadores del complejo entorno físico urbano y su impacto en la salud mental».
«Este conjunto de datos también nos permite observar cambios ambientales dinámicos y su impacto en la salud mental a lo largo del tiempo, señalando intervenciones específicas para impulsar el bienestar mental en diversas comunidades».
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