A pesar de una cadena interminable de estímulos monetarios y fiscales, la eurozona decepciona constantemente en cuanto a crecimiento y creación de empleo. Una de las razones es la demografía. Ningún estímulo monetario y del gasto público puede compensar el impacto sobre el consumo y el crecimiento económico de una población que envejece, como lo puede confirmar Japón.
Sin embargo, hay un factor especialmente importante que tiende a pasarse por alto: la falta de competitividad de la industria de la eurozona debido a los precios crecientes y no competitivos de la energía.
Los precios de la electricidad residencial en la Unión Europea (UE) entre 2010 y 2014 fueron en promedio alrededor de USD 240 por MWh en comparación con un promedio de casi USD 120 por MWh en Estados Unidos. Los precios de la gasolina también eran dos veces más caros en promedio en la UE en comparación con Estados Unidos (pdf).
Esta tendencia no ha mejorado. En 2020, el precio medio de la electricidad para el consumidor residencial en Europa mostró un aumento del 13 por ciento sobre el precio medio 10 años antes.
Las subvenciones a las energías renovables desempeñan un papel importante. En Alemania, los precios de la electricidad en los hogares han aumentado de forma espectacular desde 2006. El precio medio de la electricidad en los hogares ha aumentado un 55 por ciento entre 2006 y 2019 mientras el país invertía más de 150,000 millones de euros en subvenciones para energías renovables (pdf). El precio de la energía solo representa el 23 por ciento de la factura doméstica media, mientras que las primas a las renovables suponen el 21 por ciento y el coste de las redes el 24 por ciento. En la actualidad, Alemania depende del carbón en casi un 24 por ciento de su combinación energética y en un 16 por ciento del gas natural.
Según el Informe Strom:
“Los impuestos y gravámenes marcan la mayor diferencia. Su participación aumentó de manera constante, del 25,6 por ciento en 2011 al 40,3 por ciento en 2020, con tasas de hasta el 66 por ciento en Dinamarca y el 53 por ciento en Alemania.
“El promedio del IVA [impuesto al valor agregado] en la UE es el 15,5 por ciento del precio total y oscila entre el 4,8 por ciento en Malta y el 21,2 por ciento en Hungría”.
Estos altos precios de la energía, en los que las empresas y los hogares enfrentan impuestos masivos y costos fijos, actúan como una carga para el crecimiento y la competitividad. Incluso en Alemania, donde las industrias exportadoras están exentas de gravámenes para las energías renovables, la diferencia con Estados Unidos y China en términos de costos de energía sigue siendo demasiado alta y hace que la mayoría de las industrias pierdan competitividad. Debemos recordar que los costos de energía pueden representar hasta el 30 por ciento de todos los costos de una industria. El aumento de los costos fijos en las facturas energéticas significa una carga para las empresas que, inevitablemente, conduce a una menor creación de empleo, ya que los dos costos más importantes son la energía y la mano de obra para los fabricantes industriales.
Un factor negativo clave en Europa es el coste de las emisiones de CO2, que es un impuesto oculto que los gobiernos recaudan por la venta de permisos de emisión. El precio de los permisos de CO2 se ha disparado hasta alcanzar máximos históricos a medida que los Estados miembros limitan los permisos y aumenta la demanda. Este coste se traslada directamente a los consumidores mientras los gobiernos recaudan miles de millones de euros por su venta. A medida que se aceleran los objetivos de reducción de emisiones en Europa, es probable que este impuesto oculto penalice aún más a productores y consumidores.
La UE es responsable de alrededor del 9 por ciento de las emisiones globales de CO2, pero asume el 100 por ciento del costo, ya que el resto de las grandes economías no imponen una carga tan pesada a los consumidores. Además, el impuesto al CO2 no ha funcionado. La única razón por la que las emisiones de la UE están cayendo es porque su crecimiento es más débil que el de sus pares. Incluso Estados Unidos ha reducido las emisiones más rápidamente desde 2007.
“Las emisiones de carbono de Estados Unidos han disminuido desde su máximo en 2007 y la reducción de emisiones de Estados Unidos ha superado a todos los países que se han mantenido como parte del Acuerdo de París, en términos de emisiones brutas. Sin embargo, muchos países individuales han reducido sus emisiones de carbono a un ritmo más rápido que Estados Unidos”, según The Dispatch.
Lo triste es ver que algunos de los principales motores de la reducción de las emisiones de carbono de la UE son el menor crecimiento y la deslocalización industrial a otros países. Este lastre para la competitividad no es sólo un factor negativo para las industrias existentes, sino también un elemento clave en la decisión de trasladarse a otros países.
Los mercados de energía diseñados políticamente no solo están haciendo que la UE pierda competitividad, sino que también están frenando el crecimiento potencial y la creación de empleo.
No hay nada negativo en una transición energética más limpia si es competitiva y no genera más efectos negativos que positivos. El problema en la UE es que la transición energética ha sido diseñada políticamente y no ha sido impulsada por la competencia y la tecnología. Las medidas fiscales y de subvención equivocadas han provocado un aumento de los costes fijos y de los precios para los consumidores.
En lugar de mercados energéticos fuertemente intervenidos, la competencia abierta entre las energías renovables y el gas natural y la innovación tecnológica habrían sido alternativas mejores y más baratas.
Daniel Lacalle, Ph.D., es economista jefe del fondo de cobertura Tressis y autor de «Libertad o Igualdad», «Escape de la trampa del Banco Central» y «La vida en los mercados financieros».
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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