Una cigüeña de naturaleza muy sencilla y sincera, había sido invitada por un grupo de grullas para que visitaran juntas un campo recién plantado. Pero la visita terminó tristemente, con todas las aves atrapadas en las redes del granjero.
La cigüeña le rogó al granjero que la perdonara.
«Por favor, déjeme ir», suplicó. “Yo pertenezco a una familia de cigüeñas, que, ustedes saben, somos aves honestas y de buen carácter. Además, no sabía que las grullas tenían la intención de robar”.
“Tal vez seas un ave muy buena”, respondió el granjero, “pero te atrapé con las grullas ladronas y tendrás que compartir el mismo castigo que ellas”.
Eres juzgado dependiendo de con quién eliges relacionarte.
Esta fábula está reproducida de “Esopo para niños” (1919).
Esopo (c. 620-564 a. C.) fue un narrador griego al que se atribuye una serie de fábulas que ahora se conocen colectivamente como «Fábulas de Esopo». Sus cuentos, con su valor moral, han influido durante mucho tiempo en nuestra cultura y civilización, contribuyendo no solo a la educación y formación del carácter moral de los niños, sino también, debido a su atractivo universal, a la autorreflexión de los adultos que han optado por abrazar las virtudes y advertencias que contiene.
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