Opinión
La conferencia de la ONU sobre el cambio climático en Glasgow (COP26) es una gran noticia para los gobiernos corruptos del mundo en desarrollo. Parece que se destinarán enormes sumas de dinero en ayudas climáticas a estas naciones.
Dambisa Moyo, una economista nacida en Zambia, ha advertido durante mucho tiempo a Occidente que no envíe ayuda a África debido a la corrupción que genera.
El libro de Moyo, «Dead Aid», explica cómo la ayuda exterior produce resultados terribles en el mundo en desarrollo, como la pereza económica y las culturas de dependencia y de corrupción desenfrenada. Ella argumentó que estas ayudas están matando a África.
Las advertencias de Moyo, entre otros, han ayudado a reducir los flujos de ayuda extranjera a los gobiernos del tercer mundo, algunos de los cuales han adquirido fama de cleptocracias. Pero eso simplemente ha significado que los gobiernos corruptos han tenido que trabajar más duro para que Occidente les envíe dinero.
¿Cómo han hecho esto? El método que se ha utilizado ampliamente es jugar al papel de la culpa o al papel de la víctima.
El papel de la culpa les dice a los occidentales que deben sentirse culpables porque los imperios europeos y el colonialismo supuestamente explotaron el tercer mundo. Pero, desafortunadamente, la izquierda ha propagado tan ampliamente esta mitología anticolonial que se está volviendo casi imposible tener una discusión sensata sobre la era del imperialismo.
El papel de víctima les dice a los occidentales que el mundo en desarrollo está lleno de gente pobre y hambrienta porque los capitalistas occidentales los explotan. Desafortunadamente, este mito socialista se ha vendido a muchos liberales bien intencionados, pero ingenuos, a través de periodistas y celebridades o mediante la proyección de imágenes de televisión desgarradoras y sensacionalistas.
Dado que los liberales bien intencionados carecen de experiencia personal del tercer mundo, no tienen una realidad con la que comparar los mitos que les alimentan los medios de comunicación y los educadores de izquierda.
Los líderes de organizaciones multilaterales como la ONU y la OMS también han utilizado habitualmente los papeles de la culpa y de victimización.
Más recientemente, también hemos sido testigos de cómo los líderes del tercer mundo utilizan cada vez más la iniciativa de la Franja y la Ruta, de China, para volver a abrir el grifo de la ayuda exterior. La versión actual de la competencia entre las grandes potencias hace que los países occidentales repartan ayuda para tratar de evitar que los países en desarrollo se alineen con China.
Lamentablemente, este tipo de ayuda es especialmente probable que conduzca a la corrupción, tal como sucedió durante la Guerra Fría.
Pero ahora nos enfrentamos a una nueva explosión de corrupción en el tercer mundo, provocada esta vez por la forma en que los Verdes han movilizado con éxito la política del cambio climático. Si los gobiernos de África y Asia se salen con la suya, la conferencia de Glasgow sobre el cambio climático transferirá enormes cantidades de dinero a sus manos.
Con la cumbre de Glasgow en mente, el gobierno sudafricano (conocido por su corrupción) ha prometido cumplir, e ir más allá, de los objetivos de gases de efecto invernadero en París.
Pero hay una trampa: Junto con otras élites del tercer mundo, Sudáfrica espera que los contribuyentes de Occidente les paguen para implementar sus objetivos.
Entonces vemos al gobierno sudafricano, un conocido régimen cleptócrata, pidiendo descaradamente al mundo desarrollado que les entregue USD 269,000 millones para pagar los proyectos de descarbonización propuestos. El documento sudafricano, presentado ante la ONU, decía que se requeriría un «apoyo multilateral sustancial» para medidas como «un ambicioso plan de inversión para el sector energético».
Por tanto, los fondos de Glasgow se utilizarán para reparar el sistema de suministro de electricidad de Eskom, que está averiado en Sudáfrica, además de solucionar el catastrófico problema de pago de la deuda del país, creado por la corrupción y mala administración de Eskom. Eskom no ha podido suministrar al país suficiente electricidad desde 2007.
Además, la construcción de nuevas centrales eléctricas gigantes en Medupi y Kusile fracasó debido a la corrupción, el saqueo y la incompetencia de la planificación. Los fondos de Glasgow podrían solucionar todos estos problemas, pero también brindarían nuevas oportunidades de corrupción.
Efectivamente, el mundo en desarrollo está presentando otro esquema de transferencia de riqueza neosocialista, pero éste está disfrazado con el lenguaje de salvar al planeta del cambio climático.
Sin embargo, el mundo en desarrollo dice que solo ayudarán a salvar el planeta con la condición de que los gobiernos occidentales los ayuden a cumplir sus promesas de Glasgow transfiriendo miles de millones (si no billones) de dólares de los contribuyentes occidentales a las élites del mundo en desarrollo, para que puedan cumplir con objetivos exagerados.
Hay dos problemas con esto. En primer lugar, el mundo en desarrollo tiene un historial de mala gobernanza, lo que significa que estos gobiernos rara vez pueden cumplir sus promesas u objetivos. Peor aún, las élites del mundo en desarrollo generalmente gastan el dinero de la ayuda exterior para enriquecerse, en lugar de construir realmente los proyectos previstos.
Así que la realidad es que la conferencia de la ONU sobre el cambio climático en Glasgow parece que se convertirá en un mecanismo más para alimentar al corrupto tren de la riqueza que las élites del tercer mundo han estado dirigiendo durante décadas. Lejos de pagar proyectos de descarbonización verde, es más probable que cualquier transferencia de riqueza, que fluya desde Glasgow, acabe siendo utilizada para la compra de coches a los hijos de las élites del tercer mundo.
Para entender lo que es probable que suceda con los USD 269,000 millones para proyectos de cambio climático solicitados por los sudafricanos, uno solo necesita mirar lo que sucedió con su financiamiento de ayuda COVID-19 de USD 4300 millones del FMI. Solo un ministro de gobierno corrupto estuvo involucrado en el fraude de COVID-19 valorado en USD 10 millones, mientras que otros políticos y compinches alineados con el Congreso Nacional Africano saquearon otros USD 700 millones de los fondos para los EPP.
Si la élite de Sudáfrica estuvo dispuesta a robar fondos destinados a salvar vidas con la excusa de reparar un sistema de salud, destrozado por el COVID-19, imagínense lo que harían con la ayuda para el cambio climático (donde no hay vidas en juego).
Al reunir a las élites del tercer mundo, que llevan cuencos para pedir limosnas a su provecho, la cumbre del cambio climático de la ONU parece casi seguro que ofrecerá una bonanza para todas esas élites corruptas.
Sin embargo, esto todavía plantea la pregunta; ¿Aprenderán alguna vez los gobiernos occidentales?
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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