Un experto australiano en trasplantes de órganos ha advertido a los hospitales y universidades de todo el mundo que dejen de formar a cirujanos chinos, por temor a que puedan participar en la sustracción ilegal de órganos cuando regresen a China.
El profesor Russell Strong dijo que los cirujanos chinos que reciben formación médica en Occidente pueden utilizar lo que han aprendido para extraer órganos humanos cuando regresen a China.
«Los hospitales y las universidades deberían dejar de recibir y formar a cualquier cirujano de China, no sólo para trasplantes, sino a cualquier cirujano, porque los médicos chinos saben lo que está ocurriendo y, en cierto modo, están encubriendo todo esto», declaró Strong a Daily Mail Australia.
Como cirujano de renombre mundial, especializado en cirugía hepática, Strong realizó con éxito el primer trasplante de hígado en Australia, en 1985.
La reina Isabel le concedió el título de Compañero de la Orden de San Miguel y San Jorge en 1987, y en 2001 recibió la más alta distinción de Australia, la AC.
El profesor Strong considera que los principales medios de comunicación no han cubierto los informes creíbles sobre la extracción forzada de órganos en China.
«Creo que los principales medios de comunicación realmente no han informado sobre las atrocidades que están sucediendo y no han logrado conectar a la gente del mundo libre con las víctimas de la sustracción forzada de órganos en China», dijo.
«Todo tiene que ver con el dinero. Es el dinero por encima de los derechos humanos y resulta que los abusos a los derechos humanos en China son extravagantes».
«Es hora de que despertemos en este país y dejemos de doblegarnos ante China», dijo.
Strong hizo una comparación con la trama secundaria del popular drama coreano de Netflix, «Squid Game» (el juego del calamar), en el que los personajes competían en juegos de vida o muerte mientras vivían en circunstancias extremadamente controladas, en una instalación aislada del mundo exterior. Los personajes que perdieron fueron asesinados y a algunos secretamente se les extrajeron los órganos para venderlos en el mercado negro.
Según las conclusiones de los relatores especiales de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) en junio, el Partido Comunista Chino (PCCh) ha estado «seleccionando a miembros de minorías étnicas, lingüísticas o religiosas específicas» para la sustracción forzada de órganos.
«Los expertos en derechos humanos de la ONU dijeron hoy que estaban extremadamente alarmados por los informes de supuesta ‘sustracción de órganos’ dirigida a minorías, incluidos practicantes de Falun Gong, uigures, tibetanos, musulmanes y cristianos detenidos en China», dijo el comunicado de la ONU.
«Al parecer, los resultados de los exámenes se registran en una base de datos de fuentes de órganos de personas vivas que facilita la asignación de órganos. Según las denuncias recibidas, los órganos más comunes que se extraen a los presos son, al parecer, corazones, riñones, hígados, córneas y, con menor frecuencia, partes de hígados».
El Tribunal de China con sede en Londres concluyó en marzo de 2020 que la sustracción forzada de órganos todavía estaba ocurriendo en China «en una escala significativa». Los practicantes de Falun Gong, una práctica espiritual de la escuela buda que consiste en meditación, ejercicios y enseñanzas morales centradas en la verdad, la compasión y la tolerancia, son la «fuente principal» de los órganos humanos.
La sangrienta industria de la sustracción forzada de órganos recauda cerca de 1000 millones de dólares anuales. Los grupos de derechos humanos calculan que las víctimas se estiman entre 60,000 a 100,000 cada año.
A pesar de la evidencia, Beijing negó firmemente cualquier participación en la sustracción forzada de órganos y dijo que la declaración de la ONU era «fabricada» y «difamatoria».
El Dr. Torsten Trey, director ejecutivo de Médicos contra la sustracción forzada de órganos (DAFOH), señala que, a pesar de las negaciones de Beijing, la práctica de sustraer órganos a prisioneros tiene una larga historia bajo el régimen comunista chino.
Trey dijo que desde 1984 la práctica se limitaba a los prisioneros ejecutados en China, lo que mantuvo en niveles bajos el número de trasplantes de órganos en el país. Sin embargo, esto cambió en el 2000 cuando el número de trasplantes se disparó.
“Dado que solo hay una cierta cantidad de delitos capitales y condenas a muerte, antes del 2000, el número de trasplantes se estancó en cierto nivel. Después del 2000, el número de trasplantes aumentó significativamente a pesar de que solo había una fuente de órganos plausible”, dijo Trey.
También fue la época en la que el número de presos de conciencia aumentó drásticamente en China, lo que, según él, tuvo una correlación directa con el aumento del número de trasplantes.
«En un país de 1400 millones de personas, la vida humana es reemplazable a los ojos del Partido Comunista Chino», dijo Trey. «Una muerte por tortura no será investigada».
Al igual que Strong, Trey también ve las correlaciones con el drama de Netflix, el juego del calamar. Pero duda que el programa realmente demuestre el verdadero horror de la sustracción forzada de órganos.
“El programa por sí solo podría no lograr el efecto porque se ve como una historia ficticia de una película y porque en la práctica real, la sustracción forzada de órganos de personas vivas, es demasiado escandalosa para ser vista como si fuera algo real”, dijo.
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