¿Fue la Esfinge tallada por el viento (y pulida por el hombre)? Los científicos hallaron esto

Por Michael Wing
14 de noviembre de 2023 11:59 PM Actualizado: 14 de noviembre de 2023 11:59 PM

Los científicos observaron la tormenta de arena que habían conjurado para un experimento. O, mejor dicho, que habían simulado.

Un chorro de agua que fluía a gran velocidad estaba preparado para reproducir el soplido del viento, la arena y el polvo sobre un paisaje desértico. Los científicos estaban investigando los orígenes de una de las estatuas egipcias más reconocidas del mundo, que durante siglos ha estado rodeada de misterio.

Anteriormente habían observado cómo se forman en el desierto unas estructuras llamadas yardangs debido a la erosión y observaron una sorprendente similitud: estas formaciones se parecían mucho a la Gran Esfinge de Giza. Sin embargo, eran formaciones totalmente naturales causadas por el viento.

A partir de sus observaciones, los investigadores, del Laboratorio de Matemáticas Aplicadas de la Universidad de Nueva York (NYU), postularon que la naturaleza había intervenido en la escultura de la icónica criatura polimorfa de la tradición egipcia.

Formación rocosa en el Desierto Blanco, al norte del oasis de Farafra, a unos 500 km al suroeste de El Cairo, la capital egipcia. (KHALED DESOUKI/Getty Images)

«Nuestros hallazgos ofrecen una posible ‘historia del origen’ de cómo las formaciones similares a la Esfinge pueden surgir de la erosión», declaró Leif Ristroph, profesor asociado del Instituto Courant de Ciencias Matemáticas de la Universidad de Nueva York y autor principal del estudio.

«Nuestros experimentos de laboratorio demostraron que las sorprendentes formas parecidas a las esfinges pueden, de hecho, proceder de materiales erosionados por flujos rápidos», afirmó en un comunicado de prensa.

Observando la semejanza con animales en otros lugares -los enormes montículos con forma de cabeza del Desierto Blanco egipcio-, estudiaron cómo podría haberse originado la Gran Esfinge como un «yardang». Posteriormente podría haber sido embellecida por manos humanas para crear la estatua ahora famosa.

La Gran Esfinge cercana a las pirámides de Guiza, al oeste de El Cairo. (KHALED DESOUKI/Getty Images)

Para comprobarlo, intentaron reproducir las condiciones de erosión del desierto -el paso del polvo y la arena arrastrados por el viento sobre el material sólido de la superficie-, pero en un plazo mucho más corto. El profesor Ristroph y sus colegas imitaron el terreno del noreste de Egipto, donde se encuentra la Esfinge, utilizando montículos de arcilla blanda con material más duro incrustado en su interior.

Para simular el viento y la erosión, idearon una corriente de agua rápida que arrastrara el material sólido.

Comprobaron que el fluido arrastraba gran parte de la arcilla más blanda como una tormenta de arena desprendería la roca suelta. El material más duro del interior era más resistente a la erosión y emergió para convertirse en la «cabeza» de la criatura.

También observaron cómo se formaban otros rasgos -el cuello esculpido y socavado de la esfinge, las patas extendidas hacia delante y la espalda arqueada del felino- como resultado de la dinámica de fluidos.

Una Esfinge de laboratorio esculpida mediante un experimento que reproduce el movimiento del viento contra montículos de arcilla sin forma con material más duro incrustado. (Cortesía del Laboratorio de Matemáticas Aplicadas de la NYU)

Durante siglos, el hombre ha reflexionado sobre la Gran Esfinge de Giza, esculpida hace 4500 años. ¿Qué aspecto tenía en su época de esplendor? ¿Qué pretendían representar sus quiméricos rasgos en la vida de los antiguos egipcios?

Los nuevos hallazgos de los investigadores podrían apuntar a una narrativa más basada en la naturaleza.

«Nuestros resultados aportan una teoría sencilla sobre el origen de las formaciones similares a la Esfinge a partir de la erosión», afirma el profesor Ristroph. «De hecho, hoy en día existen yardangs con aspecto de animales sentados o tumbados, lo que respalda nuestras conclusiones».

«El trabajo también puede ser útil para los geólogos, ya que revela factores que afectan a las formaciones rocosas, a saber, que no son homogéneas ni uniformes en su composición», afirmó. «Las formas inesperadas proceden de cómo se desvían los flujos alrededor de las partes más duras o menos erosionables».

El profesor Ristroph es autor del estudio junto con Samuel Boury, entonces investigador postdoctoral, y Scott Weady, estudiante de doctorado de la NYU en aquel momento. El estudio fue aceptado para su publicación en la revista Physical Review Fluids.

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