Con ese ambiente que en Brasil precede a las citas mundialistas o las celebraciones del Carnaval, miles de personas esperaban a las puertas del domicilio del candidato presidencial, Jair Bolsonaro, a que el escrutinio confirmara su victoria para celebrarla.
Y la confirmación de que el diputado venció las elecciones, con cerca del 55 % de los votos válidos, desató un verdadero carnaval entre los miles de seguidores que se concentraron frente a su casa y cerraron las calles.
Familias con hijos, parejas, jóvenes y más mayores, con una total uniformidad verde y amarilla, gritaron y cantaron al ritmo de «O mito chegou» (el mito llegó, una canción de apoyo a Bolsonaro que se ha popularizado durante la campaña); tiraron petardos y ondearon banderas, todo ello, como buena fiesta que se precie en Brasil, con cerveza fría.
Desde la azotea de una casa próxima a la vivienda del presidente electo sus vecinos reprodujeron el himno de Brasil mientras en el suelo, al borde del paseo marítimo de la playa de Barra de Tijuca, zona sureña y acomodada de Río de Janeiro, sonaban los bombos y los gritos en apoyo al capitán de la reserva del Ejército.
Los cánticos en la fiesta de Bolsonaro tenían además otro claro objetivo: la crítica al Partido de los Trabajadores (PT), cuyo candidato, Fernando Haddad, que sustituyó al encarcelado expresidente Luiz Inácio Lula da Silva en la disputa, perdió con cerca del 45 % de los votos en la segunda vuelta.
«Lula ladrón, su gobierno a la prisión» gritaban los simpatizantes del militar allí congregados. Uno de ellos, que llevaba entre sus manos un ataúd rojo con las siglas del PT, el joven de 22 años Luciano Paiva, dijo a EFE que «no solo estaba celebrando la victoria de Bolsonaro sino también «el crecimiento de la derecha en Brasil, algo que antes no tenían».
«Él tenía muchos discursos que creo que se pueden mejorar, pero fue aprendiendo con el tiempo y entendió que no tienes que proteger un grupo minoritario sino proteger al individuo, porque cuando proteges al individuo los proteges a todos, sin distinguir raza, color, sexualidad…», explicó Paiva al referirse a las críticas a las declaraciones de Bolsonaro.
Respecto a su manufacturado ataúd rojo que se convirtió en un éxito en la concentración, todos querían una foto con él, indicó que no lo hizo en contra del PT concretamente, porque «no tengo nada en contra, por más que ellos me hayan robado, sino contra la izquierda en general. Yo creo que hay que luchar por el individuo y el PT y la izquierda en general luchan por grupos seleccionados», agregó.
A medida que entraba la noche la fiesta se iba desatando, y sus componentes, todos como si fueran jugadores de la Canarinha, más enloquecían, incluso hubo personas que con el avance del escrutinio lloraban, agradeciendo a Dios el fin del PT.
La rusa naturalizada brasileña desde hace cuatro años Iulia Galgow dijo que vivió durante años bajo el régimen soviético, una época que comparaba con el gobierno del PT, por lo que se manifestó orgullosa de haber votado por primera vez en Brasil con ocasión de estas elecciones, y de haberlo hecho por Bolsonaro.
Galgow opinó que el capitán va a poner orden en la calle, lo que consideró importante «porque el pueblo brasileño necesita algo mejor, necesita seguridad, necesita orden, salir de noche a la calle… y actualmente hay mucha criminalidad y los bandidos son favorecidos por la ley», manifestó.
Para Carlos Adolfo Rojo, chileno del frente nacional ultraderechista de su país, hoy era «el día más importante del mundo en años» y por ello vinieron a «ver ganar a Bolsonaro con muchas ganas y energía», ya que Brasil es el comienzo por el que la derecha se va a expandir por el mundo, afirmó Rojo a EFE.
Un optimismo exaltado que abundaba en todos los seguidores del presidente electo, quienes, envueltos en atuendos nacionalistas y cubiertos por fuegos artificiales, rompieron en júbilo cuando el escrutinio finalizó y se oficializó que Bolsonaro gobernará hasta 2022.
El ruido solo cesó momentáneamente cuando el recién elegido jefe del Estado apareció proyectado en una pantalla y difundió un mensaje de agradecimiento que sus seguidores siguieron con atención.
Finalizada la intervención de Bolsonaro, volvió la música, volvieron los gritos en contra del PT y Lula, los fuegos artificiales, los bocinazos y los bailes de miles de personas, que sin seguridad de lo que habrán ganado, celebran por lo que pierden, un largo ciclo de gobierno de izquierdas que acaba hoy con la llegada de su «mito» Bolsonaro.
Con ese ambiente que en Brasil precede a las citas mundialistas o las celebraciones del Carnaval, miles de personas esperaban a las puertas del domicilio del candidato presidencial, Jair Bolsonaro, a que el escrutinio confirmara su victoria para celebrarla.
Y la confirmación de que el polémico diputado venció las elecciones, con cerca del 55 % de los votos válidos, desató un verdadero carnaval entre los miles de seguidores que se concentraron frente a su casa y cerraron las calles.
Familias con hijos, parejas, jóvenes y más mayores, con una total uniformidad verde y amarilla, gritaron y cantaron al ritmo de «O mito chegou» (el mito llegó, una canción de apoyo a Bolsonaro que se ha popularizado durante la campaña); tiraron petardos y ondearon banderas, todo ello, como buena fiesta que se precie en Brasil, con cerveza fría.
Desde la azotea de una casa próxima a la vivienda del presidente electo sus vecinos reprodujeron el himno de Brasil mientras en el suelo, al borde del paseo marítimo de la playa de Barra de Tijuca, zona sureña y acomodada de Río de Janeiro, sonaban los bombos y los gritos en apoyo al capitán de la reserva del Ejército.
Los cánticos en la fiesta de Bolsonaro tenían además otro claro objetivo: la crítica al Partido de los Trabajadores (PT), cuyo candidato, Fernando Haddad, que sustituyó al encarcelado expresidente Luiz Inácio Lula da Silva en la disputa, perdió con cerca del 45 % de los votos en la segunda vuelta.
«Lula ladrón, su gobierno a la prisión» gritaban los simpatizantes del militar allí congregados. Uno de ellos, que llevaba entre sus manos un ataúd rojo con las siglas del PT, el joven de 22 años Luciano Paiva, dijo a EFE que «no solo estaba celebrando la victoria de Bolsonaro sino también «el crecimiento de la derecha en Brasil, algo que antes no tenían».
«Él tenía muchos discursos que creo que están equivocados, pero fue aprendiendo con el tiempo y entendió que no tienes que proteger un grupo minoritario sino proteger al individuo, porque cuando proteges al individuo los proteges a todos, sin distinguir raza, color, sexualidad…», explicó Paiva al referirse a las críticas a las declaraciones racistas, machistas y homófobas de Bolsonaro.
Respecto a su manufacturado ataúd rojo que se convirtió en un éxito en la concentración, todos querían una foto con él, indicó que no lo hizo en contra del PT concretamente, porque «no tengo nada en contra, por más que ellos me hayan robado, sino contra la izquierda en general. Yo creo que hay que luchar por el individuo y el PT y la izquierda en general luchan por grupos seleccionados», agregó.
A medida que entraba la noche la fiesta se iba desatando, y sus componentes, todos como si fueran jugadores de la Canarinha, más enloquecían, incluso hubo personas que con el avance del escrutinio lloraban, agradeciendo a Dios el fin del PT.
La rusa naturalizada brasileña desde hace cuatro años Iulia Galgow dijo que vivió durante años bajo el régimen soviético, una época que comparaba con el gobierno del PT, por lo que se manifestó orgullosa de haber votado por primera vez en Brasil con ocasión de estas elecciones, y de haberlo hecho por Bolsonaro.
Galgow opinó que el capitán va a poner orden en la calle, lo que consideró importante «porque el pueblo brasileño necesita algo mejor, necesita seguridad, necesita orden, salir de noche a la calle… y actualmente hay mucha criminalidad y los bandidos son favorecidos por la ley», manifestó.
Para Carlos Adolfo Rojo, chileno del frente nacional de derecha en su país, hoy era «el día más importante del mundo en años» y por ello vinieron a «ver ganar a Bolsonaro con muchas ganas y energía», ya que Brasil es el comienzo por el que la derecha se va a expandir por el mundo, afirmó Rojo a EFE.
Un optimismo exaltado que abundaba en todos los seguidores del presidente electo, quienes, envueltos en atuendos nacionalistas y cubiertos por fuegos artificiales, rompieron en júbilo cuando el escrutinio finalizó y se oficializó que Bolsonaro gobernará hasta 2022.
El ruido solo cesó momentáneamente cuando el recién elegido jefe del Estado apareció proyectado en una pantalla y difundió un mensaje de agradecimiento que sus seguidores siguieron con atención.
Finalizada la intervención de Bolsonaro, volvió la música, volvieron los gritos en contra del PT y Lula, los fuegos artificiales, los bocinazos y los bailes de miles de personas, que sin seguridad de lo que habrán ganado, celebran por lo que pierden, un largo ciclo de gobierno de izquierdas que acaba hoy con la llegada de su «mito» Bolsonaro.
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