Análisis de noticias
El grupo G7 de las democracias más ricas del mundo recientemente se reunió y denunció los movimientos de las tropas rusas que parecen prepararse para invadir Ucrania.
El grupo de democracias advirtió a Moscú de consecuencias económicas «masivas» si las tropas rusas invaden a una de las democracias del Europa del Este más de lo que ya lo han hecho.
Lo que el G7 no mencionó el 12 de diciembre es la probable coordinación entre Moscú y Beijing, quienes cada vez más entrenan sus fuerzas militares juntos. Beijing tiene una influencia significativa sobre Moscú debido a la dependencia que tiene Rusia de China como mercado de exportación para el petróleo y el gas nacional.
Los movimientos de las tropas rusas están acaparando la atención pública cuando la mayor amenaza estratégica es el Partido Comunista Chino (PCCh) y su control sobre la mayor economía del mundo y uno de los ejércitos más poderosos.
Beijing podría estar alentando a Moscú en su agresión territorial para distraer a Occidente de la mayor amenaza que significa el creciente poder del PCCh. Nadie lo sabe. Lo cierto es que Beijing no está haciendo casi nada para desalentar los excesos agresivos de sus aliados, incluidos Irán y Corea del Norte.
El liderazgo del PCCh en las dictaduras sin escrupulos del mundo, por no hablar de su abuso de los derechos humanos y la agresión territorial, ha dividido al G7, con Japón, Alemania e Italia adoptando una posición débil sobre las propuestas de los Five Eyes (Cinco Ojos), por ejemplo en un boicot diplomático unificado del grupo hacia los Juegos Olímpicos. Los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022 están previstos en Beijing y un boicot diplomático es lo menos que podría hacer el G7.
Incluso Washington continúa permitiendo que las empresas chinas coticen sin los mismos requisitos de información que las empresas de otros países, incluido Estados Unidos. Esto sitúa a las empresas chinas en ventaja sobre las empresas estadounidenses. Hasta el 2 de diciembre, la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) no exigió a las empresas chinas que cotizan en EE. UU. que revelen la propiedad estatal. Se necesita mucho más.
Además de este beneficio al alcance de la mano, las diferentes consecuencias económicas impuestas contra Rusia, si invade Ucrania, también deberían hacerse contra China por sus continuas reclamaciones y ocupaciones ilegales de todo el Mar de China Meridional. Ese mar es aproximadamente igual en tamaño a toda la India.
Por último, Beijing debería enfrentarse a graves consecuencias económicas por su triple genocidio contra uigures, tibetanos y Falun Gong. Pero en lugar de ello, las sanciones de Estados Unidos son parciales y van dirigidas a funcionarios y empresas individuales.
Debido a la economía más poderosa de China, los países del G7 probablemente estén preocupados por los efectos económicos de las sanciones para ellos mismos, por lo que están tomando la decisión ética y estratégicamente indefendible de continuar empoderando a Beijing a través de un libre comercio relativamente absoluto con la dictadura más poderosa del mundo.
Sin embargo, existe un creciente reconocimiento de la amenaza del PCCh. «Mientras el presidente ruso Vladimir Putin mantiene a Occidente en vilo por Ucrania, es el poderío del presidente chino Xi Jinping quien acaparó la atención estratégica a largo plazo» en la reunión del G7, informó Reuters el 12 de diciembre.
«Hemos dejado claro en esta reunión de este fin de semana que nos preocupan las políticas económicas coercitivas de China», dijo la ministra de Asuntos Exteriores británica, Liz Truss, a los periodistas.
Un funcionario que asistió a las conversaciones dijo a Reuters que hubieron «discusiones muy, muy intensas, especialmente sobre China».
Reuters describió a Rusia como el foco «táctico» de las conversaciones, mientras que China fue reconocida como la amenaza «estratégica» a largo plazo.
Según un funcionario del Departamento de Estado de EE.UU. que habló con Reuters, «es tremendo que aquí se enfocara de tal manera el Indo-Pacífico».
Más concretamente, los ministros de Asuntos Exteriores presentes debatieron la situación de Hong Kong, Xinjiang, Taiwán y Lituania.
Los funcionarios afirmaron que «se debatió seriamente sobre la acción coordinada del G7 para contrarrestar la desinformación de China y apoyar a los países atrapados en lo que los críticos califican como la red global de la trampa de la deuda de China», según Reuters.
En junio, el G7 reprendió tanto a China como a Rusia por lo que podrían ser formas de agresión cada vez más coordinadas, las que ahora podrían incluir los propósitos iraníes sobre Irak y Siria, y la proliferación de armas nucleares de Corea del Norte.
Pero hablar es fácil.
En junio, China respondió que los grupos «pequeños» como el G7 ya no gobiernan el mundo.
Por supuesto, el G7 nunca pretendió «gobernar el mundo», sino que buscaba cumplir los principios de la ONU de 1945 y 1948, según los cuales las autocracias evolucionarían gradualmente hacia democracias soberanas que respetarían las fronteras de los demás y comerciarían libremente.
La alegación del PCCh de que el G7 busca gobernar el mundo es un desliz freudiano que revela más sobre sus propias ambiciones hegemónicas, presentadas por Rush Doshi en su libro de este año, «The Long Game: China’s Grand Strategy to Displace American Order» (El Dilatado Juego: La gran estrategia de China para desplazar el orden estadounidense).
Para frenar este fin antiliberal, el G7 debe dejar de hablar y empezar a hacer, convirtiéndose en un contrapeso poderoso y democrático al creciente poder de China y Rusia. Para ello, debe actuar con mayor rapidez y decisión.
Rusia fue expulsada del grupo y luego del G8, tras invadir Crimea en Ucrania en 2014. China también debería ser expulsada de las organizaciones internacionales por su intento de apropiación en el Mar de China Meridional y el abuso de los derechos humanos.
Se supone que Estados Unidos lidera la cuestión de China, mientras que las mayores economías europeas y Japón arrastran los pies. Según Reuters, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, se encuentra esta semana en el sudeste asiático en un intento de «forjar un frente unido contra China en el Indo-Pacífico».
Pero Blinken y su jefe, el presidente Joe Biden, se están moviendo con demasiada lentitud para contener eficazmente a Beijing. Si Estados Unidos y el G7 no actúan con mayor rapidez, cabe esperar que una eventual hegemonía china a nivel mundial sea un hecho.
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente las de The Epoch Times.
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