Gafas de realidad virtual y tabletas electrónicas son algunas de las herramientas que, según los expertos, pueden mejorar las tasas de reinserción de presos en Latinoamérica, que vive una amplia crisis penitenciaria.
Esta es una de las conclusiones a la que llegaron líderes del sector de la tecnología, expertos en temas de rehabilitación y funcionaros públicos reunidos esta semana en Washington en el evento «Cárceles más humanas», organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
«América Latina es la región más violenta del mundo, cuatro veces por encima de la tasa promedio mundial, y la respuesta siempre ha sido con políticas punitivas y represivas. Necesitamos encontrar mejores soluciones», dice en declaraciones a Efe la especialista en Seguridad Ciudadana del BID, Nathalie Alvarado.
Con únicamente el 8 % de la población mundial, en la región de Latinoamérica y el Caribe ocurre el 33 % de los homicidios a nivel global, de acuerdo a datos de la Oficina sobre Drogas y Crimen de las Naciones Unidas (UNODC, en sus siglas en inglés).
Para abordar esa situación y tratar de progresar en las tasas de reinserción, Alvarado considera que la tecnología «es una buena oportunidad para mejorar la vida de los presos» y facilitar su readaptación a las calles una vez liberados.
Una de las pruebas piloto pioneras en la región para probar las ventajas de la adaptación tecnológica de las cárceles la ha impulsado Samsung en el centro de detención de menores El Redentor, ubicado en Bogotá.
«Llevamos un año y medio trabajando ahí. Al principio nos recibieron con mucho rechazo y bloqueo, como es normal, pero con el paso del tiempo hemos demostrado que la tecnología ha generado confianza y ha aumentado la cooperación», relata a Efe el gerente de Asuntos Corporativos de Samsung en Colombia, César Muñoz.
La multinacional surcoreana decidió en 2017 llevar a cabo un proyecto en ese centro de reclusión conocido como «Samsung Nómada», que incluye diferente material tecnológico, como un televisor de 32 pulgadas, 11 tabletas electrónicas y un kit de realidad virtual.
Con estas herramientas, según Muñoz, los menores recluidos «empezaron a demostrar interés en mejorar sus procesos de aprendizaje y alfabetización», además de desarrollar actitudes como el compañerismo, la cooperación y el respeto por el propio material.
Por ejemplo, los internos visitan a través de las gafas de realidad virtual exposiciones de arte urbano, propiciando así el ejercicio de una actividad educativa e interesante para los jóvenes.
Uno de ellos, de hecho, aprendió a programar en HTML, estudió los principios de la física cuántica y hoy en día acude a la universidad de manera diaria, gracias a un acuerdo temporal con el juez bajo estrictas condiciones.
«Él puede ir a clases por la mañana y luego regresar al centro, vestirse otra vez con la ropa de recluso y dormir en su cama en la cárcel», detalla Muñoz, uno de los numerosos expertos reunidos estos días en la capital estadounidense.
A pesar del éxito de este programa piloto hasta el momento, Muñoz no quiere pronosticar cuánto falta para poder implantar este tipo de iniciativa en cárceles regulares.
«Creemos que hay mucho potencial para su uso con adultos, pero aún queda por investigar. (…) Hay que romper muchas barreras, cambiar las políticas de represión…», asegura Muñoz.
Por su parte, el director tecnológico de IBM en Colombia, Jorge Vergara, comenta a Efe que la tecnología también puede facilitar la labor de las cárceles en «conocer a sus usuarios», en este caso los presos, y saber cuáles son sus inquietudes, estado de ánimo y necesidades.
«Las directivas de los centros penitenciarios necesitan saber qué está ocurriendo. La inteligencia artificial y el manejo de macrodatos van a ayudar muchísimo en temas psicológicos de los reclusos para evitar sucesos antes de que ocurran y poder asistirlos de manera más eficiente», argumenta Vergara.
Así, Alvarado, Muñoz, Vergara y los otros cincuenta expertos reunidos en Washington están «seguros» de que las gafas de realidad virtual, las tabletas y otros aparatos tecnológicos tienen que estar presentes en las cárceles para optimizar los procesos de readaptación de los presos a la sociedad latinoamericana.
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