Opinión
Después que George Floyd falleció mientras era arrestado por la policía en Minneapolis, las empresas estadounidenses emitieron declaraciones y abrieron sus chequeras para apoyar a la comunidad negra.
La efusiva lucha contra el racismo por parte de las empresas, fue una reacción emocional que responde al sentimiento público del momento y expone a las corporaciones como hipócritas si sus prácticas comerciales no se ajustan a su elevada retórica.
Tomemos como ejemplo a Goldman Sachs. El presidente y director general de la empresa, David Solomon, respondió a la muerte de Floyd en un comunicado que envió a los empleados y luego compartió públicamente en Linkedin.
Solomon expresó su sentimiento personal de estar «horrorizado por los continuos ataques contra la comunidad negra que se han puesto de manifiesto más recientemente en Estados Unidos con las muertes de Ahmaud Arbery y George Floyd».
El director instó a mostrar disposición para «hablar en contra de la injusticia y estar dispuesto a hablar con franqueza en un ambiente de diálogo honesto».
Para poner la acción detrás de las palabras, la compañía creó un Fondo Goldman Sachs para la Igualdad racial, de 10 millones de dólares, un proyecto mundial para apoyar financieramente a las organizaciones que promueven el progreso económico, la reforma de la justicia penal, el cambio social y la educación.
En la superficie, hasta ahora, todo bien. Sin embargo, tras una nueva inspección, es evidente que la empresa ignoró sus profundos lazos financieros con China cuando anunció su apoyo a la lucha contra la intolerancia racial.
El compromiso de Goldman Sachs de luchar contra el racismo a nivel mundial se ve totalmente socavado por sus inversiones en China, un país abiertamente racista y responsable de la muerte de miles de vidas de negros a causa de COVID-19.
En China, las preocupaciones por COVID-19 encendieron una historia de actitudes racistas contra los negros.
Un McDonald’s en Guangzhou, China, prohibió a los negros entrar al restaurante de comida rápida. «No se permite la entrada a los negros», decía un cartel en el McDonald’s, según CBS News.
La prohibición de McDonald’s y los desalojos de los negros de sus residencias, lo que provocó que los africanos durmieran en las calles, estaban ligados a la supuesta preocupación de que ellos estaban propagando COVID-19.
Una historia en The Diplomat abordó las actuales acciones racistas mencionadas anteriormente, pero también enumeró una serie de noticias que documentaron el racismo contra los negros a lo largo de las décadas.
La lucha contra el racismo en Goldman Sachs toma un segundo plano, porque el banco de inversiones se muestra muy optimista con respecto a China, diciendo que proyecta «un potencial futuro muy significativo» y prevé obtener «un fondo común de ingresos de más de 100,000 millones de dólares en nuestra cartera de negocios» para mediados del decenio.
Goldman Sachs también está dejando de lado la ética al ignorar la culpabilidad y negligencia de China en la pandemia de COVID-19.
Como sabemos ahora, China estaba al tanto de COVID-19 en diciembre y trabajó para ocultar la epidemia y, lo más importante, ocultó el hecho de que el virus podía transmitirse de humano a humano.
Mucho peor, mientras que China restringió los viajes dentro del país para detener la propagación de COVID-19 a nivel nacional, permitió a su gente viajar internacionalmente, infectando así a todo el mundo. También se apropió del equipo de protección personal antes de que el mundo se enterara de la pandemia en curso.
Las consecuencias sanitarias y económicas de las escandalosas acciones de China son asombrosas. Sólo en Estados Unidos, COVID-19 costará aproximadamente 7900 millones de dólares en reducción de la actividad económica y unas 130,000 muertes.
En cuanto a las implicaciones raciales, la comunidad negra en Estados Unidos se ven preferentemente perjudicadas por COVID-19. Según el laboratorio de investigación AMP Reaserch Lab, los estadounidenses negros son los más afectados por el virus, con una tasa de mortalidad alrededor de 2.3 veces mayor que la de los blancos, con tasas mucho más altas en áreas específicas como Washington D.C., Kansas y Wisconsin, donde las tasas de mortalidad son seis, cinco y cinco veces más altas, respectivamente.
La empresa no se puede ocultar detrás la hoja de parra que le impide abandonar las inversiones en China por motivos éticos, porque necesita obtener beneficios para aumentar el valor para los accionistas.
Ese argumento suena falso, porque Goldman Sachs ya estableció el precedente de renunciar a los beneficios por sobre la conciencia social con el cambio climático.
La empresa anunció que no invertirá en proyectos de perforación petrolera en el Ártico y también está prohibiendo la financiación de minas de carbón térmico y centrales eléctricas de carbón a nivel mundial.
En su marco de política ambiental, Goldman Sachs justificó su política de lucha contra la perforación de combustibles fósiles alegando una serie de cuestiones, entre ellas los impactos ambientales y las preocupaciones sobre los pueblos indígenas.
La empresa dijo: «Los ecosistemas singulares y frágiles de la región del Ártico también apoyan los medios de subsistencia de los grupos de pueblos indígenas que han poblado ciertas zonas de la región durante siglos».
Las políticas inconsistentes de Goldman Sachs con respecto a los grupos minoritarios, le dan más importancia a los pueblos indígenas que a los negros.
Goldman Sachs puede emitir comunicados de prensa y lanzar dinero en todo el mundo para luchar contra el racismo, pero es un socio comercial comprometido con China, un país racista responsable de decenas de miles de muertes, incluidos los negros en Estados Unidos.
Al final, las vidas de los negros no le importan a Goldman Sachs, pero los trucos de relaciones públicas sí.
El Dr. Tom Borelli es colaborador de America’s Voice News y comentarista político de radio y televisión.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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