En la calma estéril de la consulta del médico, Serena permanecía sentada, inquieta, mientras su mente repetía la escena que la había llevado hasta allí. Ese mismo día, durante una importante reunión de proyecto, la nueva becaria, Sarah, hizo tímidamente una sugerencia. Para sorpresa de todos, el director favoreció esta nueva sugerencia, que se aplicaría en el siguiente proyecto, a pesar de la propuesta original de Serena.
En ese momento, algo en Serena se rompió. Su respuesta no fue un simple desacuerdo, sino un estallido de palabras y rabia. Su discurso fue despiadado y dejó a Sarah llorando y a la sala en silencio.
Serena había luchado contra la ira en el pasado, con estallidos ocasionales de agresividad, pero nunca se había mostrado como aquel día. Sentada en la consulta del médico, Serena se sentía culpable y frustrada.
Ella esperaba, incluso deseaba, una simple solución médica: una pastilla para suprimir la ira, un remedio rápido para solucionar un problema ante el que se sentía impotente. En lugar de eso, Corson le entregó algo mucho más sencillo, casi arcaico en su simplicidad: un pequeño diario en blanco.
«Esto no es lo que esperaba», reconoció Corson, percibiendo su escepticismo. «Pero quiero que escriba tres cosas por las que esté agradecida cada día. Es otro tipo de medicina».
Serena miró el diario, cuyas páginas en blanco se burlaban de su caos interno. Escribir en el diario le parecía trivial frente a sus abrumadoras emociones. Sin embargo, impulsada por un fuerte deseo de cambiar, aceptó a regañadientes intentarlo.
Un antídoto contra la ira
Cuando Serena empezó a practicar la gratitud, la duda persistía. Sin embargo, cada noche escribía en su diario. Poco a poco, se produjo un cambio. Donde antes solo había frustración y enfado, empezaron a surgir momentos de agradecimiento.
Antes le irritaban sus compañeros y a menudo se quejaba del trayecto al trabajo. Tras una semana escribiendo en su diario, sintió un cambio. Empezó a sentirse agradecida por la ayuda de un compañero, por una mañana tranquila e incluso por la seguridad de su viejo automóvil.
La experiencia de Serena, aunque profundamente personal, no es inusual. La investigación científica sobre la gratitud respalda su cambio de temperamento.
Un estudio publicado en Social Psychological and Personality Science en 2012 descubrió que los individuos que practican la gratitud experimentan niveles más bajos de agresión, incluso después de ser ofendidos. Por el contrario, los del grupo de control —que no practicaban la gratitud— experimentaban un aumento de la agresividad tras ser insultados.
Los que practicaban la gratitud eran significativamente menos propensos a tomar represalias contra los demás. Esta correlación es similar a la risa que interrumpe el esfuerzo físico: Del mismo modo que es imposible continuar con un entrenamiento extenuante mientras se ríe, la gratitud provoca un estado psicológico en el que la agresividad y la ira tienen escaso sustento.
El efecto de la gratitud a la hora de desplazar los sentimientos hostiles la convierte en una virtud personal y en una herramienta para fomentar interacciones sociales empáticas.
La gratitud aumenta la felicidad
De vuelta a casa, Serena se sentó en su escritorio, con pluma en mano, pensando en lo que agradecía ese día. Después de escribir libremente en su diario, se dio cuenta que, sin darse cuenta, estaba escribiendo sobre Sarah, la becaria. Se sintió culpable al recordar las lágrimas que le había causado.
Serena sabía que tenía que arreglar las cosas. Escribió a Sarah una carta en la que le expresaba su remordimiento y su gratitud por haberle hecho comprender que tenía que cambiar de actitud. Al día siguiente, saludó a Sarah en la oficina, se disculpó por su exabrupto anterior, le entregó la carta y destacó su valiosa contribución al trabajo. Aquella noche, Serena sintió una ligereza que no había experimentado en semanas, ni siquiera en años.
Esa ligereza procedía de una auténtica satisfacción. Un estudio publicado en 2005 demostró que escribir cartas de agradecimiento aumentaba la felicidad de los participantes en un 10 por ciento y disminuía los síntomas depresivos en un 35 por ciento. Estos sentimientos se mantuvieron hasta seis meses después de escribir la carta, lo que pone de relieve el poderoso efecto de este gesto.
Esto se hizo evidente en la vida de Serena: los ataques de ira que solían dominar sus días eran menos frecuentes, casi inexistentes. En su lugar, empezaron a surgir momentos de auténtica felicidad. Se sorprendió al ver que sonreía más, no solo por sus logros, sino incluso por las pequeñas alegrías de la vida cotidiana.
Cuatro semanas más tarde, cuando Serena volvió a entrar en el despacho de Corson, el ambiente era diferente, casi desconocido. No era la misma persona que había aceptado con vacilación el diario en lugar de una receta convencional. El cambio en su interior era palpable e irradiaba una nueva sensación de paz, pensamiento positivo y comprensión.
Amplios beneficios
Al darse cuenta de la transformación, Corson saludó a Serena con una cálida sonrisa de comprensión. «Me alegro de verte. ¿Te fue de ayuda esta receta tan poco convencional?».
Se produjo una demora. Serena sintió una mezcla de humildad y sorpresa ante su transformación. «Sinceramente, doctor, no lo habría creído si no lo hubiera experimentado yo misma».
«Pero ¿por qué?», inquirió ella. “Quiero decir, científicamente, ¿cómo una práctica tan sencilla puede tener un impacto tan profundo?”.
Corson no perdió detalle. Le acercó una silla y le explicó: «La gratitud no es solo un hábito, sino un cambio de mentalidad. Al cultivar virtudes, como la gratitud, nuestra mente se vuelve sana, y al cuerpo le hace lo mismo».
«Pero ya que lo preguntas en concreto, presta atención a esto», dijo Corson, entregándole a Serena un póster con los beneficios de la gratitud.
«Recuerde que estos hallazgos son solo la punta del iceberg. La ciencia aún está descubriendo el alcance del impacto de la gratitud».
Muchos síntomas, enfermedades y trastornos azotan nuestra sociedad moderna. En primera línea está la falta de cantidad y calidad de sueño. La gratitud puede aliviar estos efectos secundarios mejorando el sueño. Las investigaciones descubrieron que los participantes —incluso los que padecían trastornos de sueño— que reflexionaban sobre aquello por lo que estaban agradecidos antes de irse a dormir experimentaban una calidad y duración del sueño significativamente mejores.
Además, las personas que escriben un diario de gratitud experimentan menos dolor, con una disminución de casi el 8 por ciento, y son más propensas a hacer ejercicio.
La gratitud puede reducir significativamente los niveles de estrés. Esto, a su vez, beneficia la salud mental y física, incluido el fortalecimiento del sistema inmunológico. Al fomentar comportamientos que favorecen la función inmunitaria, la gratitud reduce los niveles de interleucina 6, uno de los principales responsables de la inflamación crónica.
La trampa de la comparación
Corson continuó explicando: «La gratitud transforma nuestra forma de interactuar con el mundo. Cambia nuestra atención de lo que nos falta a lo que tenemos. Permítanme ilustrarlo con una parábola».
«Un hombre iba en su vieja bicicleta por la ciudad, sintiéndose insatisfecho. Se percató que pasaba un brillante auto nuevo y pensó: ‘Ojalá tuviera un auto como ése en lugar de esta bicicleta'».
«Dentro del coche, el conductor estaba estresado por los pagos del préstamo. Al ver al ciclista, pensó: ‘Ojalá pudiera estar despreocupado como ese ciclista, sin estas agobiantes preocupaciones económicas'».
«En una parada de autobús cercana, una persona esperaba. Al ver pasar el automóvil y la bicicleta, pensó: ‘Ojalá tuviera una bicicleta o un automóvil. Sería mucho más cómodo que esperar al autobús».
«Al final de la calle, una persona en silla de ruedas observó al ciclista, al vehículo y al viajero de la parada de autobús. Pensaron: ‘Cómo me gustaría poder estar de pie y caminar, aunque solo fuera para esperar en una parada de autobús, montar en bicicleta o conducir un automóvil’.
«Por último, en una habitación de hospital con vistas a la calle, un enfermo terminal yacía en la cama, mirando por la ventana. Pensó: ‘Daría cualquier cosa por estar ahí fuera, aunque fuera en silla de ruedas, solo por sentir el sol y respirar aire fresco otra vez'».
«Cada persona anhelaba lo que otra tenía, formando una cadena en la que las bendiciones más sencillas de una eran los deseos más profundos de otra. Así pues, debemos evitar fijarnos en lo que nos falta y concentrarnos en apreciar lo que ya tenemos», afirma Corson.
«Este cambio de mentalidad también mejora significativamente las conexiones sociales», afirma. «Nos convierte en personas con las que los demás quieren estar cerca, lo que enriquece nuestras relaciones e impulsa el sentido de pertenencia y la satisfacción interpersonal».
Serena lo experimentó de primera mano: sabía a qué se refería Corson. Después de disculparse y entregar la carta de agradecimiento a Sarah, se dieron cuenta que tenían mucho en común, y sus interacciones se volvieron amistosas.
Corson explicó: «Como médico, “prescribo” la práctica de la gratitud, ya que es completamente gratuita y puede influir en todos los aspectos de la vida, no solo en la salud física. En nuestra práctica médica moderna, nos centramos únicamente en tratar los síntomas, a menudo con medicación. No está mal, pero tampoco es el cuadro completo. Muchos tienden a pasar por alto la poderosa influencia de la mente en el cuerpo».
La huella biológica de la gratitud
Serena quería entender cómo se estimulan los sentimientos de gratitud en el cuerpo. Corson se lo explicó:
«La gratitud activa regiones del cerebro asociadas con la regulación emocional y el placer, como la zona caudada y el giro frontal. Cuando practicamos la gratitud, las regiones cerebrales responsables de las emociones positivas se estimulan, mientras que las regiones responsables de las emociones negativas se inhiben».
«Esta actividad cerebral está mediada rápidamente por señales eléctricas, que pueden considerarse mensajes de texto, directos y específicos. La gratitud también actúa a través de hormonas, que son más lentas, como una carta enviada por correo, pero más sólidas.
«Cuando nos sentimos agradecidos, nuestro cerebro libera dopamina y serotonina, dos hormonas neurotransmisoras responsables de cómo nos sentimos. La dopamina nos da ese estímulo de »sentirnos bien» cuando logramos algo, mientras que la serotonina eleva nuestro estado de ánimo durante un período más prolongado, ayudando a estabilizarlo».
«La gratitud conduce a un bucle natural y autosostenido de refuerzo positivo. Cuanto más practicamos la gratitud, mejor nos sentimos, al instante y a largo plazo. Nuestro cerebro empieza a disfrutar de la liberación de hormonas del bienestar, que nos animan a continuar sintiéndonos agradecidos. Con el tiempo, esta práctica puede convertirse en parte de nuestras vidas».
Cuando Serena salió de la consulta, se sentía más sabia y segura de sí misma. Había pasado de ser una escéptica a una creyente, de una gruñona a una colega agradecida. Armada con conocimientos científicos y orientación práctica, estaba deseando continuar con su práctica de la gratitud.
Nota de autor:
Las experiencias de este artículo están compuestas de historias reales, mientras que la del Dr. Corson es ficticia. Los retos, los conocimientos científicos y los beneficios de la práctica de la gratitud que se describen se basan en investigaciones actuales y ofrecen inspiración y orientación práctica a los lectores.
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