¿Cuántas veces ha mirado hacia atrás y se ha arrepentido de cosas que quería hacer y nunca hizo?
Si usted es como yo, probablemente sean más de las que le gustaría admitir. Tengo una lista kilométrica de cosas que no he hecho. Algunas cosas son relativamente triviales, otras muy importantes.
- Desearía haber trabajado más para sobresalir como atleta universitario.
- Ojalá hubiera viajado más cuando tenía 20 años.
- Desearía (y aún lo hago), haber estado más en contacto con mi familia y amigos.
- Ojalá no hubiera esperado tanto tiempo para mudarme con mi familia al lugar que ahora llamamos hogar.
- Ojalá no hubiera contraído tantas deudas estudiantiles durante la carrera de Derecho.
Cada año, cuando el calendario pasa de diciembre a enero, tiendo a reflexionar sobre lo que hice o dejé de hacer el año anterior. Puede que no sea la forma correcta de ver las cosas, pero la parte de «no hacer» tiende a tener más importancia. Las cosas que quería hacer, pero que nunca avanzaron, son más importantes.
Por ejemplo, hay un libro que quiero escribir —he estado hablando de él desde siempre—, pero aparte de un esbozo he avanzado poco en él. Es cierto que el año pasado escribí dos libros durante la cuarentena, pero no el libro que quería escribir. Está claro que hay alguna forma de resistencia (casi seguro que autoconstruida) que me impide avanzar.
Y adivine qué: el libro que no escribí ocupa más espacio en mi mente que los dos que sí escribí.
Pienso: «Si hubiera dedicado un poco de tiempo y esfuerzo constantes, ya podría haber escrito al menos algunos capítulos». Y eso es indudablemente cierto. Y por eso me arrepiento.
Sé que no estoy solo en esto. De hecho, las investigaciones demuestran que hay más personas que se arrepienten de las cosas que no hicieron que de las que hicieron, incluso si salieron mal. Esto tiene sentido, ya que no podemos retroceder en el tiempo y hacer las cosas que soñamos hacer pero no hicimos. Solo nos queda imaginar cómo sería la vida hoy si lo hubiéramos hecho.
La buena noticia es la siguiente: podemos aprender de nuestros errores y evitar futuros arrepentimientos actuando ahora.
Pero eso nos lleva a preguntarnos: ¿Qué acción tomar?
Puede que tenga una esperanza, un sueño o un objetivo audaz. Tal vez quiera escribir un libro, montar un negocio o llevar un estilo de vida nómada y sin ataduras. La enormidad del objetivo hace que se sienta abrumado y que no sepa ni cómo empezar.
Me he sentido así muchas veces en mi vida. El agobio fue un estado constante para mí al principio de mi carrera como joven abogado en un gran bufete.
Recuerdo muchos momentos en los que me sentaba en la mesa de la sala de conferencias con los documentos apilados a mi alrededor y los recipientes de plástico de comida tailandesa desparramados. Muy a menudo, no tenía ni idea de cómo empezar a abordar lo que tenía delante.
A medida que avanzaba en mi carrera, aprendí a ver mis proyectos como un rompecabezas. Cuando hace un rompecabezas, primero tiene que encontrar las esquinas. Una vez que encuentra las esquinas, el rompecabezas toma forma. Entonces puede empezar a encajar las demás piezas en su sitio.
Cuando piensa en un proyecto (o en cualquier objetivo ambicioso), en su totalidad, es abrumador. Es difícil saber cómo empezar. Hay que dividirlo en sus partes.
Hay un punto de partida lógico para cada proyecto y ese punto de partida ayuda a aclarar qué más hay que hacer y cómo hacerlo. Por ejemplo, si está escribiendo un libro, no intente empezar escribiendo el primer capítulo. Primero construya el índice y luego apunte algunas notas sobre lo que dirá en cada capítulo. De este modo, le parecerá más manejable, creará un impulso positivo y tendrá un esquema lógico para el libro.
¿Ve cómo funciona? Cuando se sienta abrumado, empiece por las esquinas y vaya avanzando poco a poco.
Además, tómelo día a día. Independientemente de lo que esté trabajando, avanzará poco si hace intervalos esporádicos de actividad intensa. En lugar de eso, trabaje cada día y vea cómo se acumulan los beneficios de su esfuerzo. Puede hacer cualquier cosa, pero no todo a la vez.
Pero hay que empezar. Preferiblemente hoy. De lo contrario, se arrepentirá.
Jay Harrington es autor, abogado convertido en empresario y dirige una marca de estilo de vida inspirada en el norte de Michigan llamada Life and Whim. Vive con su mujer y sus tres hijas en un pequeño pueblo y escribe sobre cómo vivir una vida con propósito y orientada al aire libre.
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