Hong Kong es ahora un símbolo mundial de resistencia contra China

A medida que continúa la crisis, su mera existencia aumenta tanto su impacto como su simbolismo en China, la región Asia-Pacífico, y las relaciones sino-estadounidenses

Por James Gorrie
02 de agosto de 2019 6:30 PM Actualizado: 02 de agosto de 2019 6:30 PM

Al continuar con la protesta contra los planes totalitarios de China, los manifestantes en Hong Kong le están haciendo un enorme favor a la gente de su ciudad, como también a la de Macao, de China, y en realidad, del mundo.

El pequeño territorio que es parte de la política de China de «un país, dos sistemas» le está mostrando al mundo cómo tener coraje frente a la dictadura comunista china.

Y el mundo no solo está tomando nota del suplicio de Hong Kong, sino también mirando detenidamente lo que el régimen de Beijing está haciendo a través de sus delegados o lo que amenaza con hacer por sí mismo. Hong Kong ha llegado a simbolizar la libertad en una región del mundo que se ha vuelto dominada por el bullying financiero y las amenazas militares de China.

En un artículo anterior, exploramos la posibilidad de que las protestas de Hong Kong terminen de forma similar a la masacre de la Plaza Tiananmen. Pero el resultado de Hong Kong aún está por verse. Cualquiera sea el caso, la importancia simbólica de la ciudad es innegable. Los riesgos que están corriendo hoy estos manifestantes no es menor a los que tomaron los manifestantes prodemocracia treinta años atrás en la Plaza Tiananmen.

Aprendiendo del pasado

Recordemos que en la primavera de 1989, un hombre anónimo —que será por siempre conocido como el «Hombre del Tanque»—bloqueó el camino de los tanques que salían de la Plaza Tiananmen luego de la masacre de miles de estudiantes por parte del Partido Comunista Chino (PCCh). Esos estudiantes estaban manifestando contra la corrupción del PCCh y por el establecimiento de la democracia en China.

Los manifestantes de Hong Kong de hoy están tratando de impedir que se les quiten los derechos y libertades que tienen.

La Masacre de Tiananmen fue una cruda manifestación, tanto del malvado legado del PCCh como de su malvado futuro, y también de la naturaleza inhumana de aquellos que lo lideran. El valiente pero desconocido Hombre del Tanque se convirtió en un símbolo de desafío y de coraje moral frente a las abrumadoras fuerzas malvadas de la tiranía que el PCCh impuso sobre él y su país.

Aunque muchas cosas han cambiado, muchas no lo han hecho

Treinta años después, mucho ha cambiado en China, pero también, mucho no ha cambiado. En 1989, China era una nación débil pero en crecimiento, que se beneficiaba de vastas cantidades de capital y de inversión tecnológica de Occidente.

A pesar de la masacre de la Plaza Tiananmen, Estados Unidos hizo todo lo que pudo para preservar la relación entre EE. UU. y China y para ayudar a China a progresar en su desarrollo económico. El expresidente George H.W. Bush incluso le escribió al exlíder del PCCh Deng Xiaoping una carta personal a tal fin.

La expectativa era que más apertura política traería más desarrollo económico, y la inversión occidental alimentaría la creciente riqueza y poder de China en las tres décadas siguientes.

Hoy, se puede ver la ingenuidad de pensar que el PCCh se iba a apaciguar a medida que China se enriqueciera.

China es una nación rica, es la segunda economía más grande del mundo, pero la naturaleza esencial del PCCh no ha cambiado. El desarrollo de China solo le ha permitido volverse incluso más opresivo y tiránico hacia su gente. Y, como se está dando cuenta ahora el mundo, bajo el régimen del PCCh, China se ha vuelto una fuerza mucho más peligrosa y destructiva, no solo contra sus vecinos, sino contra el mundo también.

Enfrentándose a China

Afortunadamente, a diferencia de 1989, la actitud de Estados Unidos hacia China ha cambiado. Con el presidente Donald Trump en el Salón Oval, China enfrenta a un Estados Unidos muy diferente. A diferencia de los presidentes anteriores, Trump ve a China como el adversario geopolítico y económico que realmente es, no como lo que él quisiera que fuera.

Las políticas de Trump clara e indiscutiblemente intentan frustrar el objetivo de China de remplazar a Estados Unidos como líder mundial. Por ejemplo, la guerra comercial es una respuesta a las prácticas comerciales adversarias de China y el robo de tecnología a EE. UU. Prohibir Huawei y otras compañías es para detener la diseminación de tecnología espía en el país. Y expandir la ayuda militar a Taiwán es en respuesta directa al plan de China de tomar el control de la isla, tan pronto como en 2020, incluso por la fuerza si es necesario.

Hong Kong es ahora el símbolo de la resistencia

Aunque Taiwán está primero en la agenda de Xi, Hong Kong es ahora el símbolo primario de resistencia al expansionismo chino. El mundo ve las marchas muy visibles y no violentas al momento que suceden—tal como atestiguan las violentas respuestas de las fuerzas delegadas del PCCh. Los peligros que conlleva la reunificación y la falsedad de la narrativa de «un país, dos sistemas» ya no son abstracciones teóricas; son reales.

Pero igual de importante, es la relativamente moderada respuesta de Xi a las manifestaciones contra su régimen y el PCCh expone la profunda vulnerabilidad financiera de China. Xi sabe que China necesita a Hong Kong intacta en todos los aspectos. Su estelar reputación global como uno de los centros financieros más importantes del mundo es irremplazable.

El dilema de China es, por lo tanto, cómo quitarle la libertad a Hong Kong y ponerla de lleno bajo la bota del PCCh sin perder los beneficios de la influencia financiera y económica crítica de Hong Kong. Es en esta lucha global, combativa, con mucho en juego, que las protestas de Hong Kong han llegado a simbolizar mucho más que cuando empezaron.

Si Xi Jinping le ordena al Ejército Popular de Liberación que le haga a Hong Kong lo que hizo en la Plaza Tiananmen, ciertamente habrá «ganado» Hong Kong, pero habrá perdido mucho más.

James Gorrie es un escritor de Texas. Es el autor de «The China Crisis».

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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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