El desierto de Atacama esconde tesoros paleontológicos de hace 160 millones de años, cuando el que hoy es el lugar más árido del planeta estaba sumergido en el mar y era habitado por grandes reptiles marinos, dos de los cuales fueron identificados en un reciente estudio de la Universidad de Chile.
La primera vértebra de estos plesiosaurios del período Jurásico hallada en Chile fue descubierta en 1861 y más de 100 años después, en la década de 1970, nuevas investigaciones probaron que fueron animales comunes en el norte del país, pero hasta la fecha no existían identificaciones detalladas de estos reptiles marinos.
Ha sido gracias a un reciente trabajo de un grupo de científicos chilenos, publicado en la revista Journal of Vertebrate Paleontology, que se hallaron nuevos restos de plesiosaurios jurásicos cerca de la norteña ciudad chilena de Calama y que se determinó que pertenecían a los géneros Muraenosaurus y Vinialesaurus.
Ambos fueron reptiles marinos de tamaño variable según la especie: se caracterizan por tener cráneos de unos 30 cm, con vértebras del cuello algo cilíndricas, cuerpos robustos y aletas de largo moderado, pero mientras el Muraenosaurus alcanzó un largo de 6 metros, la extensión del Vinialesaurus llegó a unos 4 metros.
El Muraenosaurus es una forma bien conocida en el Jurásico Medio de Europa, pero hasta ahora sólo se conocía un registro fragmentario de este género en el hemisferio sur, específicamente en Argentina.
La identificación del Vinialesaurus, en tanto, representa el segundo registro en el mundo y el primero en el hemisferio sur. Antes de esta investigación, sólo se había hallado su presencia en Cuba.
Atacama jurásico
El estudio, llevado a cabo por investigadores de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile y del Museo de Historia Natural y Cultural del Desierto de Atacama, determinó que los restos encontrados corresponden al Oxfordiano, edad geológica del período Jurásico que va desde los 163 a los 157 millones de años atrás.
Las primeras excavaciones se hicieron en 2018, cuatro años después de que se encontrara material superficial, y se logró la recuperación de tres especímenes fósiles en sitios ubicados en la cuenca del río Loa, a unos 20 kilómetros al oeste de Calama.
La mayor cantidad de restos corresponden a dos Muraenosaurus. El más completo es el espécimen 1, cuyo esqueleto preserva fragmentos dañados de cráneo, dientes, y partes de cuello, tronco y aletas, mientras que el espécimen 2 corresponde a parte de la columna vertebral entre el cuello y el tronco.
El espécimen 3, en tanto, es una mandíbula aislada de Vinialesaurus.
El líder de la investigación, Rodrigo Otero, explicó que durante la época en que estos plesiosaurios vivieron parte del territorio que hoy conforma el norte de Chile integraba el supercontinente Gondwana y otra parte estaba sumergida en el océano.
Además, indicó que hay un amplio registro fósil de fauna prehistórica que queda por identificar en la zona.
«En el sector que estamos estudiando, hemos hallado nuevos materiales de vertebrados marinos, incluyendo restos craneales de ictiosaurios, cocodrilos marinos y pliosaurios, junto con una diversidad de peces que abarcan formas muy pequeñas hasta formas filtradoras gigantes que se estiman en unos 10 metros de longitud. En este sentido, estamos comenzando a interpretar la diversidad marina que existió en el norte de Chile durante el Jurásico», expresó Otero, según un comunicado de la Universidad de Chile.
Huellas de otro mundo
La investigación reafirma la hipótesis de que hubo una conexión entre la fauna marina del Atlántico norte y la del hemisferio sur durante el Jurásico Superior (Oxfordiano), según los científicos.
Este vínculo se habría dado a través del llamado «Corredor del Caribe», también conocido como «Corredor Hispánico», que habría permitido el flujo de animales oceánicos desde el Mar de Tetys (Altlántico norte de hoy) hacia el antiguo Océano Pacífico.
«Los recientes hallazgos de plesiosaurios se suman a los registros de Europa y del Caribe, robusteciendo la idea de este corredor marino plenamente funcional durante el Jurásico Medio y Superior», planteó Otero.
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