En un reciente programa de noticias matutino en Palm Beach, me preguntaron sobre un documento de Pascal Irrgang et al. titulado Cambio de clase hacia anticuerpos IgG4 no inflamatorios y específicos de espiga tras la vacunación repetida con ARNm del SARS-CoV-2. En aquel momento solo había leído el resumen y era reacio a comentarlo, aparte de decir que es otro documento más que pone en duda la eficacia de las vacunas de transferencia del gen COVID-19 mRNA.
Para estar seguros, ya está más claro que el agua que este producto NO previene la infección y la transmisión del virus. Deborah Birx y Rochelle Walensky lo han declarado expresamente en la televisión nacional.
Para mí, la frase más notable del resumen de Irrgang es la siguiente:
Aquí, informamos de que varios meses después de la segunda vacunación, los anticuerpos específicos contra el SARS-CoV-2 estaban compuestos cada vez más por IgG4 no inflamatorios, que se potenciaron aún más por una tercera vacunación con ARNm y/o infecciones de irrupción de la variante SARS-CoV-2. Los anticuerpos IgG4 entre todos los vacunados contra el SARS-CoV-2 se incrementaron de forma significativa. Los anticuerpos IgG4 entre todos los anticuerpos IgG específicos de la espiga aumentaron por término medio del 0.04 por ciento poco después de la segunda vacunación al 19.27 por ciento tarde después de la tercera vacunación.
El aumento de los anticuerpos IgG4 «hasta el 19.27 por ciento después de la tercera vacunación» fue completamente inesperado y, como los autores señalan más adelante en el estudio:
La subclase IgG4 no prevalece tras la vacunación repetida con toxoide tetánico o infección por virus respiratorio sincitial.
Dejaré que los inmunólogos debatan sobre la importancia de este hallazgo y limitaré mi comentario a algunas observaciones básicas.
1) El documento es una prueba más de que los desarrolladores de las vacunas de ARNm contra COVID-19 NO comprendían con precisión cómo afectarían a la respuesta inmunitaria humana.
2) Los desarrolladores de estos productos NO TENÍAN NI IDEA de cómo afectarían a la respuesta inmune después de tres vacunas.
3) Los desarrolladores de estos productos no pueden saber qué ocurrirá en caso de prevalencia del anticuerpo lgG4 porque nunca lo han observado antes.
Aunque los autores no lo afirman explícitamente, el lector atento deduce lógicamente que el aumento espectacular de anticuerpos lgG4 en relación con otros anticuerpos lgG específicos de la espiga puede perjudicar la respuesta inmunitaria al SRAS-CoV-2. Sin duda, los autores intentan restar importancia a esta preocupación —probablemente porque conocen el peligro de desafiar la ortodoxia de la vacuna contra COVID-19— pero sus hallazgos son, no obstante, intrínsecamente preocupantes.
El artículo de Irrgang me recordó a la Academia de Proyectistas de la Isla de Legado en Los viajeros de Gulliver de Swift, que realizan experimentos inútiles que no benefician a nadie.
El programa de transferencia genética de ARNm COVID-19 es un ejemplo de cómo los científicos sobrestiman de forma arrogante su comprensión de la naturaleza. Ahora vemos a los inmunólogos declarar, en efecto: «Caramba, no esperábamos ese resultado después de recibir tres inyecciones de una vacuna que no previene la infección ni la transmisión».
Esto equivale a que un fabricante de frenos de automóvil diga: «Caramba, no esperábamos que nuestros frenos se desvanecieran a esa temperatura, aunque seguimos confiando en que nuestros frenos son un gran producto».
Republicado del Substack del autor
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de The Epoch Times.
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