Comentario
Al Partido Comunista Chino se le da bien ocultar los asesinatos en masa. No hay monumentos en China a los millones de personas que murieron de hambre durante el Gran Salto Adelante de Mao en la década de 1960 o a las multitudes masacradas en la Plaza de Tiananmen. Ahora, el PCCh está encubriendo los orígenes del COVID-19, que ha matado a 2.7 millones de personas hasta ahora.
Las huellas del PCCh están en todo el informe conjunto de la Organización Mundial de la Salud y China sobre los orígenes del virus, filtrado el lunes. China prohibió a los científicos internacionales la recopilación de datos, la inspección de laboratorios, el escrutinio de historiales médicos o incluso mantener conversaciones no supervisadas con científicos chinos. La OMS incluso dio a China poder de veto sobre el contenido del informe. Es un encubrimiento.
El informe sostiene que el virus probablemente se propagó de los murciélagos a otra especie animal (aún no identificada, a pesar de haber analizado miles de especies) y luego saltó a los humanos en la ciudad de Wuhan.
Una trágica suerte de la naturaleza que casualmente se desarrolló en la única ciudad de China con un laboratorio de investigación de máxima seguridad que analiza los virus.
El Dr. Robert Redfield, exdirector de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades, no se lo cree. La hipótesis más probable, dice, es que el virus se haya escapado del laboratorio de Wuhan. Una montaña de pruebas circunstanciales apoya esa idea, aunque se está bloqueando a los investigadores internacionales para que la confirmen.
Los científicos del Instituto Wuhan recogieron muestras de virus de las cuevas de los murciélagos, incluido el virus más parecido al causante del COVID-19. En el laboratorio, los científicos utilizaron ratones diseñados genéticamente para tener pulmones como los humanos e infectaron a estos ratones con el virus.
En el otoño de 2019, justo antes del brote, el Instituto Wuhan quitó de internet sus datos sobre el virus, según el MIT Technology Review. El Instituto está negándose a dar respuestas.
El informe de la OMS-China argumenta que una fuga en el laboratorio es una explicación «extremadamente improbable» para la pandemia porque los accidentes de laboratorio son «raros.» Eso es ridículo. No son raros. Los virus pueden filtrarse de los laboratorios de alta seguridad en la ropa de los trabajadores o infectar accidentalmente a un trabajador. En 2018, el personal de la embajada de Estados Unidos en Beijing alertó al Departamento de Estado de los bajos estándares de seguridad en el Instituto Wuhan, pero China se resistió a la supervisión internacional.
El exsecretario de Estado Mike Pompeo advierte que «la mayoría de los indicios apuntan al Instituto de Virología de Wuhan como fuente del COVID-19».
Aunque Pompeo sugiere un accidente, los investigadores chinos admiten que su objetivo de investigación son las armas biológicas, incluidos los virus que «se dirigen a etnias específicas». Eso es horroroso.
Estados Unidos debe prepararse para esta amenaza. La guerra biológica es una de las principales prioridades del presidente chino Xi Jinping. Defenderse contra ella tiene que ser una de las principales prioridades de Estados Unidos.
Sin embargo, los políticos de Washington son complacientes. Estados Unidos carece de un amplio sistema de pruebas de vigilancia. Cuando los laboratorios comerciales y gubernamentales analizan muestras por razones médicas de rutina, también deberían tomar muestras al azar para detectar nuevos virus y bacterias que invaden el país de forma invisible. Así se alertaría a la nación con antelación, en lugar de ser sorprendidos con la guardia baja cuando las salas de urgencias se inunden de repente con pacientes enfermos por una enfermedad desconocida.
La Ley CARES, aprobada el pasado mes de marzo, solo proporciona 500 millones de dólares para las pruebas de vigilancia, una muestra de 1/60 del 1% de los billones gastados en respuesta al COVID este último año. Los políticos de Washington han utilizado la pandemia como pretexto para aumentar el gasto en sus causas favoritas —desde los sindicatos de profesores y los centros de artes escénicas hasta los gobiernos estatales y municipales demócratas de alto gasto— en lugar de preparar a la nación para defenderse de futuros ataques virales.
Habrá futuras pandemias. Pero la información sobre la investigación de China en materia de armas biológicas es una valiosa llamada de atención. Ahora los políticos deben prestarle atención.
En cambio, los demócratas de Maryland atacaron a Redfield el lunes, insistiendo en que culpar a China de la pandemia «pone como blanco» a las personas de ascendencia asiática. Eso es una tontería. Los crímenes de odio contra los estadounidenses de origen asiático son deplorables, pero el gobierno de Estados Unidos no debe ser disuadido de buscar la verdad sobre la pandemia o el armamento biológico de China.
La mayoría de los estadounidenses de origen chino comprenden que China es país que no se adhiere a las normas internacionales y que no respeta la vida humana. Por eso eligen vivir aquí.
La doctora Betsy McCaughey es comentarista política, experta en derecho constitucional, columnista sindicada y autora de varios libros, entre ellos «The Obama Health Law: What It Says and How to Overturn» y «The Next Pandemic». También es exvicegobernadora de Nueva York.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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