Joe Biden, la persona absolutamente equivocada para tratar con China

Por Roger Simon
19 de marzo de 2020 11:18 AM Actualizado: 19 de marzo de 2020 11:18 AM

Articulo de opinión

Entre los muchos pensamientos deprimentes que emanan de la nueva pandemia de coronavirus, se encuentra el creciente entendimiento de que China, le guste o no y sea quién sea, no es nuestro amigo en varios niveles.

De hecho, está claro para casi todo el mundo que el mayor conflicto mundial de nuestro tiempo y del futuro previsible está entre la China comunista y Estados Unidos.

Joe Biden es el último hombre que debería estar lidiando con eso.

Esto no es solo porque no hace mucho tiempo Biden descartó abiertamente la noción de que China era un enemigo (antes de retractarse después de un aluvión de críticas).

Tampoco es solo por las insinuaciones de corrupción que incluyen a su hijo y otros, donde está involucrada China así como Ucrania. Esa debería ser una razón suficiente por sí misma.

Ni siquiera las cuestiones relacionadas con su edad y su competencia mental.

Algo aún más significativo está involucrado en ello: la propiedad intelectual.

La propiedad intelectual —que se refiere a la propiedad de la obra original en las artes y las ciencias— tiene puntos de vista opuestos en el corazón de China y Occidente.

Históricamente China, por una variedad de razones culturales y de interés propio, no ha reconocido este concepto. Solo recientemente se ha visto arrastrada a él a regañadientes y en parte a través de negociaciones comerciales internacionales.

No obstante, la propiedad intelectual está en el centro de todos los aspectos del mundo moderno, desde las películas de Hollywood hasta el contenido de un teléfono celular Huawei. En cierto sentido, la propiedad intelectual lo es todo. Después que la pandemia se apague, esto será, si acaso, algo más real.

Joe Biden tiene una relación cuestionable con la propiedad intelectual (y la ley) por una simple razón. Es un plagiador, y no una vez, sino varias veces.

Este comportamiento le costó su primer intento para la presidencia cuando se hizo público que había plagiado en la escuela de leyes. Piense en eso por un momento: el joven Joe Biden plagió en la escuela de leyes (en la Universidad de Rochester donde eventualmente se graduó dentro del veinte por ciento inferior de su clase).

Además esto no fue una variedad de semi-plagiarismo en el que casi todos los estudiantes se ven envueltos, a veces sin saberlo, parafraseando unas cuantas frases en medio de un escrito.

Biden copió las páginas literalmente.

Sus profesores estaban sorprendidos, nunca antes habían visto nada de eso en su (para repetirme porque es muy importante) escuela de leyes. Para no ser expulsado de esa escuela, el joven Joe escribió una carta suplicante al decano prometiendo no volver a hacerlo.

Mintió.

Haciendo campaña para la presidencia en 1988, Biden se valió del lenguaje y las acciones del diputado del Partido Laborista Británico, Neil Kinnock, que entonces se presentaba contra Margaret Thatcher.

«Durante un evento en la Feria del Estado de Iowa, Biden imitó partes enteras del discurso de Kinnock de principios de año. En un momento, Biden repitió la línea de que era el primero ‘en mil generaciones’ en graduarse de la universidad, haciendo un gesto a su esposa exactamente de la misma manera que Kinnock, mientras que también decía la misma línea sobre su educación y su linaje», indica el informe de Business Insider.

«Biden reconocería más tarde que de hecho tenía parientes que asistían a la universidad, contrastando directamente las líneas de Kinnock.

«Tal como reportó [Maureen] Dowd, el personal de Biden estaba a la defensiva sobre las acusaciones del flagrante plagio. Sin embargo, Biden se retiró de la carrera a fines de mes».

Desde un punto de vista podría ser visto como otro político mentiroso. ¿Cuál no lo es?

Sin embargo el plagio es diferente. No es mero fanfarroneo, es tocar su propio fondo de lo que es la raíz de tanta mentira política. Es una forma de robo. (En el caso de Biden, tiene connotaciones patológicas.) Indica una actitud, en el mejor de los casos, casual sobre la propiedad intelectual de los demás. Es robar el trabajo de otras personas, robar de su cerebro.

Mientras que el plagio podría ser interpretado como una forma de adulación, es en realidad una indicación definitiva de falta de respeto, incluso de desprecio. Los escritores que han sido plagiados pueden sentir justificadamente que han sido violados.

Si yo —y muchos otros— sabemos esto sobre Joe Biden, puede apostar que los chinos también lo saben.

Si cree que este es el hombre que debe negociar con Xi Jinping, bueno, respetuosamente y obviamente, nosotros diferimos.

Roger L. Simon —columnista político senior de The Epoch Times— es un autor premiado y guionista nominado al Oscar. Su libro más reciente es «The Goat«.

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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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