La alineación ideológica empuja a Estados Unidos hacia el totalitarismo, advierten los expertos

Por Petr Svab
21 de enero de 2021 4:29 PM Actualizado: 07 de febrero de 2021 6:29 PM

Análisis de noticias

La formación de un estado totalitario está casi completa en Estados Unidos, ya que los actores más poderosos del sector público y privado se unieron detrás de la idea de que las acciones para acabar con la disidencia pueden estar justificadas, según varios expertos en ideologías totalitarias modernas.

Si bien muchos han advertido sobre el surgimiento del fascismo o el socialismo en «la tierra de la libertad», las ideas han sido en gran medida vagas o fragmentadas, centrándose en eventos o actores individuales. Sin embargo, los acontecimientos recientes indican que las piezas aparentemente inconexas del rompecabezas de la opresión están encajando para formar un sistema integral, según Michael Rectenwald, profesor jubilado de artes liberales de la Universidad de Nueva York.

Pero parece que muchos estadounidenses han sido tomados con la guardia baja o ni siquiera son conscientes del régimen recién formado, ya que parece absurda la idea de que los siguientes grupos trabajen en forma concertada con algún propósito maligno: funcionarios elegidos, burócratas del gobierno, grandes corporaciones, el mundo académico establecido, los Tink Tank, las organizaciones sin ánimo de lucro, los medios de comunicación heredados e, incluso, los movimientos aparentemente de base. ¿Está una gran parte del país en una conspiración?

De hecho, no se necesitaba una conspiración masiva, simplemente una alineación ideológica y alguna coordinación informal, argumenta Rectenwald.

A pesar de la falta de una organización general formal, el régimen socialista estadounidense es totalitario, ya que la raíz de su ideología requiere coerción motivada políticamente, le dijo Rectenwald a The Epoch Times. El poder del régimen aún no es absoluto, pero se está volviendo cada vez más efectivo a medida que erosiona los valores, controles y equilibrios, formados para combatir las tiranías, establecidos por las creencias tradicionales y consagrados en la fundación estadounidense.

Los efectos se pueden ver en toda la sociedad. Los estadounidenses, independientemente de sus ingresos, demografía o estatura social, están siendo despedidos de sus trabajos, se les está privando del acceso a servicios básicos como la banca y las redes sociales, o sus negocios están paralizados por expresar opiniones políticas y pertenecer a una subclase política designada. El acceso a fuentes de información, no autorizadas por el régimen, es cada vez más difícil. Algunas figuras de poder e influencia están trazando el siguiente paso, etiquetando a grandes segmentos de la sociedad como «extremistas» y terroristas potenciales que necesitan ser «desprogramados».

Si bien el inicio del régimen parece estar ligado a los eventos de los últimos años (la presidencia de Donald Trump, la pandemia del virus del PCCh, la intrusión del Capitolio del 6 de enero) sus raíces se remontan a décadas.

¿El régimen que comienza es realmente totalitario?

Se entiende comúnmente que los regímenes totalitarios constituyen un gobierno encabezado por un dictador que regula la economía, censura a los medios de comunicación y reprime la disidencia por la fuerza. Ese no es el caso en Estados Unidos, pero también es un malentendido de cómo funcionan tales regímenes, según indica la literatura sobre totalitarismo.

Para reclamar el poder, los regímenes no necesitan inicialmente controlar todos los aspectos de la sociedad a través del gobierno.

Adolf Hitler, líder del Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores en la Alemania nazi, utilizó varios medios para controlar la economía, entre ellos conseguir la conformidad de los líderes de la industria, a través de la intimidación, o mediante la sustitución de los ejecutivos por agentes leales al partido.

De manera similar, el régimen que empieza a asomar su cabeza en Estados Unidos depende de los ejecutivos corporativos para implementar su agenda de manera voluntaria, pero también de la intimidación de brigadas de activistas y de periodistas que toman la iniciativa de lanzar campañas negativas de relaciones públicas y boicots para progresar en el montaje de su estructura social preferida.

Además, Hitler inicialmente no controló la difusión de información a través de la censura del gobierno, sino a través de sus brigadas de matones callejeros, los «camisas marrones», que intimidaban y le impedían sus oponentes hablar en público.

La táctica es igual a los esfuerzos, a menudo exitosos, que buscan «cancelar» y «bloquear» oradores públicos usand0 activistas y actores violentos, como Antifa.

Los medios disidentes en Estados Unidos no han sido silenciados directamente por el gobierno hasta el momento. Pero están bloqueados de otras formas.

En la era digital, los medios de comunicación dependen en gran medida de llegar a su audiencia y hacerla crecer a través de las redes sociales y los motores de búsqueda en la web, que están dominados por Facebook y Google. Ambas empresas cuentan con mecanismos para tomar medidas enérgicas contra los medios disidentes.

Google da preferencia en sus resultados de búsqueda a las fuentes que considera «autorizadas». Los resultados de búsqueda indican que la empresa tiende a considerar que los medios ideológicamente cercanos a ella tienen más autoridad. Estos medios pueden producir piezas de éxito sobre sus competidores, lo que le da a Google una justificación para reducir la «autoridad» de los disidentes.

Facebook emplea verificadores de hechos de terceros que tienen la discreción de etiquetar contenido como «falso» y así reducir la audiencia de los contenidos disidentes en su plataforma. Prácticamente todos los verificadores de hechos centrados en el contenido estadounidense están ideológicamente alineados con Facebook.

Los intentos de establecer redes sociales alternativas se ha topado con obstáculos aún más fundamentales, como lo demostró Parler, cuya aplicación móvil fue cancelada por Google y Apple, al tiempo que fueron expulsados de los servidores de Amazon.

En la medida en que un régimen totalitario requiere un estado policial, no existe ninguna ley en Estados Unidos que se dirija explícitamente a los disidentes. Pero hay señales preocupantes de una aplicación selectiva por motivos políticos. Las señales se remontan a los ataques del IRS a los grupos del Tea Party o la diferencia en el trato recibido por el exasesor de Trump, el teniente general Michael Flynn, y el exdirector adjunto del FBI, Andrew McCabe, ambos supuestamente mintieron a los investigadores, pero solo uno está siendo procesado. La situación puede empeorar aún más, ya que las restricciones vinculadas al virus del PCCh hacen que amplias franjas del comportamiento humano ordinario se consideren «ilegales», lo que abre la puerta a una orientación política casi universal.

“Creo que el medio por el cual se está estableciendo un estado policial es la demonización a los partidarios de Trump y el probable uso de pasaportes médicos para instituir el equivalente efectivo de las puntuaciones de crédito social”, dijo Rectenwald.

Si bien la lealtad al gobierno y a un partido político específico juega un papel importante, es la lealtad a la raíz ideológica del totalitarismo lo que le da sus soldados de infantería, indica la literatura sobre el tema.

Ideología totalitaria

El elemento «que mantiene unido al totalitarismo como un compuesto de elementos intelectuales» es la ambición de reinventar fundamentalmente la sociedad: «la intención de crear un ‘Hombre Nuevo'», explica el autor Richard Shorten en «Modernismo y Totalitarismo: Repensando las fuentes intelectuales del nazismo y el estalinismo, desde 1945 hasta al presente».

Varias ideologías han enmarcado sus ambiciones de manera diferente, en función de lo que plantearon como la clave de la transformación.

Karl Marx, coautor del Manifiesto Comunista, dijo que el control de la economía es un elemento primario. También describió al socialismo como “el hombre socializado, los productores asociados, regulando racionalmente su intercambio con la Naturaleza, poniéndola bajo su control común, en lugar de ser gobernados por ella como por las fuerzas ciegas de la Naturaleza”, en su libro El Capital.

Adolf Hitler, líder del Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores en la Alemania nazi, consideró la raza como una prioridad. La gente se «socializaría» -es decir, se transformaría y perfeccionaría- eliminando de la sociedad a los judíos y a otras razas supuestamente «inferiores», afirmó.

Las más dominantes entre las ideologías actuales provienen de las llamadas «teorías críticas», donde la sociedad perfeccionada se define por la «equidad», es decir, la eliminación de las diferencias en los resultados para las personas en categorías demográficas consideradas históricamente marginadas. El objetivo es lograrlo eliminando la omnipresente «supremacía blanca», como la definen actualmente los ideólogos.

Si bien tales ideologías están enlazadas comúnmente al colectivismo, pidiendo la unificación nacional o incluso internacional detrás de su agenda, son elitistas y dictatoriales en la práctica, ya que encuentran que la humanidad nunca «despertó» lo suficiente como para seguir su agenda voluntariamente.

En las profecías de Marx, se suponía que la revolución ocurría espontáneamente. Sin embargo, nunca lo hizo, lo que llevó a Vladimir Lenin, el primer jefe de la Unión Soviética, a concluir que la revolución necesitará liderazgo después de todo.

“La idea es que tengas algún partido ilustrado… que comprenda el problema del proletariado mejor que el proletariado y que lo guie a través de la revolución que necesitan tener para un bien mayor”, explicó James Lindsay, autor del libro “Teorías cínicas: Cómo la erudición activista hizo que todo girara en torno a la raza, el género y la identidad, y por qué esto perjudica a todos”.

Los elementos de esta base intelectual se pueden encontrar en las ideologías de muchas fuerzas políticas actuales, desde los neonazis y anarcocomunistas hasta los progresistas y, en cierta medida, incluso en los neoliberales y neoconservadores, reconoció Lindsay.

“Es por eso que vemos a tanta gente hoy diciendo que las únicas respuestas posibles son un retorno total al liberalismo clásico o un rechazo total del liberalismo, ya que los califican como un elemento fatalmente dispuesto a crear progresismo, neoliberalismo, etc.”, dijo.

Eso no quiere decir que estas ideologías estén defendiendo abiertamente el totalitarismo, sino que conducen inevitablemente a él.

La hoja de ruta se podría resumir de la siguiente manera:

  1. Hay algo fundamental e intolerablemente mal en la realidad actual
  2. Hay un plan para solucionarlo que requiere la participación de toda la sociedad
  3. Las personas que se oponen al plan deben ser informadas sobre el plan para que lo acepten.
  4. Las personas que se resisten a la persuasión deben ser reeducadas, incluso en contra de su voluntad.
  5. Las personas que no acepten el plan, pase lo que pase, deben ser apartadas de la sociedad.

«Creo que esa es la idea general», dijo Lindsay. “Podemos hacer que el mundo sea como queremos que sea si todos nos ponemos en la misma página y en el mismo proyecto. Eso es un desastre, francamente».

Los puntos cuatro y cinco ahora parecen estar en progreso.

El exejecutivo de Facebook, Alex Stamos, calificó las críticas a los resultados de las recientes elecciones como «extremismo violento», dijo que las empresas de redes sociales deberían erradicar tales contenidos de la misma manera que contrarrestaron el contenido de reclutamiento por Internet del grupo terrorista ISIS.

El «tema central», dijo, es que «hemos dado mucho margen a las personas, tanto en los medios tradicionales como en las redes sociales, para que tengan una amplia gama de opiniones políticas» y esto ha llevado al surgimiento de “medios alternativos cada vez más radicales” como OAN y Newsmax.

Stamos luego reflexionó sobre cómo reformar a los estadounidenses que se han sintonizado con los disidentes.

«¿Cómo se puede traer a esas personas de vuelta a la corriente principal de los informes basados en hechos y tratar de que todos volvamos a la misma realidad de consenso?» preguntó en una entrevista de CNN.

“¿Y tú puedes? ¿Es eso posible?» Agregó el presentador de CNN Brian Stelter.

La lógica que intenta imponer sería la siguiente: Trump afirmó que las elecciones fueron robadas mediante fraude y otras ilegalidades. Eso no ha sido probado en los tribunales y, por lo tanto, es falso. Las personas que irrumpieron en el Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero y lograron entrar e interrumpir el conteo de votos electorales lo hicieron porque creían que las elecciones habían sido robadas. Por tanto, cualquiera que cuestione la legitimidad de los resultados de las elecciones es un extremista y potencialmente un terrorista.

Con decenas de miles de tropas reunidas para proteger la toma de posesión del presidente electo Joe Biden, el representante Steve Cohen (D-Tenn.) le dijo recientemente a CNN que todos los miembros de la guardia que votaron por Trump pertenecen a un «grupo sospechoso» que «podría querer hacer algo”, en alusión a los líderes anteriores de otros países que fueron “asesinados por su propia gente”.

El exdirector del FBI James Comey dijo recientemente que hay que «quemar o cambiar el partido republicano».

«Quieren un estado de partido único», comentó el cineasta conservador Dinesh D’Souza en un podcast reciente. “Eso no quiere decir que no quieran una oposición. Quieren una oposición simbólica. Quieren republicanos a los que les puedan decir qué tipo de republicano deben ser».

Así como Marx culpó de los males del mundo a los capitalistas y Hitler a los judíos, el régimen actual tiende a culpar a varias permutaciones de la «supremacía blanca».

“Expulsen a los miembros republicanos del Congreso que incitaron el intento de golpe de Estado de la supremacía blanca”, dijo la representante Cori Bush (D-Mo.) en un tweet reciente, obteniendo unos 300,000 me gusta.

Se refería a los legisladores republicanos que plantearon objeciones el 6 de enero a los resultados de las elecciones en Arizona y Pensilvania. Sus objeciones fueron rechazadas.

«¿Pueden las agencias de espionaje de EE.UU. detener el terror blanco?» Jeff Stein de Daily Beast preguntó en un titular reciente, concluyendo que un llamado a la «policía secreta» para rastrear a los estadounidenses «extremistas» «bien podría recibir una atención renovada».

Bajo el régimen, las acusaciones de fraude electoral (que cuestionan de facto la legitimidad del líder) se han convertido en una incitación al terrorismo. YouTube (propiedad de Google), Facebook y Twitter han prohibido el contenido que afirma que las elecciones fueron manipuladas, o lo están, proporcionando etiquetas de advertencia. El director ejecutivo de Twitter, Jack Dorsey, fue grabado recientemente cuando decía que prohibir la cuenta del presidente era solo el comienzo.

El enfoque se asemeja mucho al del régimen comunista chino, que suele perseguir a los disidentes por «subvertir» el Estado o «difundir rumores».

¿Cuál es la alternativa?

Si los llamados a la reorganización radical del mundo son inherentemente totalitarios, ¿Cómo va a evitarlos el mundo? La pregunta parece ser su propia respuesta. Si el totalitarismo requiere inherentemente lealtad a su ideología, no puede existir en una sociedad que carece de esa lealtad.

Estados Unidos se fundó sobre la idea de que los derechos individuales son un regalo de Dios y son inalienables. La idea, arraigada en las creencias tradicionales de que la moral humana es de origen divino, es un baluarte contra cualquier intento de atentar contra los derechos de las personas, incluso por su propio bien.

“Si no eres un creyente en el Dios real, puedes postular un ideal de Dios al respecto… Tenemos que postular algún árbitro que esté por encima y más allá de nuestros propios prejuicios y sesgos para garantizar este tipo de derechos… Porque, de lo contrario, tenemos esta situación infinitamente maleable en la que las personas con poder y potencial coercitivo pueden racionalizar la eliminación de los derechos de cualquier manera”, dijo Rectenwald.

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