Un equipo de científicos italianos ha relacionado estrechamente la contaminación del aire con la posibilidad de sufrir un paro cardíaco, y ha demostrado que la exposición de corto plazo a contaminantes como el monóxido de carbono, el dióxido de azufre y el benceno aumenta el riesgo de un paro cardíaco.
«Además de ser una amenaza para el ecosistema, se ha acumulado evidencia de que el aire sucio debe considerarse un factor modificable que contribuye a la enfermedad cardiovascular», dijo la primera autora del artículo, la Dra. Francesca Romana Gentile, de la Universidad de Pavia Fondazione y el IRCCS Policlinico San Matteo, en una nota de prensa.
La contaminación atmosférica está reconocida como una amenaza para la salud humana, a la que se atribuyen millones de muertes cada año. Además, investigaciones anteriores han relacionado la contaminación atmosférica con los paros cardíacos extrahospitalarios.
Sin embargo, Gentile y sus colegas describieron la relación entre los paros cardíacos extrahospitalarios y la contaminación del aire como «controvertida». Según su artículo, publicado el 25 de agosto en PLOS ONE, diferentes estudios han llegado a conclusiones contradictorias sobre el papel del ozono. Otra investigación no pudo relacionar claramente los niveles de dióxido de azufre con los paros cardíacos extrahospitalarios.
Esa incertidumbre es la razón por la que se propusieron aclarar si la contaminación del aire afecta el riesgo de paro cardíaco fuera de los hospitales y de qué manera.
Los investigadores se centraron en las personas que viven en la mitad sur de la región de Lombardía, en Italia. Analizaron 1582 incidentes de paro cardíaco extrahospitalario que ocurrieron durante 2019.
Después de descubrir que el paro cardíaco ocurrió fuera del hospital a una tasa media diaria de 0,3 casos por cada 100,000 habitantes, dividieron los días en bajos y altos. Los días de paro cardíaco extrahospitalario bajos tuvieron tasas por debajo de la tasa diaria promedio, mientras que los días de alta incidencia tuvieron tasas por encima de ese valor promedio.
Para medir la contaminación del aire, utilizaron información de la agencia de protección ambiental de Italia, que mide los niveles diarios de varios contaminantes en las estaciones del sur de Lombardía. Además del benceno, el monóxido de carbono y el dióxido de azufre, los científicos analizaron los niveles de partículas finas, dióxido de nitrógeno y ozono.
En un análisis inicial, el equipo descubrió que la mayoría de los contaminantes estaban presentes en niveles más altos en los días de mayor incidencia. El ozono, sin embargo, mostró la tendencia opuesta, y los niveles más altos de ozono se relacionaron con tasas más bajas de paro cardíaco extrahospitalario.
Pero después hacer análisis que incluían la temperatura, la humedad relativa y los cambios diarios en las concentraciones de contaminantes, descubrieron que todos los contaminantes que analizaron, incluido el ozono, aumentaban el riesgo de paro cardíaco extrahospitalario. El dióxido de azufre tuvo el impacto más fuerte.
«Estudiamos siete contaminantes comunes y descubrimos que a medida que aumentaba la concentración de cada uno, aumentaba el riesgo de paro cardíaco», explicó la Dra. Gentile.
La concentración de cada contaminante y el riesgo de paro cardíaco se conoce como relación dosis-respuesta. La Dra. Gentile y sus colegas creen que son los primeros en mostrar tal relación entre los casos de paro cardíaco extrahospitalario y esta variedad de contaminantes.
Su investigación, escribieron, “confirmó que los factores meteorológicos deben tenerse en cuenta cuando se habla de contaminación del aire”, ya que el paro cardíaco fuera del hospital era más frecuente durante el invierno, cuando las temperaturas son más frías.
Con la excepción del ozono, los contaminantes que estudiaron también estaban presentes en niveles más altos en climas más fríos como resultado de la calefacción del hogar y el transporte, entre otros factores.
El equipo también señaló que sus sólidos hallazgos podrían deberse al alto nivel de contaminación en Lombardía, así como a la edad relativamente avanzada de su población.
La Dra. Gentile espera que los resultados de su equipo puedan traducirse en una mejor atención médica.
“Las relaciones observadas entre las concentraciones de contaminantes individuales y la probabilidad de un paro cardíaco podrían usarse en el futuro para predecir la incidencia de esta condición potencialmente mortal en áreas geográficas específicas”, dijo Gentile. «Esperamos que el monitoreo de contaminantes del aire pueda mejorar la eficiencia de los servicios de salud al incluirse en los modelos de pronóstico y en los sistemas de alerta».
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