Recientes artículos han puesto de relieve las dificultades económicas de la China comunista, y algunos incluso han pronosticado «un naufragio económico». Gran parte de la atención se ha centrado en el qué y el cómo de los problemas económicos de China. Sin embargo, la cuestión más importante es por qué esta catástrofe económica es inminente.
La respuesta está en su gobierno totalitario y en su visión errónea del mundo y de la naturaleza humana.
La civilización china ha dado al mundo una gran literatura y filosofía, así como innovaciones como la rueda, la brújula, el papel moneda, la imprenta y la pólvora. Pero desde la revolución maoísta, la China comunista ha creado muy poco, aparte de sus innovaciones en campos de reeducación, opresión y control de la población.
El desastre de la economía de la China comunista es aún más evidente si se compara con Taiwán, uno de los países más ricos del mundo. Taiwán fomenta la creatividad y la innovación, y prospera gracias a la investigación y el desarrollo. Ha creado una industria de chips informáticos tan renombrada que, si la isla cayera en manos de los chinos, la industria informática mundial estaría en peligro. La China comunista, en cambio, no fomenta la investigación ni la creatividad. Al contrario, se basa en copiar el trabajo de otros.
Innovación perdida
Aunque copiar la tecnología de los teléfonos inteligentes y los paneles solares puede haber funcionado, las restricciones del Partido Comunista Chino (PCCh) a la investigación han hecho imposible desarrollar «ciencia de vanguardia» en el país. El resultado neto es que, a pesar de la promesa de Deng Xiaoping de impulsar la economía mediante el «socialismo con características chinas», la economía china ha seguido tambaleándose, lastrada por un endeudamiento insostenible y una economía de la construcción que ha producido un gran número de ciudades fantasma.
Lo que Deng y sus sucesores no comprendieron fue que era el propio socialismo el que estaba en la raíz de las dificultades económicas del país, como tampoco comprendieron que el socialismo es intrínsecamente incompatible con los auténticos valores chinos. Una economía próspera se basa en la innovación y en soluciones originales. El comunismo, por el contrario, hace hincapié en el pensamiento colectivo y el control, dando prioridad a la conformidad más que a la creatividad.
La respuesta de la China comunista al virus Covid-19 fue un claro ejemplo de ello, ya que cuando estalló la enfermedad se sofocaron las soluciones creativas locales por deferencia a las autoridades centrales de Pekín. En otras palabras, el comunismo fomenta la dependencia del Estado. No sólo económica, sino también intelectual. Esto ahoga la actividad intelectual individual y suprime el pensamiento creativo. En la lucha contra el Covid-19, la mejor respuesta que se les ocurrió a las autoridades fue producir una vacuna mucho más cara y menos eficaz que sus rivales occidentales.
Países occidentales
El comunismo también adolece de una fijación por la tecnología y las soluciones materiales. Según el comunismo, no hay problema que un buen plan quinquenal o un enfoque técnico no puedan resolver, aunque estas soluciones contradigan otros planes (como la desastrosa política del hijo único). Con su materialismo puro, el comunismo lleva anteojeras porque sólo tiene en cuenta el «hardware» de una economía mientras ignora el «software» cultural en el que se basan las economías prósperas.
Las economías más prósperas del mundo moderno nunca han sido el resultado de planes quinquenales ni de objetivos técnicos. Nacieron de una filosofía de la persona humana y de preguntas sobre la naturaleza de la humanidad, la más importante de las cuales es que somos iguales y dotados de ciertos derechos por nuestro Creador. La prosperidad de Estados Unidos y Europa no es el resultado de los recursos naturales, la situación geográfica o cualquier otro factor puramente material. Al contrario, esta prosperidad fluye naturalmente de su filosofía de la persona humana, de su afirmación de los derechos humanos, de su promoción de las libertades individuales, de la libertad de expresión y de la libertad de pensamiento.
En otras palabras, el genio que ha hecho grandes a los países occidentales es que la prosperidad no procede de los recursos materiales ni de las soluciones técnicas, sino de los fundamentos morales y de la libertad de la persona humana. Lo que impulsa nuestra cultura y el éxito de nuestra economía no es ni el control de los seres humanos ni la autoridad centralizada. Al contrario, prosperamos gracias a la libertad, la responsabilidad personal, la independencia y la libertad de pensamiento, así como a la afirmación de la dignidad humana y los derechos individuales. Sin estos elementos, no hay innovación ni crecimiento, sólo copia, piratería intelectual y estancamiento.
En resumen, la libertad y la apertura crean economías fuertes y prosperidad. El comunismo y las mentes reprimidas generan pobreza y colapso económico. Cuanto antes se den cuenta los dirigentes chinos, mejor.
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