A la luz de la creciente guerra comercial con Estados Unidos, una economía que se contrae, aumento de precios de los alimentos, la negativa global contra el fiasco Made in China 2025, y las protestas en Hong Kong, el Partido Comunista Chino (PCCh) se enfrenta con desafíos internos del tipo soviético, creados por la corrupción desenfrenada y la administración extremadamente mala dentro del partido.
Por ejemplo, la práctica nacional de China de depredar campos de cultivo, lagos, ríos y mares a escala industrial, sobrepasando incluso la toxicidad de la ex Unión Soviética, ha estado sucediendo desde los 50 y continúa hasta hoy. Como resultado, la desertificación masiva y la capacidad productiva de alimentos en declive han hecho que China se convierta en importador de alimentos desde 2007, y es Estados Unidos quien le provee la mayor parte de las importaciones agrícolas y alimenticias. Todo esto ocurrió mucho antes que Xi Jinping tomara el poder.
Acelerando el declive de un imperio
El imperio comunista chino–y esa es la forma más precisa de ver hoy a China–está sufriendo deficiencias agudas que llegaron con las políticas de largo plazo contrarias a una economía sustentable, sin mencionar una forma de gobierno y sociedad saludables. El PCCh solo aceleró el proceso de deterioro.
Con el PCCh, las condiciones en China han empeorado, no mejorado. La disparidad de ingresos es mayor que nunca y los centros urbanos masivos, que albergan ahora más del 50 por ciento de la población, sufren de falta de fondos para servicios sociales y de la ira de millones de trabajadores de fábricas sin paga. Las condiciones en áreas rurales también se han deteriorado, lo que lleva a que haya más migración urbana. Además, las crecientes tensiones étnicas de poblaciones musulmanas, como también en Tibet y otras regiones, se vuelven peor por las fallidas políticas económicas del PCCh y las extensas represiones al disenso y la expresión religiosa.
Externamente, la agresiva postura comercial del PCCh ha dado como resultado tensiones sin precedentes con Occidente y un resentimiento anti-China por todo el mundo. La reacción negativa es el mayor obstáculo de China para su muy necesitado acceso a mercados extranjeros y recursos naturales. Como resultado, la tasa de crecimiento de China ha caído drásticamente, desde el diez por ciento al seis por ciento, probablemente incluso más. El ingreso absoluto está también en baja, mientras que los incidentes de agitación civil y las huelgas laborales están en alza, golpeando el corazón de quienes deberían ser simpatizantes del partido. El partido está preocupado, y debería estarlo.
Las políticas del PCCh no ofrecen salida
El gran problema es que para Xi, la única salida hacia delante es más represión en casa y más agresión afuera. Él ha apostado su vida política en ello y no puede cambiar el sistema de China porque él es un producto de este. Abrir el mercado chino a Occidente, por tanto, y otras formas de apertura son impensables. El colapso de la Unión Soviética en 1991 descarta cualquier pensamiento de reformar al Partido o al país. Hacerlo aflojaría la puño totalitario que tiene el PCCh en el poder y liberaría fuerzas imparables que ya están presentes en Hong Kong.
Entonces, la tremenda represión de China a los preciosos recursos humanos continúa, como también su endémica corrupción estratificada y las distorsiones del mercado. Desafortunadamente, con suficiente poder de fuego, una indiferencia metastatizada por el prójimo, y más importante, con masivas inyecciones de capital y tecnología de Occidente, estas condiciones negativas pueden existir por un tiempo espantosamente largo.
Por supuesto, la China bajo el PCCh ha estado marcando todos estos casilleros por décadas. Pero incluso con el control totalitario sobre todas las formas de medios de comunicación, manufactura y finanzas, y por sobre todo, sobre sus ciudadanos, China se está hundiendo bajo el peso de sus contradictorias políticas y sus consecuencias.
La conclusión final es dura: el PCCh no puede evitar fallar en sus intentos de revertir estas tendencias.
El engaño no puede durar para siempre
La razón es fácil de entender, pero difícil de asumir si se es un miembro del PCCh. Acallar el disenso, encarcelar a manifestantes, perseguir la expresión religiosa y censurar las malas noticias no va a hacer que esos problemas se vayan. Tal como publicar informes ficticios de PBI década tras década, financiar proyectos de construcción redundantes con rendimientos negativos mediante financiamiento con déficit extremo solo para mantener el empleo a un nivel políticamente necesario, no es lo mismo que actividad económica.
Devaluar el yuan no es la respuesta, tampoco. Aumentará la fuga de capital y el costo de las importaciones. El resultado es la disminución del poder de compra y el aumento del pago de intereses de deuda en denominación dólar. Estas desventajas probablemente pesen más que los beneficios de productos chinos de bajo precio en el mercado mundial, especialmente con la menor demanda por la desaceleración económica en Europa.
Todas estas acciones y sucesos oscurecen una verdad mucho más fundamentalmente lapidaria sobre si el PCCh puede traer riqueza real y sostenible a China: quitemos los generosos acuerdos unilaterales, la masiva inversión extranjera, el continuo robo de propiedad intelectual y de tecnología a Occidente, y China estará otra vez al borde del colapso, tal como estaba en 1979.
Hong Kong es la crisis del PCCh
No es un secreto que las protestas en Hong Kong fueron provocadas por el inoportuno y mal concebido proyecto de ley de extradición de Hong Kong. Si el proyecto de ley no hubiera sido impulsado tan rápida y torpemente, o si no hubiera sido impulsado en absoluto, las protestas de Hong Kong no existirían.
Aún mas, Beijing no estaría en el foco de atención del mundo como agresor titánico que se prepara para lidiar con manifestantes pacíficos con un abrumador poder militar. No se hubieran hecho comparaciones con la Plaza Tiananmen—como se hace ahora—y la ya manchada reputación de China no habría empeorado.
Pero como sea que se resuelva la crisis, la inminente amenaza de dominación de Beijing, carente de ley, ha echado una oscura sombra sobre el futuro de la ciudad-estado como centro financiero confiable y seguro para el mundo. Ahora que el mundo ve la constante amenaza que China representa para Hong Kong, su seguridad como lugar de negocios siempre estará en duda.
La crisis de Hong Kong es simplemente el síntoma más evidente del malestar sistémico y parasitario de la China bajo el PCCh.
¿Un colapso al estilo soviético?
Las comparaciones históricas no son siempre correctas, pero no siempre están equivocadas, tampoco. Hong Kong podría bien convertirse en la versión de Beijing del pequeño movimiento polaco Solidaridad de los 80 que los rusos podrían haber aplastado pero no lo hicieron. Ellos temían que hacerlo fomentaría la rebelión en otras partes, y también el castigo de Occidente. La URSS ya estaba dañada por muchas de las mismas fallas y desafíos que China enfrenta hoy.
Finalmente el movimiento Solidaridad condujo a la rápida caída de la Unión Soviética. Se podría argumentar convincentemente que Solidaridad fue un punto de inflexión mortal para la Unión Soviética, y que sea como fuera que lo manejaran, el resultado habría sido el mismo.
Todo lo que se reprime, regresa
Hoy, incluso con todo su desarrollo y crecimiento económico en las últimas cuatro décadas, China aún se encuentra con un muy mal caso de «Enfermedad Soviética». Su condición «sovietizada» ciertamente no es idéntica a la del eximperio ruso, pero sí lo es en un punto crucial: no es reversible si el Partido sigue en el poder.
Y más importante, la extrema supresión del PCCh no es la respuesta, pero podría conducir a ella. Sigmund Freud, el eminente psicólogo del siglo XX, notó que sin importar la forma o duración de la opresión, eso que se reprime siempre regresa. Esta verdad básica también se aplica tanto a la supresión de los seres humanos como a las leyes económicas. Para ponerlo en términos chinos, cuando las cosas llegan a un extremo, deben moverse en la dirección opuesta.
La opresión del PCCh a la libertad, al bienestar económico, y de hecho, a la misma humanidad de su propio pueblo no puede durar ni durará por siempre. Eso que se reprime, un día, regresará.
James Gorrie es un escritor de Texas. Es el autor de «The China Crisis».
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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