Billy era un niño brillante de 10 años con dos padres que estudiaron en las universidades de la Ivy-League. Era inteligente como un libro —sacaba excelentes notas en la escuela— pero carecía de buen juicio.
También era un mal deportista. Billy solía mentir y hacer trampa cuando jugaba juegos de mesa o participaba en actividades de equipo, y se ponía furioso cuando perdía. Sus amigos, que habían estado con él desde la guardería, empezaron a perder la paciencia. Sus padres se dieron cuenta de que había que hacer algo.
Así que lo llevaron a ver a la doctora Victoria Dunckley, psiquiatra pediátrica especializada en el uso de pantallas.
Tras un «ayuno de pantallas» de cuatro semanas prescrito por la doctora, en el que se eliminaron todos los televisores, teléfonos y videojuegos, los problemas de Billy desaparecieron milagrosamente. Sus padres estaban tan contentos que decidieron mantener el ayuno.
Pasaron seis meses, y los amigos de Billy ya no lo evitaban, y su espíritu deportivo había mejorado notablemente. Billy decidió postularse a presidente de la clase y pronunció un discurso, algo que antes lo aterrorizaba.
Billy es uno de los muchos pacientes de la doctora Dunckley cuyos problemas mentales y de comportamiento desaparecieron una vez que eliminaron o redujeron significativamente el tiempo de pantalla.
El uso excesivo de pantallas se convirtió en una epidemia que erosiona silenciosamente vidas con poca resistencia. La encuesta de Gallup de 2012 encontró que alrededor del 60 por ciento de los adultos jóvenes admiten pasar demasiado de su tiempo en Internet; una encuesta posterior estimó que el 83 por ciento de los usuarios de teléfonos inteligentes dicen que mantienen su teléfono cerca de ellos «casi todo el tiempo durante sus horas de vigilia».
Las pantallas pueden sobreestimular nuestros cerebros, lo que provoca un estado perpetuo de lucha o huida, muy estresado. Esto nos hace propensos a sufrir crisis nerviosas, depresión y ansiedad incluso cuando se producen pequeños cambios en el entorno.
Un problema creciente
Jean Twenge, doctora en psicología y profesora de psicología en la Universidad Estatal de San Diego, descubrió el vínculo inicial entre el tiempo frente a la pantalla y la mala salud mental a través de estudios generacionales.
«Me acostumbré a los cambios lentos y constantemente en el tiempo», pero después de 2010, «empecé a ver algunos cambios que eran mucho más repentinos, realmente nunca había visto nada igual», dijo Twenge en una charla TEDx.
Entre 2005 y 2012, el cambio en las tasas de episodios depresivos en adolescentes de 12 a 17 años apenas superó el 1 por ciento. Sin embargo, entre 2012 y 2017, se produjo un aumento de casi el 4 por ciento.
Además, cada vez menos adolescentes salen a la calle o leen libros, mientras que su tiempo en las redes sociales e internet aumenta dramáticamente.
En 2008, el psicoterapeuta Tom Kersting, que trabajó como orientador escolar durante 25 años, observó un aumento de los diagnósticos de trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) en niños mayores de 8 años.
El TDAH suele detectarse en la primera infancia, cuando el niño empieza a ir al colegio. Sin embargo, es testigo de diagnósticos cada vez más tardíos en adolescentes y adultos. Aunque es posible que algunos de estos adolescentes no fueran detectados por los médicos cuando eran pequeños, Kersting sospecha que algunos desarrollaron síntomas de TDAH debido al uso de pantallas.
Alrededor de 2012, cuando el 30 por ciento de los adolescentes tenía un smartphone, empezó a ver que el comportamiento rebelde y los trastornos de ansiedad eran cada vez más comunes entre los niños. Los adultos jóvenes y los adolescentes que crecen ahora también tienden a ser más antisociales y a tener una resiliencia emocional reducida, lo que puede estar relacionado con una socialización en persona insuficiente debido a que pasan la mayor parte del tiempo detrás de las pantallas.
«No es solo la cantidad de tiempo que pasan en el mundo cibernético», dijo Kersting a The Epoch Times, «sino también lo que se perdieron: el juego al aire libre y el aprendizaje social».
Durante la pandemia, el tiempo que los adolescentes pasan frente a una pantalla se duplicó.
Pocos estudios investigaron la adicción a internet en niños durante la pandemia, pero un amplio estudio realizado en adultos en 2021 demostró que los adultos considerados en riesgo de adicción a internet tenían 2.3 veces más probabilidades de sufrir depresión y 1.9 veces más probabilidades de sufrir ansiedad que la población general. Además, las personas con adicción definida o grave tenían 13 veces más probabilidades de sufrir depresión y ansiedad.
Ahora, después de la pandemia, los maestros informan de la última generación —la generación Alpha, también conocida como «los niños del iPad»— es agresiva, indisciplinada y no regula bien las emociones en el aula.
El doctor Clifford Sussman, psiquiatra especializado en adicción a las pantallas, ha centrado su consulta en el tratamiento de esta afección debido a la creciente necesidad. Especialmente tras la pandemia, «la demanda de ayuda con este problema se disparó», declaró a The Epoch Times.
Cómo te atrapan las pantallas
Las actividades frente a una pantalla —ya sean videojuegos, redes sociales, navegar por Internet o ver videos— ofrecen una vía de escape. Estas actividades también son muy estimulantes para el cerebro debido a sus colores brillantes y a su perfecta integración en el mundo virtual, explica a The Epoch Times el profesor y psicoterapeuta David Rosenfeld, de la Universidad de Buenos Aires.
Cuando se le presenta algo nuevo y excitante, el cerebro libera dopamina, y todo lo que induce la liberación de dopamina puede ser adictivo. La dopamina produce una sensación de placer, mientras que su descenso está relacionado con la irritabilidad y el mal humor.
Las actividades de pantalla se han diseñado para captar nuestra atención alimentándonos con dosis regulares de dopamina. Como si jugáramos a un videojuego inmersivo que nos emociona cuando subimos de nivel, derrotamos a un jefe o encontramos un nuevo objeto, las pantallas nos incitan a pasar más tiempo en el mundo virtual.
«Los videojuegos se rigen por reglas microscópicas», afirma Bennett Foddy, profesor de diseño de juegos en el Game Center de la Universidad de Nueva York, en el libro «Irresistible: The Rise of Addictive Technology and the Business of Keeping Us Hooked», de Adam Alter, extraído por The Guardian.
Estas reglas microscópicas pueden ser un sonido «ding» o un destello blanco cada vez que un personaje se desplaza por una casilla concreta y se sincronizan con las acciones del jugador para que sienta que ha sido él quien las ha provocado. Esta microretroalimentación genera una sensación de recompensa, enganchando a la gente a jugar continuamente al juego.
Este sistema también puede explicar por qué las actividades interactivas en pantalla pueden ser más problemáticas para los niños que las actividades pasivas, como ver la televisión.
La doctora Dunckley observó que, mientras que dos horas de televisión se relacionan con signos de desregulación en los niños, sólo 30 minutos de actividades interactivas frente a la pantalla son lo suficientemente estimulantes como para que se produzcan signos.
Muchos videojuegos también emplean estrategias utilizadas en los juegos de azar, como las recompensas «caja de botín», en las que los jugadores son recompensados a intervalos aleatorios a lo largo del juego. Como los jugadores no saben cuándo llegará la siguiente recompensa, se ven obligados a jugar, aunque no lo disfruten.
Esta estrategia procede de los trabajos del psicólogo Burrhus Frederic Skinner. Skinner colocó palomas en una caja con un botón y las recompensaba con comida cada vez que lo pulsaban. Descubrió que las palomas recompensadas de forma irregular se sentían más obligadas a pulsar el botón que las recompensadas cada vez que lo pulsaban.
Esta compulsión también existe en los humanos.
Los posteos en las redes sociales dividen la información en trozos del tamaño de un bocado, proporcionando a los usuarios una descarga de dopamina con cada posteo, «me gusta» y comentario.
Además, las redes sociales fueron diseñadas para carecer de las señales de pausa naturales inherentes a muchos aspectos de la vida.
Ya sea un artículo de periódico, un libro o una película, siempre hay un final. Por tanto, una vez que llega el final del artículo, el capítulo o la película, hay que elegir otra actividad. Sin embargo, con las redes sociales, uno puede desplazarse eternamente sin que el contenido llegue a su fin, lo que se conoce como el scroll de la perdición.
Navegar por Internet no es diferente. Ponga una palabra en el buscador y aparecerán infinitos resultados y enlaces relacionados que lo llevarán a una madriguera de conejo.
Cuando el tiempo de pantalla se come al tiempo «humano»
La aceptación social y la omnipresencia de las pantallas a menudo dificultan que las personas se den cuenta de que su tiempo frente a ellas puede estar fuera de control.
Hasta ahora, no existen criterios coherentes sobre lo que se considera adicción a las pantallas, pero cada vez hay más datos que sugieren que muchos estadounidenses tienen un uso problemático de las pantallas.
Los estadounidenses pasan un promedio de siete horas al día detrás de una pantalla, sin contar el tiempo que pasan en la escuela o el trabajo.
La consejera Hilarie Cash, cofundadora de reSTART Life, un centro residencial de tratamiento de la adicción a la tecnología, declaró a The Epoch Times que el uso de las pantallas se considera problemático cuando empieza a restar tiempo al necesario para el funcionamiento humano normal.
La gente necesita dormir unas ocho horas al día, y la jornada laboral promedio es de 8.5 horas. También necesitan tiempo para socializar, hacer ejercicio, comer, ducharse y gestionar asuntos cotidianos y aficiones. Siete horas diarias de pantalla significarían sacrificar actividades necesarias.
Dino Ambrosi, fundador de un programa de 12 semanas que ayuda a los estudiantes universitarios a limitar el tiempo que pasan frente a las redes sociales, calculó en una charla TEDx que si la mayoría de los jóvenes de 18 años vivieran hasta los 90, les quedarían 334 meses de tiempo libre en su vida.
Lo que esas personas hagan con ese tiempo restante «determinará literalmente el tipo de persona en que se convertirán», afirmó. Sin embargo, las estimaciones de Ambrosi muestran que alrededor del 93% de ese tiempo se pasa detrás de pantallas, la mayoría de forma involuntaria.
La Sra. Cash, cuyo programa para tratar a personas que luchan contra la adicción a la pornografía en Internet y a los videojuegos comenzó en los años noventa, ha observado una tendencia preocupante.
Aunque sus primeros clientes también experimentaron grandes trastornos debido a sus adicciones a las pantallas, tenían suficientes habilidades para la vida. En cambio, muchos de sus clientes actuales carecen de las habilidades vitales necesarias, como saber cocinar, mantener la higiene personal, mantener una conversación, entablar relaciones significativas, conservar un empleo, etc. Estas personas son más difíciles de tratar.
Una de las razones es que en su infancia o adolescencia se les dio una herramienta para escapar. Como resultado, se han convertido en escapistas crónicos de los inconvenientes y dificultades de la vida. Cash dijo que estas personas tienen problemas para establecer conexiones sociales, superar retos y mantener un trabajo, todo ello esencial para ayudar a una persona a construir una vida fuera del mundo virtual.
4 principales trastornos mentales
Los psicólogos y profesores Daria Kuss y Mark Griffiths, de la Universidad de Nottingham Trent, son algunos de los principales investigadores de los efectos del uso problemático de las pantallas.
Entre los 26 psicoterapeutas que tratan a personas con adicción a Internet que la Sra. Kuss y el Sr. Griffiths encuestaron, algunos afirmaron que los problemas de salud mental de sus pacientes estaban indudablemente causados por el uso de pantallas.
«No tenían ansiedad social ni trastorno de ansiedad generalizada antes de empezar a jugar», informó un psicoterapeuta.
El Dr. Sussman añadió que, cuando suceden al mismo tiempo que una adicción, los problemas de salud mental suelen ser intratables antes de abordar primero la adicción.
Depresión
El entretenimiento prolongado frente a una pantalla provoca periodos prolongados de liberación de dopamina. Esto significa que se experimenta un descenso de dopamina cuando se deja de estar frente a una pantalla. Los niveles bajos de dopamina están relacionados con el estado de ánimo irritable y la depresión.
Con la estimulación constante, el cuerpo acaba intentando estabilizarse haciendo que las vías del placer del cerebro sean menos sensibles. Esto significa que, para conseguir el mismo «subidón», la persona debe aumentar el grado de estimulación del contenido o ver más. Esto puede significar contenidos más gráficos, intensos o violentos. Luego, cuando una persona sale de la pantalla, esto provoca un mayor desinterés y mal humor.
Naturalmente, la gente está menos interesada en actividades menos estimulantes, como los placeres inherentes e interpersonales.
El uso de pantallas también se asocia a una baja liberación de melatonina, potencialmente relacionada con diversos trastornos del estado de ánimo, incluida la depresión.
Ansiedad e irritabilidad
Estar pendiente de una pantalla significa estar constantemente distraído
Las redes sociales y el desplazamiento por Internet rompen la capacidad de atención de una persona, ya que la atención se desvía de una cosa a otra. «En nuestra investigación encontramos una correlación entre la frecuencia del cambio de atención y el estrés», dijo la investigadora Gloria Mark, doctora en psicología, en una entrevista en el podcast «Hablando de psicología». Cuanto más rápido se produce el cambio de atención, mayor es el estrés, medido mediante monitores de frecuencia cardiaca y autoinformes.
La estimulación de las pantallas también activa la respuesta de lucha o huida y provoca la liberación de adrenalina. Este subidón de adrenalina puede provocar una sensación de ansiedad o de gran excitación. Si este estado se sigue desencadenando, la persona puede llegar a sufrir un agotamiento de adrenalina, afirma la terapeuta ocupacional pediátrica Cris Rowan, crítica del impacto de la tecnología en el desarrollo humano, el comportamiento y la productividad. El agotamiento de adrenalina puede llevar al cuerpo a liberar cortisol en su lugar, dijo la Sra. Rowan. El cortisol es una hormona del estrés relacionada con la ansiedad y los trastornos depresivos graves.
TDAH
Uno de los principales trastornos relacionados con el uso indebido de las pantallas es el TDAH.
El cerebro es como un músculo que se puede entrenar, dijo el Dr. Andrew Doan, oftalmólogo especializado en salud pública, juegos problemáticos y uso excesivo de la tecnología personal.
Como el entretenimiento frente a una pantalla distrae mucho, se necesita más tiempo para entrenar la capacidad de atención sostenida de una persona, necesaria para completar una tarea mentalmente exigente, como terminar unos deberes largos.
El tiempo de pantalla prolongado también se asocia con el adelgazamiento de la corteza prefrontal, que es fundamental para el control de las compulsiones y el pensamiento lógico. Esto es también lo que hace que las personas con TDAH tengan dificultades para completar tareas que consideran poco interesantes.
Autismo
El tiempo frente a la pantalla aísla.
Mientras una persona se entretiene con juegos, redes sociales e Internet, «la pregunta es, ¿qué está dejando de hacer?», preguntó el Sr. Kersting.
Para los padres, esto podría ser la crianza y la creación de una conexión con sus hijos. Para los niños, podrían ser las oportunidades de jugar y socializar, lo que atrofia el desarrollo social y puede dar lugar a comportamientos retraídos, antisociales y ansiosos que pueden imitar los síntomas del autismo.
Los doctores Dunckley y Sussman han comentado que la formación del uso problemático de pantallas y los problemas de salud mental pueden ser bidireccionales. En otras palabras, las personas con autismo o síntomas similares pueden utilizar pantallas para evitar situaciones de ansiedad social, pero cuanto menos se entrenan para ser sociales, más retraídos se vuelven.
Evitar las pantallas es como «beber agua en un bar»
El uso problemático de las pantallas no se limita a los niños. La Sra. Rowan, que ha dirigido más de 400 talleres sobre temas como la productividad, las adicciones, el uso excesivo de la tecnología, los programas de alfabetización mediática y el diseño del entorno escolar, dijo que a veces los padres permiten que los niños busquen las pantallas.
«Levanten la mano si controlan adecuadamente el uso de las pantallas», preguntó Rowan a una sala de adultos durante uno de sus talleres. Aunque se inscribieron unas 500 personas, menos de 10 levantaron la mano.
El trabajo de la educadora y psicóloga clínica Catherine Steiner-Adair también ha demostrado que los niños compiten cada vez más con las pantallas por la atención de sus padres. Algunos niños han declarado sentirse desatendidos porque sus padres miran constantemente sus teléfonos.
Los padres que no son conscientes o no controlan su propio uso de las pantallas también pueden tener dificultades para establecer límites de tiempo de pantalla para sus hijos.
Algunos padres educan a sus hijos utilizando las pantallas como niñeras. Esto puede hacer que los niños den prioridad a las pantallas sobre la familia y viceversa con los padres, dijo el Sr. Rosenfeld.
Este fenómeno se refleja en la Generación Alfa. Un problema común de estos niños es la falta de disciplina, que deja a los padres estresados, y solo las pantallas pueden apaciguarlos durante sus rabietas.
La digitalización de las escuelas y los lugares de trabajo también ha facilitado el uso de las pantallas.
Como el entretenimiento suele estar a un clic de distancia, el Dr. Sussman describió la dificultad de reducir el uso de pantallas en el entorno actual: «Es como beber agua en un bar».
Cuando se le preguntó si la gente puede recuperarse de una adicción, el Sr. Rosenfeld dijo que el factor más crucial es tener una familia cariñosa que se preocupe y esté dispuesta a hacer todo lo posible para ayudar a la persona a mejorar.
Pero, ¿qué pasa con la nueva dinámica familiar en la que los padres también son adictos a sus pantallas y, por tanto, no ven las adicciones a las pantallas de sus hijos como un gran problema?
«Esa no es una situación en la que un psicoanalista pueda ayudar», dijo sombríamente el Sr. Rosenfeld.
Únase a nuestro canal de Telegram para recibir las últimas noticias al instante haciendo click aquí
Cómo puede usted ayudarnos a seguir informando
¿Por qué necesitamos su ayuda para financiar nuestra cobertura informativa en Estados Unidos y en todo el mundo? Porque somos una organización de noticias independiente, libre de la influencia de cualquier gobierno, corporación o partido político. Desde el día que empezamos, hemos enfrentado presiones para silenciarnos, sobre todo del Partido Comunista Chino. Pero no nos doblegaremos. Dependemos de su generosa contribución para seguir ejerciendo un periodismo tradicional. Juntos, podemos seguir difundiendo la verdad.